Justificación por la fe

“JUSTIFICACIÓN POR LA FE”  (Romanos 3:28)

Rvdo. Álvaro Augusto Pavan.
Iglesia Bautista Bíblica Nueva Jerusalem.
Sao Paulo, Brasil.

 

INTRODUCCIÓN.

El estudio cuidadoso de la doctrina de la JUSTIFICACIÓN POR LA FE deja en nuestro espíritu algunas impresiones muy nítidas. Ahora vamos a destacar dos de ellas:

1. Es muy difícil presentar cualquier nueva observación original sobre el asunto, pues el mismo ha sido tratado con cariño por todos los grandes pensadores cristianos a través de los siglos.

El apóstol Pablo lo ventila de manera verdaderamente magistral en algunas de sus epístolas inmortales. Y después de ello, todos los grandes pensadores del cristianismo han abordado, con muy precioso desvelo, este tema fascinante, entre los cuales debemos destacar la persona valiente, llena de coraje y de insustituible carácter, que fue MARTÍN LUTERO.

Por lo tanto, como es fácil de ver, después de haber sido estudiado así, durante siglos, por mentalidades privilegiadísimas, difícilmente habrá quien respecto de la JUSTIFICACIÓN POR LA FE presente hoy cualquier idea que, de una u otra forma, no haya ya sido expuesta por los hombres de Dios, analistas y teólogos, que muchas veces lo han tratado.

2. La doctrina de la JUSTIFICACIÓN POR LA FE es una de las originalidades del cristianismo verdadero y una de las doctrinas fundamentales de nuestra fe.

Todos los otros sistemas que se presentan al hombre pecador para salvarlo, como las religiones paganas y sectas falsas, colocan delante de su conciencia un gran número de fórmulas, de obligaciones y de deberes especificados, pero realmente, no le presentan un SALVADOR. Sin embargo, en estos humanos sistemas de salvación del alma lo que se destaca es una escala interminable de deberes penosos por la cual se dice que el individuo llegará al cielo.

En el cristianismo el método es inverso. Nuestra salvación es dada por Cristo, por medio de la fe, quien bajó del cielo a la tierra para morir y salvar al hombre pecador. Pero, de hecho hay una lista de deberes, la que se aplica a la vida cristiana después de la salvación del alma.

Esta característica del cristianismo verdadero es tan sobresaliente que para que nosotros sepamos si una persona ha comprendido bien las enseñanzas del evangelio basta hacerle una pregunta: ¿Cómo nos salvamos? Si la respuesta fuera acompañada de cualquier método que no sea el sacrificio propiciatorio de Jesús, ciertamente la persona no ha comprendido la doctrina central del sistema doctrinario del cristianismo verdadero.

La doctrina de la EXPIACIÓN y de la JUSTIFICACIÓN POR LA FE en Cristo nos fueron reveladas no para que especulásemos sobre ellas, sino para que las aceptásemos sin discusión. La realidad que ellas nos ofrecen – LA SALVACIÓN – representa una de las mayores necesidades del alma humana.

Hay variadas tentativas para explicar todos los misterios que se relacionan con la expiación y la justificación por la fe. Muchas contiendas teológicas se han suscitado cuando los estudiosos se han detenido en pormenores que no son importantes. Se pierden ellos en pormenores, en el análisis de cuestiones insignificantes, dejando así de dar énfasis a lo que es más esencial: la realidad magnifica de la obra redentora de Cristo, que debe ser no solamente apreciada, sino en especial, jubilosamente aceptada.

Debido a los pequeños límites de esta exposición, no hay tiempo para tratar exhaustivamente de estos aspectos en cuestión. Entonces vamos a detenernos en los aspectos de la experiencia humana, pues ella deja muy claro que el hombre no puede salvarse por sí mismo.

I. EL MÉTODO DE CRISTO EN LA ENSEÑANZA.

Cuando estudiamos la JUSTIFICACIÓN POR LA FE y la muerte de Cristo, en el período de su ministerio terrenal, quedamos sorprendidos por un hecho admirable:

EN EL PRINCIPIO DE SU MINISTERIO, JESUCRISTO NO SOLAMENTE HABLÓ POCO, SINO TAMBIÉN APENAS MUY VELADAMENTE SOBRE SU MUERTE Y DE LOS BENEFICIOS QUE ELLA PRODUCIRÍA A LOS HOMBRES PECADORES.

  • Juan 2:19 – “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.”
    La referencia es tan velada que sus oyentes no la entendieron. (cf. vs. 20 hasta 22)
  •  Juan 3:14 — “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”
    Nuevamente una referencia muy abstracta (velada) en este diálogo con Nicodemo.
  •  Marcos 2:20 – “Mas vendrán días, cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.”
    Percibimos que Jesucristo, intencionalmente, habla de su muerte usando figuras de lenguaje y aplicaciones que solamente más tarde los discípulos pudieron entender. (cf. Juan 2:22).
  • Mateo 12:40 – “Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.”
    Contestando la solicitud de los escribas y de los fariseos, Jesucristo les presenta una señal, que todavía era muy poco esclarecedora para aquellos hombres.

