Hebreos 12, 3-8 La Disciplina de Dios – Parte a

Hebreos 12:3 – 8

“La disciplina de Dios” – parte a

 

3   Reducid pues a vuestro pensamiento a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, porque no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando. 

4      Que aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado: 

5      Y estáis ya olvidados de la exhortación que como con hijos habla con vosotros, diciendo: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando eres de él reprendido. 

6   Porque el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo. 

7      Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga? 

8     Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos. 

9      Por otra parte, tuvimos por castigadores a los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 

10   Y aquéllos, a la verdad, por pocos días nos castigaban como a ellos les parecía, mas éste para lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación. 

11    Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia a los que en él son ejercitados. 

12    Por lo cual alzad las manos caídas y las rodillas paralizadas; 

13    Y haced derechos pasos a vuestros pies, porque lo que es cojo no salga fuera de camino, antes sea sanado. 

14    Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor: 

15    Mirando bien que ninguno se aparte de la gracia de Dios, que ninguna raíz de amargura brotando os impida, y por ella muchos sean contaminados; 

16    Que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura. 

17    Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado (que no halló lugar de arrepentimiento), aunque la procuró con lágrimas. 

 

El apóstol nos hace una invitación a todos los creyentes al expresar: Puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús; el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza, y sentóse a la diestra del trono de DiosHeb. 12:2.

 

La mirada del creyente debe ser vertical, hacia el cielo, esta realidad es la que debemos internalizar en nuestra mente considerando que el Hijo de Dios, a quien todas las criaturas deben adorar, estuvo dispuesto a descender de su posición hasta nosotros y hacerse uno de nosotros.

 

El apóstol Pedro, escribiendo en este mismo sentido nos exhorta en 1ª Pedro 2:21–24:

Para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni fue hallado engaño en su boca: Quien cuando le maldecían, no retornaba maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente: El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados.

 

En primer lugar, debemos precisar que el mundo, movido por Satanás, tiene el objetivo de desviar nuestra mirada hacia las circunstancias que nos rodean y deslumbrarnos, atemorizarnos o encandilarnos con lo que nos ofrece, de modo de hacernos apartar nuestra mirada de donde debemos fijarla. Cuándo nos dejamos seducir por esto quedamos expuestos al pecado, tal como quedó Eva al ser tentada en Edén. Es importante que mencionemos algunos ejemplos prácticos de cómo el mundo atrae nuestras miradas:

 

  • Deslumbrarnos: Crea falsas necesidades para motivar el consumismo, al hacerlo usa de astucia, muestran la gratificación que la nueva adquisición nos brindará, que los plazos para pagar nos permitirán cumplir mensualmente (cuando la compra es una sola, esto puede ser así, pero esto es una lluvia torrencial de ofrecimientos y luego se puede tornar en una cuenta imposible de pagar), pensemos en: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí. No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan que he menesterno sea que me harte, y te niegue, y diga, ¿Quién es Jehová? o no sea que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios 30:8–9 y No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Mateo 6:31–33.

 

  • Atemorizarnos: Crea falsas expectativas de inseguridad en el creyente, creyentes temerosos de todo lo que los rodea, no estoy diciendo que debemos tener conductas temerarias, no, pero nuestra seguridad debe estar cimentada en las promesas que el Señor ha hecho para su pueblo: Por esto orará a ti todo santo en el tiempo de poder hallarte: ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. Tú eres mi refugio; me guardarás de angustia; con cánticos de liberación me rodearás. Salmo 32:7. Y Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de templanza. Por tanto no te avergüences del testimonio de nuestro Señor…” 2ª Ti 1:7–8.

 

  • Encandilarnos: Ofrecimiento de prosperidad sin esfuerzo, como algunos políticos populistas andan pregonando, Dios dice en su Palabra: Maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; espinos y cardos te producirá, y comerás hierba del campo; en el sudor de tu rostro comerás el pan…” Génesis 3:17–19 y “si alguno no quisiere trabajar, tampoco coma2ª Tes. 3:10.

 

Volvamos sobre lo que nos está exhortando el apóstol en el v.3 la expresión: Reducid pues a vuestro pensamiento significa presta especial atención al ejemplo que Jesús nos dejó, es que Jesús es el ejemplo supremo de obediencia a su Padre Celestial, sin importar si esa obediencia acarrea sufrimientos, es el mismo significado que en 1ª Pedro 2:21–24, cuando los dos apóstoles toman y desarrollan complementariamente el mismo tema, podemos entender mejor la enseñanza bíblica de uno a la luz del otro, en este caso Pedro nos llama a fijar nuestra mirada con especial atención en aquel que llevó nuestros pecados, precisando que esta acción no fue algo ligero, que nos demos cuenta que ese hecho violentó severamente la santidad del Salvador, no tenemos la capacidad de imaginar lo que fue ese acto que refleja en toda su magnitud el amor ágape, que es el amor de Dios, el amor que está dispuesto a llegar hasta el sacrificio por el ser amado, eso fue lo que Jesús hizo al ir a la cruz.

 

¿Por qué debemos tener esta consideración especial? O ¿para qué nos sirve el ejemplo recibido?

