Un mundo perplejo

UN MUNDO PERPLEJO

Dr. EDGAR C. BUNDY,
Presidente Honorario de la ALADIC.
Viernes 9 de Febrero de 2007.

“Entonces habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas; y en la tierra angustia de gentes por la confusión del sonido de la mar y de las ondas” Lucas 21:25.

“¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan vanidad? Estarán los reyes de la tierra y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus coyundas y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá, el Señor se burlará de ellos” Salmo 2:1–4.

“Entonces les dijo: Se levantará gente contra gente y reino contra reino y habrá grandes terremotos y en varios lugares hambres y pestilencias y habrá espantos y grandes señales del cielo” Lucas 21:10–11.

“Los malos serán trasladados al infierno, todas las gentes que se olvidan de Dios” Salmo 9:17.

“Bienaventurada la gente de que Jehová es su Dios, el pueblo a quien escogió por heredad para sí” Salmo 33:12.

 

¿Cuál es la diferencia entre la “angustia” y la “angustia con confusión” de las naciones de este mundo?

Uno puede estar angustiado y encontrar una salida, una solución a un problema, pero cuando una nación o una persona está perpleja (o confundida) no sabe qué hacer, hacia donde volverse o cómo solucionar sus problemas.

Si hubo jamás un tiempo en la historia de este planeta, llamado Mundo, cuando las naciones y las masas hayan estado “angustiadas y perplejas (o confundidas)” en relación con lo que ha estado ocurriéndoles desde que Cristo ascendió al cielo y en el cual se está preparando para regresar a la tierra, ese es nuestro tiempo.

 

Consideren lo siguiente, con una prolongada mirada de sus ojos, oigan con sus oídos y mediten:

Los Estados Unidos, Inglaterra, Iraq, Irán, Norcorea, India, Pakistán, Sudán, Nigeria, Zimbabwe, Venezuela, Perú, Bolivia, Argentina, Italia, España y Francia, por nombrar a unos pocos, son naciones que han sido agobiadas por disturbios, tales como sublevaciones étnicas; toda clase de contiendas civiles, con millones de personas, que expresan su descontento; hambrunas; pestes; maremotos; tornados; terremotos; inundaciones; sequías; depresiones (económicas); revoluciones económicas y políticas; crímenes y un montón de otras “angustias”, que dominan toda la atmósfera del mundo y entran en nuestros hogares las veinticuatros horas del día por medio del televisor, la radio, la Internet y los periódicos.

Muchas gentes está ahora alarmadas por la ola de criminalidad, que incluye el asesinato de dirigentes, y por el desasosiego generalizado de los pueblos, que nos bombardea sin cesar.

 

Esto plantea la siguiente pregunta:

Debido a que la humanidad ha rehusado tan terminantemente recibir al Dios de la creación y de la salvación y prefiere sus propios esfuerzos para cambiar al mundo o para imponer la “democracia” en todo el globo ¿es por eso que el hombre está buscando ahora otros planetas con alguna clase de vida, para contaminarlos también con la inmoralidad, idolatría y basura retórica humanas?

 

La respuesta común para las “angustias” que dan los “dirigentes mundiales” es que sus gobiernos gasten más y más billones de dólares para solucionar todas las disputas y hacer al mundo un lugar más seguro para vivir.

En los Estados Unidos solía nuestro gobierno gastar sólo millones de dólares, pero ahora les da hasta a nuestros enemigos billones de dólares para reparar los males del mundo y restaurar una atmósfera como la del Jardín de Edén, en que todos los pueblos puedan vivir armoniosamente.

Llama la atención escuchar en los medios electrónicos que actualmente hay científicos, educadores y gente de iglesia que cree que el hombre es capaz de conseguir o de construir un mundo maravilloso en el cual vivir.

Uno podría pensar que en este tiempo habrían aprendido las lecciones de la historia, el hecho de la grandísima pecaminosidad de la gente y que si no aprenden esas lecciones de la historia, están condenados a repetirlas.

 

La Biblia dice que “no hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10) y que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23) y que “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9).

Dichos versículos nos muestran por qué Dios tuvo que enviar a su Hijo unigénito al mundo para que fuera crucificado, para que derramara su preciosa sangre para la salvación de los que le reconocieran como el único Salvador de los hombres y para que se levantara de la tumba al tercer día y ascendiera a los cielos “de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”, como lo afirma definidamente el Credo de los Apóstoles.

 

Hay una sola respuesta a la “angustia de las naciones” y a los hombres “perplejos”.

¿Por qué permanecer en un estado de perplejidad, cuando hay un medio de salir de él?

 

“Y en ningún otro hay salud (salvación), porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Hechos 4:12.

 

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