HEBREOS 8, 6 – 13
Hebreos 8 “Jesús, mediador de un nuevo pacto” parte 2.
1 Así que, la suma acerca de lo dicho es: Tenemos tal pontífice que se asentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos;
2 Ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre.
3 Porque todo pontífice es puesto para ofrecer presentes y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tuviese algo que ofrecer.
4 Así que, si estuviese sobre la tierra, ni aun sería sacerdote, habiendo aún los sacerdotes que ofrecen los presentes según la ley;
5 Los cuales sirven de bosquejo y sombra de las cosas celestiales, como fue respondido a Moisés cuando había de acabar el tabernáculo: Mira, dice, haz todas las cosas conforme al dechado que te ha sido mostrado en el monte.
6 Mas ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas.
7 Porque si aquel primero fuera sin falta, cierto no se hubiera procurado lugar de segundo.
8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, y consumaré para con la casa de Israel y para con la casa de Judá un nuevo pacto;
9 No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto: porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo los menosprecié, dice el Señor.
10 Por lo cual, este es el pacto que ordenaré a la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en el alma de ellos, y sobre el corazón de ellos las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo:
11 Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor: porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor.
12 Porque seré propicio a sus injusticias, y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más.
13 Diciendo, Nuevo pacto, dio por viejo al primero; y lo que es dado por viejo y se envejece, cerca está de desvanecerse.
Hoy continuaremos en Hebreos 8.
Dios estableció en la Ley las condiciones que, como Soberano, exigía para que sus criaturas mantuvieran una relación de comunión perfecta con Él. Reguló las relaciones del hombre con su Creador (los primeros 4 mandamientos) y las relaciones entre sus criaturas (los 6 restantes) así, en tan sólo 10 Mandamientos determinó sus reglas para el ser humano.
Las condiciones del Pacto de las Obras eran:
“Por tanto mis estatutos y mis derechos guardaréis, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos: Yo Jehová.” Levítico 18:5.
Pablo recordando estas cláusulas del Pacto de Obras escribe a la iglesia en Roma: “Porque Moisés describe la justicia que es por la ley: Que el hombre que hiciere estas cosas vivirá por ellas.” Romanos 10:5.
Me llama la atención que el hombre siempre ha ansiado hacer cosas para estar en buenas relaciones con Dios, pero no está dispuesto a hacer lo que Dios ha establecido como las reglas, la razón la encontramos en Romanos 8:7–8 “Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios”.
No hay forma que el hombre arregle su situación con Dios por su propio esfuerzo. Por eso Pablo reconociendo esto y ante la inquietud: ¿para qué está la ley?, nos explica la condición del ser humano:
“Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios. Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” Romanos 10:3–4.
La incapacidad del hombre radica en que Dios exige un cumplimiento perfecto de la Ley, esto es, no sólo lo que se expresa visiblemente ante los demás sino que Dios exige que el cumplimiento sea desde el corazón, esto se evidencia en la conversación que tuvo Jesús con un joven que se acerca a él, el relato lo encontramos en Marcos 10:17–22
“Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?
Y Jesús le dijo: …Los mandamientos sabes: no adulteres, no mates, no hurtes, no digas falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.
El entonces respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi mocedad.”
Esta es la típica reacción del hombre, cree que ha satisfecho la exigencia de Dios porque en el fondo ha tratado de vivir una vida correcta ante los ojos de los demás, tal como este joven, en apariencia, parecía un ejemplo digno de imitar, por la reacción que provocó en Jesús, podemos concluir que su esfuerzo por tratar de cumplir los mandamientos había sido sincero. Sin embargo, creyendo que estaba en la senda correcta su realidad era totalmente opuesta.
Entonces Jesús mirándole, amóle, y díjole: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Mas él, entristecido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” Mostró así que estaba cumpliendo aparentemente todos los mandamientos, pero con su acción demostró que no comprendía ni el primer mandamiento de amar a Dios por sobre todas las cosas ni el segundo de amar a su prójimo como a si mismo, claramente su cumplimento era parcial e insuficiente.