Entonces, como se puede ver, en todas las expresiones, las referencias que Jesucristo hace acerca de su muerte como también de la necesidad de ella para la justificación por la fe, no tenían la claridad necesaria para que los discípulos pudieran entender, como posteriormente lo presenta en sus enseñanzas.

Solamente después de la confesión de Pedro es que Jesucristo comienza a hablar más claramente respecto a su sacrificio y del significado de ello. El Nuevo Testamento es muy explícito en este particular y dice: “Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalem y padecer mucho de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas y ser muerto y resucitar al tercer día.” (Mateo 16:21).

Desde este pasaje en adelante las referencias son cada vez más claras y específicas.

Todavía queda una pregunta muy significativa:

SI LA MUERTE DE JESÚS TIENE TANTA IMPORTANCIA EN EL PLANO DE LA REDENCIÓN Y DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE DEL PECADOR, ¿POR QUÉ MOTIVO ÉL DEMORA TANTO PARA REFERIRSE A ELLA CON TODA LA CLARIDAD NECESARIA?

Ciertamente son muchas las razones, pero vamos a destacar algunas de ellas:

  1. Los discípulos no comprendieron, porque no estaban todavía preparados para aprender el significado real de la cruz. Notemos que cuando Jesús afirmó que moriría en Jerusalem, el apóstol Pedro protestó inmediatamente. Lo hizo por un sentimiento de amistad con su Maestro. Quería salvarlo.
  2. La propia significación de la muerte de Jesús no es comprendida antes que el hombre tenga delante de sí mismo un elevado y justo ideal del bien. Sólo por esto es que el Sermón de la Montaña aparece antes del Calvario.
  3. Cuando los individuos aceptan para su conducta ideales muy bajos no pueden tener noción real del pecado y por esto mismo nunca llegan a comprender la necesidad de la muerte expiatoria de Cristo y de la justificación por la fe.
  4. Consecuentemente ellos producen para sí mismos otros medios de salvación, especialmente los que se apoyan en las obras personales, renunciando totalmente a la expiación vicaria de Jesucristo.
  5. Para que el pecador acepte a Jesucristo es necesario primeramente que se convenza de sus culpas y pecados. Y uno de los métodos del que podemos echar mano para conducirlo a este estado moral es colocar delante de sus ojos los más altos ideales de Dios. Y ESTO FUE JUSTAMENTE LO QUE JESÚS HIZO.

Aprendamos bien esta lección:

TODAS LAS VECES QUE VAMOS A PREDICAR LA DOCTRINA DE LA EXPIACIÓN Y DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE A PERSONAS QUE NO TENGAN IDEALES MUY ELEVADOS DE LA VIDA MORAL, PRONTAMENTE LA RECHAZARÁN, ALEGANDO NO TENER LA NECESIDAD DE UN SALVADOR.

 

II. EL SIGNIFICADO REAL DE LA MUERTE DE CRISTO

La muerte de Jesucristo tiene algunas características muy impresionantes:

  • No es accidental, como en cierto sentido es la de todos los hombres. Su muerte fue prevista por varios profetas del Antiguo Testamento, que mencionan minuciosamente algunas características de ella, muchos siglos antes de la venida de Cristo al mundo.
  • Él murió bajo la condenación que sólo recaía en los criminales de la peor especie, pero él no tenía crimen alguno.
  • Él podría haber evitado la muerte: es Jesús mismo quién lo afirma, cuando dice que podría movilizar legiones de ángeles para aplastar a sus adversarios. No obstante esto, no utiliza estos poderes sobrenaturales para evitar que sus adversarios lo crucifiquen, y también se burlen de su agonía.
  • Su influencia es la mayor fuerza moral del mundo: la muerte de Jesucristo aconteció en un rincón no muy importante de Jerusalem. No hubo poderes oficiales que intentasen hacerla conocida y recordada. Otros millares de judíos fueron también crucificados en Palestina, en varias épocas y la muerte de ninguno de ellos tuvo tan destacada influencia moral sobre la sociedad humana como la muerte de Cristo.

La tradición afirma que el apóstol Pedro fue crucificado cabeza abajo. A pesar de esto, la muerte de Pedro no representa un poder espiritual que, ni muy de lejos, pueda compararse con la de su Maestro.

Entonces, para entender el dinamismo de esta influencia saludable, hay que hacer un esfuerzo para descubrir el significado real de la muerte de Jesucristo.

