HEBREOS 9, 11-15
Hebreos 9:11–15 “La redención por la sangre de Cristo” – 1ª parte
11 Mas estando ya presente Cristo, pontífice de los bienes que habían de venir, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es a saber, no de esta creación;
12 Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención.
13 Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne,
14 ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios vivo?
15 Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que interviniendo muerte para la remisión de las rebeliones que había bajo del primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
El apóstol ha estado describiendo el servicio en el Templo y como era una figura de lo que ya se estaba viviendo, entonces se expresa con este: “Mas estando ya presente Cristo”, esta expresión es extraordinaria, significa para nosotros el camino abierto a la gloria, ha llegado el Mesías prometido, ha cumplido su misión, ahora la historia cambia y todo lo que hasta ese momento era sólo la sombra de lo que vendría deja de tener relevancia pues ha llegado quien proyectaba esa sombra, nuestro redentor está en medio nuestro.
Nuestra salvación se funda en el nuevo pacto, cuya obra de redención está consumada mediante un sacrificio de valor infinito, que bastó se ofreciera una vez para siempre por todos, fue un sacrificio completo, perfecto y de eficacia eterna, tan maravilloso y potente que nos asegura los bienes que habían de venir, esto el apóstol lo precisa en el siguiente versículo: eterna redención.
El sacrificio que asegura nuestra salvación es un sacrificio que resulta finalmente en vida y vida abundante, el v.12 “Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, mas por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención.” menciona tres puntos muy importantes:
- Cristo ministra en nuestro favor por su propia sangre, ya no hay más sacrificios de animales, esos sacrificios cumplieron su función, ya no son necesarios,
- El Sumo Sacerdote encargado de ofrecer el sacrificio fue el Sacrificio, su sacrificio ocurrió una sola vez y
- Fue suficiente para impartir salvación eterna.
Cristo limpió en un solo sacrificio nuestros pecados pasados, presente y futuros.
En el antiguo pacto la sangre de los animales cumplía su objetivo brindando limpieza temporal, pero su imperfección queda de manifiesto en que era necesario volver a ofrecerlos día tras día. En cambio, en el nuevo pacto, aquel con el que hemos sido favorecidos, es infinitamente mejor, pues con un solo sacrificio, obra un cambio en nuestro corazón. Por la gracia de Dios hemos sido hechos nueva criaturas “Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos; y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús” Efesios 2:4–6.
Desde el momento en que Cristo nos salvó, dejamos de pertenecer a este mundo, “Mas nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” Filipenses 3:20. El propio Jesús nos prometió: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” Juan 14:2.
Sin duda, esto nos debe llevar a una profunda reflexión personal, por eso se los planteo directamente:
- ¿Cómo estás viviendo? Pablo expresa su testimonio a los Gálatas: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20. Y tú ¿qué puedes decir? ¿cuál es tu testimonio?
- Cuántos hijos de Dios se identifican más con este mundo que con la Patria Celestial y aquellas moradas eternas que nuestro Salvador personalmente está preparando para cada uno de sus hijos ¿Cuál es tu sueño más preciado, llegar a la Patria Celestial o buscar y esperar el reconocimiento del mundo? Pablo te dice a tú corazón: “…las cosas que para mí eran ganancias, helas reputado pérdidas por amor de Cristo.”Filipenses 3:7 ¿Dónde está puesto tu corazón?
- Piensa que al estar colocando todo tu esfuerzo y empeño en obtener logros reconocidos por el mundo lo que realmente estás haciendo es que estás teniendo en poco el inmenso sacrificio que Dios estuvo dispuesto a ofrecer por tu redención. La Palabra de Dios te dice: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.”Proverbios 23:26.
- Recuerda que eras esclavo del pecado, que el destino natural que te esperaba era la condenación, nada había en nosotros para merecer un destino diferente, sólo la gracia de Dios nos ha librado de dicho destino. “Porque también éramos nosotros necios en otro tiempo, rebeldes, extraviados, sirviendo a concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y en envidia, aborrecibles, aborreciendo los unos a los otros. Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó.” Tito 3:3–5.
- ¿Merece nuestro Padre Celestial, su Hijo, nuestro bendito Salvador, y el Espíritu Santo, que nos regeneró, una actitud de tibieza y en muchos de indiferencia hacia quienes han hecho posible que nuestro destino final sea la gloria y una eternidad dando loores y alabanzas a Dios? Detente un momento y escucha las palabras del profeta Jeremías: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma.” Jeremías 6:16, no existe un hijo de Dios que disfrute la vida estando lejos de su Señor, ese aparente bienestar es un espejismo, no es real. Espero que sólo te respondas NO, NO, NO, Dios no se merece el trato que le estoy dando, por tu gracia Señor, cambia el rumbo de mi vida, sólo quiero volver a tus sendas.
Avancemos para encontrar más sustento divino para estos motivos de reflexión.
¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios vivo?
El Señor Jesús se ofreció para ocupar nuestro lugar, se ofreció a sí mismo por ti y por mí, dio su vida para librarnos de la condenación, somos los culpables que lo azotaran, escupieran, cada golpe que recibió fue por nuestra culpa, esas espinas que se incrustaron en sus sienes, los clavos que traspasaron sus manos y sus pies, la lanza en su costado, ¿cómo ser hijo de Dios y permanecer indiferente a ese sacrificio? Si, por ese sacrificio, hoy nuestro destino eterno ha sido modificado de condenación e infierno a vida eterna y Patria Celestial, ¿no deberíamos vivir con un corazón lleno de gratitud a nuestro precioso Salvador? recuerda la pregunta que vimos en Hebreos 2:3 “¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salvación tan grande?”