El propio Jesús, en el Sermón del Monte puso de manifiesto el nivel de cumplimiento que Dios exige de la Ley, para lo cual toma algunos de los mandamientos y pone el acento en el espíritu de la ley por sobre la letra de esta:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio. Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio…” Mateo 5:21–22
“Oísteis que fue dicho: No adulterarás: Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Mateo 5:27–28
El antiguo pacto exigía un cumplimiento íntegro de la Ley, en letra y espíritu, “Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto, es hecho culpado de todos.” Santiago 2:10, las reglas del juego no las pone el hombre, las pone Dios.
Claramente el pacto de las obras no tenía por finalidad la salvación del hombre, su finalidad era mostrarnos nuestra incapacidad de vivir conforme a la voluntad de Dios y proveer el marco de conducta que nos dejaría como ejemplo de vida nuestro bendito Salvador Jesús.
“Mas ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, el cual ha sido formado sobre mejores promesas.”
Cuando el apóstol afirma que Jesucristo es el mediador de un mejor pacto, claramente está afirmando que ha llegado el momento en que Dios ha dado por caducado el Pacto vigente para establecer un nuevo pacto con el hombre, Pablo se está refiriendo al Pacto de la Gracia, aquel por el cual no tenemos que cumplir la Ley. Cristo la cumplió por nosotros, y bajo este nuevo Pacto, Dios aplica la justicia de Cristo en nosotros. Estamos libres del cumplimiento de la Ley para salvación.
“Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; el cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos…” 1ª Timoteo 2:5–6.
Hoy, los Diez Mandamientos, o Ley Moral, no nos obligan para salvación. Ley Moral ha sido instalada por Dios en nuestros corazones para que vivamos como ciudadanos de la Patria Celestial, ya no obra salvación, la salvación la hemos recibió por gracia, no por obras, como sería si tuviéramos que cumplir la ley.
“Vacíos sois de Cristo los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”. Gálatas 5:4
El apóstol, en nuestro texto concluye refiriéndose al pacto de las obras y el de la gracia:
“Porque si aquel primero fuera sin falta, cierto no se hubiera procurado lugar de segundo.” Hebreos 8:7.
En este segundo pacto, el de la gracia, la presencia de Cristo Jesús, desempeñando personalmente la función de mediador directo y exclusivo, a diferencia del antiguo pacto en que los mediadores eran los sacerdotes levíticos, tan pecadores como el resto del pueblo, lo sitúa por sobre el Pacto de Obras, lo que resulta en una tremenda bendición para nosotros. Hoy bajo estas nuevas condiciones establecidas por Dios, podemos disfrutar de una relación personal con Él pues, “justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” Romanos 5:1.
La potencia de este nuevo pacto es tal, que no sólo nosotros somos reconciliados con Dios por medio de él, sino que por este pacto de la gracia es que incluso los que vivieron antes de Jesús serán salvados. Ellos creyeron las promesas mirándolas de lejos, nosotros disfrutamos el cumplimiento de esas promesas mirándolas hacia atrás.
El nuevo Pacto de la Gracia tiene tres características hermosas que resultan de gran bendición para el pueblo de Dios
“Por lo cual, este es el pacto que ordenaré a la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en el alma de ellos, y sobre el corazón de ellos las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo: y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor: porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor.
Porque seré propicio a sus injusticias, y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más.”
Hay tres características que debemos destacar en este nuevo pacto, que son una bendición que, muchas veces o no valoramos debidamente o no estamos conscientes de su valor e influencia en nuestra vida:
- La renovación de nuestro corazón: “daré mis leyes en el alma de ellos, y sobre el corazón de ellos las escribiré.”
- La remisión o perdón gratuito de nuestros pecados “de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más.”
- Derivada de la renovación de nuestro corazón, gozamos de la iluminación de nuestra mente para avanzar en la dirección correcta en el conocimiento de Dios “porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor.”
El hombre natural es insensible a la Palabra de Dios, no la puede comprender, porque su corazón está petrificado, el profeta Ezequiel, anunciando la obra de Dios bajo un nuevo pacto, el de la gracia escribe: “Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne.” Ezequiel 36:26 es indispensable la obra del Espíritu Santo regenerando nuestro corazón, dándole vida, transformándolo de un corazón de piedra en un corazón de carne, sensible a la obra y palabra de Dios, para poder comprender el sacrificio de Cristo en nuestro favor.