 

Pablo nos dice: porque no os fatiguéis en vuestros ánimos desmayando. Tener presente cada día lo que Cristo Jesús hizo por nosotros en la cruz es poner el incentivo espiritual en el lugar correcto, es protegernos de las asechanzas diabólicas que pretenden apartarnos de los caminos del Señor, cómo en los ejemplos que les he compartido recién, por mencionar solo algunos, no olvidemos que si bien, el diablo no es todopoderoso, si tiene poder y astucia y que es nuestro enemigo declarado desde Gén. 3:15 Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya.

 

Cuando tenemos presente el sufrimiento de nuestro Señor al cargar el peso de nuestros pecados, no querremos ofenderlo con vidas ligeras, apartadas de la santidad que Dios demanda de sus hijos: Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro DiosLev. 20:7.

 

Las fuerzas que nos permiten avanzar en la vida cristiana sin desmayar son provistas por el Señor, no olvidemos la promesa que encontramos en Isaías 40:30–31 Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: Mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.

 

No podemos olvidar el contexto histórico en el que Pablo está escribiendo y precisar que estas palabras fueron inicialmente dirigidas a los creyentes hebreos que ya estaban viviendo momentos difíciles a causa de haber puesto su fe en Cristo, pero que pronto tendrían que enfrentar junto a los creyentes gentiles las persecuciones más despiadadas imaginables hasta ese momento de la historia.

 

Es muy probable que numerosos receptores de esta carta habían sido testigos oculares del sacrificio de Cristo, por eso el apóstol lo trae a colación para que repasarán con esmero las escenas vividas en la pasión del Salvador, cuando el Hijo de Dios permitió que las manos de pecadores lo azotarán, escupieran su rostro, lo coronaran de espinas burlándose de él y finalmente llegara a la crucifixión. Ese si fue dolor, dolor en una magnitud que no podemos imaginar porque incluso nuestros dolores están alterados por el pecado. Es pertinente recordar las palabras de Jesús a sus discípulos y que registra Juan: Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán: si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra”. Juan 15:20.

 

La soberanía del Señor queda manifiesta en este texto porque las dificultades que el mundo pone a los creyentes, Dios las usa para la purificación de sus hijos. Nada ocurre en la vida del creyente porque sí, todo Dios lo mueve para el perfeccionamiento de sus hijos. Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de JesucristoPara que discernáis lo mejor; que seáis sinceros y sin ofensa para el día de Cristo; llenos de frutos de justicia, que son por Jesucristo, a gloria y loor de DiosFil. 1:6,10–11.

 

Que aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado. Nos dice que las persecuciones que podemos tener que enfrentar, por causa del evangelio, Dios las tornará a bien pues nos ayudan a enfrentar el pecado y combatirlo en nuestras vidas, es decir, las persecuciones impulsan al pueblo de Dios a apartarse del pecado. Lo que pasa es que la persecución aparta en forma natural a los creyentes reales de los convencidos pero no convertidos y de los que ven en la iglesia una sociedad con principios morales buenos que les gustaría inculcar en sus hijos, pero que nunca han entregado su vida al Señor, y esto porque ningún inconverso estará dispuesto al sufrimiento por algo que le es ajeno.

 

Este argumento es muy fuerte y en cierta forma la vida de los apóstoles lo muestra, todos ellos, salvo Juan murieron martirizados por su fe. ¿Alguien estará dispuesto a dar su vida por una farsa o mentira? Nadie.

 

Por esto siempre se ha sostenido que las persecuciones limpian la iglesia, es que sólo quedan los creyentes verdaderos.

 

V.5,6: “Y estáis ya olvidados de la exhortación que como con hijos habla con vosotros, diciendo: Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando eres de él reprendido. Porque el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo.

 

Esto nos recuerda que nuestra memoria es frágil, pero junto con reconocer este llamado de atención a nuestro olvido viene una enseñanza vital, porque se refiere hacia nosotros considerando la naturaleza de nuestra relación con Dios, para esto, recordemos que Pablo está escribiendo a un público original: hebreos o judíos convertidos, es decir, personas que conocían el A.T. el apóstol se limita a citar Prov. 3:11–12: No deseches, hijo mío, el castigo de Jehová; ni te fatigues de su corrección: Porque al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere. La disciplina del Señor es una disciplina que sirve para orientar rectamente el diario vivir del creyente. Nunca destruye al que la recibe. El objetivo es destacar el interés del Señor por sus hijos, eso lo ratifica al afirmar:

 

V.7,8: “Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga? Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos.

 

Dios se presenta como Padre a todos los que sufren la corrección, es decir, la correcciones de Dios son paternales cuando obedientemente nos sometemos a Él. Para ilustrar la forma de actuar que Dios establece con sus hijos, el apóstol lo hace refiriéndose a lo que sucede en la vida diaria.

 

Sin embargo, este párrafo concluye con una advertencia solemne que debemos atender, ¿a quiénes corrige el Señor? Sólo a sus hijos, los inconversos están fuera de esta disciplina, no son hijos, viven bajo su responsabilidad. Esta alusión que hace Pablo se entiende en el sentido de que había hebreos que se congregaban sin ser convertidos, los que estaban fuera de la disciplina del Señor. Esta situación ocurre en todas las congregaciones, debemos cuidarnos seriamente si estamos siendo disciplinados por el Señor. Pues si no es así, podrás estar presente pero no eres parte de la iglesia real, no te engañes, sigues en perdición y tu destino es el infierno, acude a Cristo y vivirás.

 

 

Smirna, 11.07.2021

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