HEBREOS 5,11-14
Hebreos 5:11–14 – “El precio que pagamos por nuestra falta de madurez espiritual”
Los versículos que vienen a continuación de lo que Pablo ha escrito refiriéndose a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote en el versículo 10: “Nombrado de Dios pontífice según el orden de Melchîsedec” serán nuestro tema de meditación para hoy.
Pablo debe frenar su ímpetu de avanzar en la entrega de la enseñanza pues se toca con una restricción que será nuestro tema específico para esta meditación. Observa a su audiencia, no olvidemos que está escribiendo bajo la inspiración del Espíritu Santo, quien conoce la situación y lo detiene, no lo deja continuar.
Introducción
La Teología es el conocimiento de Dios. Para ser adquirida pienso que hay dos caminos:
- El primero es el estudio sistemático en un Seminario y
- El segundo es el conocimiento práctico de Dios que cada creyente va adquiriendo en su día a día, conocimiento que queda determinado o restringido por el interés que ese creyente, en particular, tenga de conocer a Dios.
El problema con que Pablo se encontró fue la superficialidad del conocimiento de Dios de los creyentes a quienes estaba escribiendo, y creo que es el gran problema de la Iglesia en la actualidad, sobre todo en nuestra sociedad que, por años nos ha permitido vivir nuestra fe sin poner restricciones, lo que absurdamente, en vez de ser aprovechado para avanzar con el evangelio, nos ha envuelto en un letargo de tibieza espiritual donde conocer con profundidad a Dios no resulta algo de primera prioridad. Eso explica lo difícil que es lograr que sea mayoritario el número de hermanos que lea su Biblia sistemáticamente y cada día.
En el primer caso, el estudio en un Seminario nos permite adquirir el conocimiento intelectual de la Teología Sistemática, conocimiento muy importante y que debe estar presente en la mente de cada obrero del Señor. En el segundo caso se adquiere el conocimiento de la Teología Práctica, la que nos permite enfrentar nuestro diario vivir.
El mero conocimiento de la Teología Sistemática con todo lo importante que resulta ser, no es suficiente si no se transforma en una experiencia de vida en el corazón del obrero, mientras que el creyente común puede alcanzar un conocimiento de Dios sorprendente, cuando de todo corazón abre las páginas de las Sagradas Escrituras y en oración busca en cada texto aprender de Dios, con toda seguridad ese creyente sencillo no manejará los términos algo sofisticados que tiene la Teología Sistemática pero su vida estará gobernada por el conocimiento de Dios adquirido directamente de Su Palabra. Sin duda esta pandemia nos ha remecido, hemos tenido que ir a nuestras rodillas a interceder por hermanos muy queridos afectados por COVID–19 y hemos encontrado que nuestro Buen Pastor estaba ahí tomando con su cayado al caído y levantándolo para ponerlo en pie. Hoy, sin duda nuestro conocimiento práctico de Dios es muy diferente al que teníamos antes de ésta experiencia, Él ha confirmado en Su pueblo que está con nosotros, como se dice ahora: 24/7 (24 horas, 7 días a la semana).
El remanente fiel del pueblo de Dios no está siendo inmune a los tiempos, la inmensa mayoría de la Iglesia de nuestros días vive orgullosa de sí misma, mirándose al espejo y felicitándose de lo que es en términos humanos, inundada de humanismo, inconsciente de la opinión que Dios tiene de ella y que es muy gráfica en las palabras de Apocalipsis 3:15–20:
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente!
Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete.
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Luego de esta Introducción que nos permite poner en el contexto actual, vayamos a nuestro texto:
11 Del cual tenemos mucho que decir, y dificultoso de declarar, por cuanto sois flacos para oír.
12 Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo, tenéis necesidad de volver a ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido.