Sólo comprenderemos lo que Dios nos tiene y estaremos dispuestos a obedecerlo después que el Espíritu Santo nos cambie y corrija en nosotros la depravación natural de nuestro corazón. Mientras eso no ocurra, nuestro corazón estará plagado de afectos corrompidos y totalmente entregado al mal.
Por lo anterior, vemos la tremenda bendición que disfrutamos los que hemos sido cambiados por el Espíritu Santo, ahora, bajo este nuevo pacto establecido por Dios, ha sido despertada nuestra conciencia, la ley moral es grabada por Él en nuestros corazones para vivir según ella, no para salvación, sino como testimonio de que hemos sido transformados a una nueva criatura. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:17
Otro elemento tan grandioso y maravilloso como el anterior es el perdón gratuito de nuestros pecados, el Señor nos promete, que aunque nuestra vida esté llena de pecado, y eso en estricto rigor implica que la ira de Dios está sobre nosotros y ha tenido que ocultar su rostro de nosotros, el Señor nos promete el perdón, sin que nosotros tengamos nada que hacer, obra en nuestros corazones para superar la depravación natural que ha producido en nosotros el pecado. Luego de recibir el perdón de nuestros pecados, por gracia y sólo por gracia, comienza en nuestra vida el camino de la santidad. Se inicia un proceso que va transformando nuestra depravación total a una santidad perfecta, proceso que concluirá gloriosamente cuando lleguemos a la presencia del Señor.
“Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” Filipenses 1:6
“El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis sin falta en el día de nuestro Señor Jesucristo.” 1ª Corintios 1:8
Es un privilegio de todos los creyentes estar acogidos a este nuevo pacto en Cristo, pues si bien no dejamos de pecar y ofender con nuestra conducta a Dios, tenemos el perdón asegurado por la promesa de Dios, esta acción que obra Dios en nuestro favor es lo que le da estabilidad a este nuevo pacto. Dios nos ha asegurado el perdón, no por nuestros méritos sino por los de nuestro bendito Sumo Sacerdote que se ofreció en sacrificio perfecto por nosotros. Es un perdón permanente. Dios instaura en nosotros una nueva naturaleza espiritual que nos lleva a ejercitar la comunión con nuestro Hacedor. Hoy el pecado motiva nuestro dolor porque hemos ofendido con él a quien lo ha dado todo por nosotros.
¿Pues qué diremos? Perseveraremos en pecado para que la gracia crezca? En ninguna manera. Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Romanos 6:1–2
Esta es la posición del creyente expresando gratitud por haber sido escogidos por Dios para hacernos sus hijos.
Una gran bendición que recibimos bajo este nuevo pacto de la gracia es que Dios nos dice: ellos me serán a mí por pueblo. Este es el resultado del Nuevo Pacto. Dios nos escoge para ser su pueblo y nos asegura que será el guardián de nuestra salvación, Dios mismo se compromete con nosotros al decir: “seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo.”
Cuando decimos que somos el pueblo de Dios, no es una arrogancia vacía, simplemente estamos afirmando lo que Dios en Su Palabra nos ha prometido.
Hoy la iglesia es el pueblo de Dios:
“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre: los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios.” Juan 1:11–13.
Si Dios no ilumina nuestro corazón por medio de la obra del Espíritu Santo, resulta imposible llegar al conocimiento de Él.
Todo lo que tenemos en nuestra vida es la expresión de la gracia de Dios.
Nuestra salvación es por gracia.
La fe que nos lleva a buscar a Dios es otra expresión de la gracia de Dios obrando en nuestros corazones.
El perdón de nuestros pecados es por la gracia de Dios obrando en nuestro favor.
Ser hijos de Dios es expresión de la gracia de Dios.
Si conocemos algo de Dios, es porque Él se nos ha revelado por su gracia.
¿No es toda esta maravillosa realidad motivo suficiente para que nuestro corazón se llene de alabanzas reconociendo todo lo que Dios ha obrado en nuestro favor?
Debemos vivir para la gloria de Dios por todo lo que Él ha hecho en nuestro favor.