  1. No como mártir. Hay los que dicen que Jesús murió como un mártir, pero este pensamiento viene a oponerse a toda la Escritura. También así podríamos juzgar que el apóstol Pablo tenía mucha más firmeza que Jesús delante de la muerte, pues mientras Cristo en el jardín del Getsemaní tuvo que ser ayudado por ángeles, Pablo la recibe con satisfacción afirmando que esto es muchísimo mejor. Por lo tanto, si Jesús fuera sólo un mártir, cual de los dos sería mayor ¿Pablo o Cristo?
  2. No solamente para dar ejemplo. Hay otros que dicen que Jesús murió para dar ejemplo del espíritu de sacrificio y para estimularnos a la práctica de esta virtud. Extraña interpretación. Si no hay en la muerte de Cristo alguna cosa más que un mero sacrificio humano, ella no nos estimula, sino que nos llena de pavor. ¿Si él, que era tan bueno, tuvo tal fin, ¿qué esperanza podremos tener nosotros de ver nuestras virtudes recompensadas? Por otra parte, en tal caso nos perturbaría también lo siguiente: Si no hay un significado específico en la muerte de Jesús, ¿que confianza se puede tener en la propia justicia divina?
  3. Pero si la interpretación que realmente satisface es aquella que el propio Cristo nos da de su muerte en varios pasajes bíblicos:
    – Juan 10:11 – “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”;
    – Mateo 20:28 – “Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”;
    – Marcos 14:24 – “Y les dice: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada”,

Entonces queda muy clara la idea de la substitución. En todos estos pasajes bíblicos esta patente la idea del sacrificio propiciatorio.

Por lo tanto, esta es la significación de la muerte de Jesús:

JESÚS MURIÓ PARA SATISFACER, EN NUESTRO LUGAR, LAS ORDENANZAS INFLEXIBLES DE LA JUSTICIA DIVINA. ÉL MURIÓ PARA QUE NOSOTROS TENGAMOS UNA VIDA PERFECTA, BIENAVENTURADA Y ETERNA.

 

Tan importante como la comprensión, y consecuente interpretación correcta, de la muerte de Cristo, es también saber que nuestra justificación por la fe está íntimamente ligada con su muerte.

Todos los que leen atentamente la interpretación inspirada de la muerte de Cristo que el apóstol Pablo hace en sus cartas quedan plenamente conscientes que, si aceptaran otro método de salvación, a no ser el sacrificio expiatorio de Jesús, estarían adoptando cualquiera otra orientación doctrinaria, pero no la religión cristiana, la que está fundamentada en la Palabra de Dios. Dejaría de existir en la forma como fue predicada por su fundador, si eliminásemos de ella la obra redentora y expiatoria de Jesucristo.

Nosotros, como fundamentalistas bíblicos, no podemos aceptar otra posición doctrinaria, pues las Sagradas Escrituras no dejan dudas, y ninguna oportunidad hay para cualquier otro sistema doctrinario que niegue la expiación vicaria hecha por Jesús, y presente otro método de salvación, que no sea la JUSTIFICACIÓN POR LA FE.

“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para que fuésemos justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada”. Gálatas 2:16.

“Mas por cuanto por la ley ninguno se justifica para con Dios, queda manifiesto: Que el justo por la fe vivirá. La ley también no es de la fe,… Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición…” Gálatas 3:11-13.

“Vacíos sois de Cristo los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” Gálatas 5:4.

Después de afirmaciones tan convincentes como éstas, hemos de percibir que cualquier sistema doctrinario que presente como método de salvación otro medio que no sea la justificación por la fe en el sacrificio de Cristo, puede tener el nombre que se quiera, pero nunca representará la doctrina bíblica sobre el asunto.

 

CONCLUSIÓN.

Muchas objeciones se presentan contra la doctrina bíblica de la JUSTIFICACIÓN POR LA FE, y los críticos presentan algunos pasajes bíblicos que parecen estimular al hombre para lograr su propia salvación. Enseguida afirman: ¿No constituyen ellos una evidencia de que la salvación es por las obras?

¡CIERTAMENTE QUE NO!

Una breve analogía podrá ayudarnos a esclarecer el asunto:

“Imaginemos que un médico, después de examinar al enfermo, declara que precisa ser operado. Imaginemos que, realizada con éxito la intervención quirúrgica, el mismo médico prescriba para el paciente una receta médica con una medicina para fortificarlo durante su convalecencia. Si una persona deseara explicar cómo se restableció el enfermo, solamente se refiriera al medicamento que ha sido recetado para su convalecencia, cometería un grave error”.

Semejantemente lo hacen los que, estudiando algunos preceptos que fueron dados por el apóstol Pablo a las personas creyentes, regeneradas y salvas, basan en ellos sus afirmaciones erróneas acerca de que no hay necesidad de la obra expiatoria de Cristo.

Con el raciocinio de tales críticos tendríamos que afirmar también que lo que salvó al enfermo en la analogía propuesta fue el medicamento dado para fortalecerlo y no la intervención quirúrgica.

¡Y ESTO ES UN TREMENDO ABSURDO!

POR LO TANTO, TODA LA HONRA Y TODA LA GLORIA SEA DADO A JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR.

Desafío Misionero

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