Jesús se ofreció para limpiar nuestras conciencias del pecado, purificó nuestro ser para dejarnos aptos para servir a Dios, al único Dios vivo y verdadero, Jesús pudo simplemente condenarnos por nuestros pecados y no podríamos acusarlo de injusticia, era la sentencia justa, sin embargo, luego de participar en el tribunal y dictar la sentencia, expresión de la justa ira de Dios, se despojó de su posición, y expresó su amor dando su vida por ti y por mí, no había nada en nosotros que nos hiciera dignos de recibir tan preciada ofrenda divina, sólo la gracia de Dios.
A todos los puntos de reflexión que les acabo de plantear deberíamos responder volviendo nuestra mirada al Señor y en un acto de arrepentimiento, desde lo más profundo de nuestro corazón, confesarle con dolor que nos hemos permitido vivir vidas según nuestro parecer y agrado, sin haber considerado si eso le agradaba a Él o no, que nuestra oración sea como la del rey David en el Salmo 51:
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio: lávame, y seré emblanquecido más que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría; y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti; y no quites de mí tu santo espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación; y el espíritu libre me sustente.
Es en ésta situación que podemos valorar la experiencia de Jonás, quien recibió un llamado de Dios y en vez de acatarlo intentó huir de Él, pero cuando Dios lo lleva a donde debía estar, en vez de recriminarlo simplemente le vuelve a dar la misma tarea, Dios da segundas oportunidades y siempre estará con sus brazos abiertos diciendo “al que a mi viene no le echo fuera” (Juan 6:37). Estas palabras habitualmente las aplicamos en un mensaje evangelístico, sin embargo, son aplicables a cada uno de nosotros cada vez que nos apartamos de los caminos del Señor y no tengo dudas de que el Señor se goza en aplicarlas a nuestras vidas y que tal vez está expectante de poder aplicarlas hoy en tú vida.
Nuestro bendito Salvador “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios”, para, así, con su sangre derramada en la cruz, saldar nuestra deuda con Dios y dejar la cuenta en cero, estuvo dispuesto a hacerlo para limpiar nuestra conciencia y transformarla en una nueva conciencia, dispuesta a dejar la vida que deshonra a Dios, ya sea por acción o por omisión, y cambiar nuestras motivaciones que de continuo eran el mal a motivaciones santas, para la gloria de Dios, del único Dios verdadero. Así se cumplirá el objeto o razón de ser de nuestra vida, el proceso de limpieza de nuestra conciencia se vincula con el proceso de santificación, que sin duda alguna es el objeto de nuestra vida como hijos de Dios, el Señor nos limpia para que purificados por esa preciosa sangre vertida por nosotros seamos para alabanza de su gloria (Efesios 1:12).
Con el tiempo algunos olvidan de donde fueron rescatados, olvidan el precio que Dios pagó por ellos, aquí el apóstol nos llama la atención a volver a mirar al cielo con un corazón lleno de gratitud. La sangre de Cristo, vertida en esa horrible cruz, Él la derramó por cada uno de sus escogidos.
Continuando llegamos al versículo 15 y este responde una inquietud que muchos tienen, ¿cómo fueron salvos los que vivieron bajo el antiguo pacto si con él no era posible el perdón perfecto de los pecados?
“Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que interviniendo muerte para la remisión de las rebeliones que había bajo del primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna.”
Nunca alguien a sido redimido de una manera diferente, el sacrificio perfecto de nuestro bendito Salvador abarcó desde Adán hasta el último elegido que nazca en el reino milenial. El apóstol afirma que su sacrificio fue para remisión de las rebeliones que había bajo el primer testamento. Con la muerte de Cristo, todos los creyentes del Antiguo Pacto vieron hacerse efectiva la promesa por la cual ellos vivieron. Podríamos ilustrar la redención de esos santos como una redención a crédito, para ellos la muerte de Cristo tuvo un resultado retroactivo, tal como Jehová les había enseñado mediante el Gran Día de la Expiación, cuando el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo, recuerden que el segundo sacrificio que ofrecía era por los pecados por ignorancia (no intencionales) del pueblo durante el año anterior y quedaban perdonados.
Es la misma enseñanza que Pablo compartió con la iglesia en Roma al escribirles: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús; al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar su justicia en este tiempo: para que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Romanos 3:23 –26
Dios queda satisfecho cuando un hombre pone su fe en la sangre de Cristo y en el caso de los creyentes del Antiguo Pacto, por la fe obediente a Dios que ellos mostraron en su conducta diaria, en su bondad y misericordia Dios aplicó a cada corazón que albergaba fe verdadera el sacrificio de su Hijo, pasando por alto los pecados pasados. Es que en la Omnisciencia de Dios, mucho antes que el sacrificio hubiera ocurrido en la historia humana, ya había ocurrido en la mente de Dios: “El cual fue muerto desde el principio del mundo” Apocalipsis 13:8; “Sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación: Ya ordenado de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor de vosotros” 1ª Pedro 1:19–20, los sacrificios del Antiguo Pacto no eran el medio para la salvación, sino que eran las señales de la obediencia fiel y la sombra del sacrificio perfecto que obró salvación en ellos como en nosotros.
Es emocionante ver cómo la gracia de Dios es tan perfecta y sus planes tan maravillosos, todo funciona como los engranajes de una compleja máquina, nada ha dejado al azar, en su Soberanía nuestra salvación está segura desde la eternidad, no seamos desagradecidos viviendo vidas cristianas mediocres, lejos de la comunión de quien lo ha dado todo por nosotros.
Amén.