13 Que cualquiera que participa de la leche, es inhábil para la palabra de la justicia, porque es niño;
14 Mas la vianda firme es para los perfectos, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Oración
La Teología alumbra nuestro camino
Pablo requería entrar en profundidades teológicas para mostrar la superioridad de Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, para lo cual era necesario desarrollar el paralelo existente entre Jesús y Melchîsedec, de lo cual afirma tiene mucho que decir y que es difícil de entender, y las razones de esta dificultad radicaba en lo superficial que era el conocimiento de Dios que ellos tenían. Recordemos que Pablo está acudiendo al Antiguo Testamento para mostrar la grandeza de nuestro Salvador y lo está haciendo, dirigiéndose a un público que, sin duda era conocedor aparentemente en profundidad de él, como muchos en nuestros días aparentan ser conocedores en profundidad de Dios y unos y otros sólo se han movido por la superficie.
Nadie tiene la capacidad de bucear en la profundidades del Océano si no recibe antes un entrenamiento especial y desarrolla así la capacidad de ir descendiendo cada vez a profundidades mayores. Lo mismo ocurre con la Palabra de Dios nadie nació conociéndola, es más, nuestra naturaleza al nacer no facilitaba las cosas, no existe el ser humano salvado desde la cuna.
Permítanme una breve reflexión sobre esto: algunos hemos tenido, por la gracia de Dios, el privilegio de nacer en un hogar con padres creyentes (no digo en un hogar cristiano, como habitualmente se dice para aclarar que, a mi parecer, eso no existe, pues de ser así, cada criatura nacida en ese hogar sería creyente desde el nacimiento, David da cuenta de este hecho al escribir: “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” Salmo 51:5, claramente no nació convertido al igual que todo el mundo lo ha hecho. Sin duda, cuando hablamos de un hogar cristiano implícitamente estamos afirmando que el matrimonio, que es la base de ese hogar, está compuesto por dos creyentes en Jesucristo, para nuestros términos me quedaré con decir padres creyentes). Sin embargo, tener padres creyentes no nos asegura nuestro destino eterno.
Los padres creyentes son llamados a cumplir con fidelidad a Dios el rol de enseñadores de las Sagradas Escrituras a sus hijos, como se nos instruye en Deuteronomio 6:5–9:
“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todo tu poder.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón: las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes: y has de atarlas por señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos: y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas”.
Si los padres creen A la Palabra de Dios y actúan en consecuencia, la posibilidad de que sus hijos lleguen a los caminos del Señor son muy reales como lo observa Salomón y luego escribe “Instruye al niño en su carrera: aun cuando fuere viejo no se apartará de ella”. Proverbios 22:6, pero mientras cada hijo no doblegue su voluntad a la voluntad de Dios y reconozca que es un pecador justamente condenado al infierno y acuda a Cristo en arrepentimiento y fe, de nada le servirá toda la piedad de sus padres pues la ira de Dios está sobre él.
Volvamos a nuestro punto.
Como nadie nace conociendo la Palabra de Dios, debemos comenzar a hacerlo bajo la dirección del Espíritu Santo, poniendo en esta tarea todo nuestro empeño y capacidades, cualidades que hemos recibido de Dios, por lo que no tenemos excusas para decir que somos incapaces de profundizar en su Palabra, además Jesús declaró acerca de la labor del Espíritu Santo en nuestros corazones: “Cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad” Juan 16:13.
Así como el buzo se entrena con dedicación para lograr llegar a lo más profundo del mar en busca de algún tesoro escondido, así el creyente debe ejercitarse en el estudio de la Palabra de Dios para llegar a lo más profundo que nuestra naturaleza humana nos permita acceder, en nuestro caso es un ejercicio que no tiene las limitaciones físicas del buceo, podemos profundizar sin límites en el conocimiento de nuestro Dios y tomar conciencia de su grandeza expresada por ejemplo en su infinitud y eternidad y unirnos al apóstol Pablo en el cántico que registra en Romanos 11:33–36:
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!
Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿o quién fue su consejero?
¿O quién le dio a él primero, para que le sea pagado?
Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos. Amén”
Según sea tu Teología Práctica será tu vida cristiana, un conocimiento pequeño de Dios te llevará por una vida cristiana mediocre, un conocimiento profundo de Dios te llevará por las sendas espléndidas del Dios Todopoderoso creador de todo cuanto existe y que se alza, ante nuestros ojos, más glorioso aun cuando tomamos conciencia plena que mereciendo su justa ira hemos sido objeto de su amor “ágape”, ese amor capaz de llegar al sacrificio propio por el ser amado, como leemos en la Palabra de Dios “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16.
Nuestra responsabilidad
“Empero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis… Miren al que hace el Arcturo y el Orión, y las tinieblas vuelve en mañana, y hace oscurecer el día en noche; el que llama a las aguas de la mar, y las derrama sobre la haz de la tierra: Jehová es su nombre”. Amós 5:4,8.
Amados en el Señor, ¿a cuántos de nosotros nos vienen como traje a la medida las palabras de recriminación de Pablo a los judíos creyentes de su tiempo?
“Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo, tenéis necesidad de volver a ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido.
Que cualquiera que participa de la leche, es inhábil para la palabra de la justicia, porque es niño; mas la vianda firme es para los perfectos, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”
Para comprender nuestra responsabilidad partamos como ilustración con un ejemplo práctico y real:
Estoy seguro que muchos oramos pidiendo al Señor un avivamiento para nuestra iglesia ¿Tenemos idea que es realmente un avivamiento? Me temo que no, simplemente oramos porque crecimos escuchando esa oración.
¿Tenemos convicción de que, realmente, queremos un avivamiento en nuestro medio?
Mi apreciación es que no tenemos esa convicción.
Muchos piensan que un avivamiento consiste en que de repente, como de la nada, empiezan a asistir a los servicios un gran número de personas nuevas, que oyen el evangelio y comienzan las conversiones a raudales, y de la noche a la mañana el templo se llena de personas llenas de fervor, tengo la impresión que cuando oramos por un avivamiento eso es lo que estamos esperando y pidiendo al Señor. Pero eso no es un avivamiento.
No se puede dar un avivamiento sin que antes, en la congregación, como un cuerpo, el cuerpo de Cristo, se produzca una profunda convicción de pecado seguida de la confesión que limpia el corazón, es así como han partido los avivamientos a lo largo de la historia, tomando conciencia de la Santidad de Dios en el marco de una teología práctica correcta y poderosa.
Este problema es tan antiguo como la edad de la Iglesia (casi 2.000 años) Pablo tuvo que escribir a los Corintios recriminándoles:
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.
Os di a beber leche, y no vianda: porque aún no podíais, ni aun podéis ahora; porque todavía sois carnales: pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” 1ª Corintios 3:1–3
Y a los hebreos ahora les escribe: “Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo, tenéis necesidad de volver a ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido…”
Pero no cito esto para justificarnos en nuestro error y desidia. A lo largo de toda la historia de la Iglesia ha sido necesario esta recriminación, este llamado a buscar la madurez en el campo de la vida espiritual. Estamos a tiempo, esta reclusión hogareña que afecta a muchos es una excelente oportunidad para apartar un momento y revisar cómo está mi relación con Dios. Si decides cambiarla, acude al Señor en oración y abre tu Biblia, y hallarás que Dios está y ha estado siempre a tu lado, prestemos atención a los consejos bíblicos como el siguiente:
“Entonces me invocaréis, e iréis y oraréis a mí, y yo os oiré: Y me buscaréis y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Jeremías 29:12–13
Pedro, dirigiéndose a creyentes nuevos les dice gráficamente: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual, sin engaño, para que por ella crezcáis en salud: Si empero habéis gustado que el Señor es benigno” 1ª Pedro 2:2–3
Y es lo que vemos normalmente en los recién convertidos, ávidos del evangelio, crecen rápido al inicio de su vida cristiana y de a poco, como a los efesios, el Señor nos tiene que decir: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Apocalipsis 2:4.
Roguemos al Señor que fortalezca nuestra vida espiritual, que nuestro entendimiento sea orientado en la dirección que corresponde, hacia Dios y comencemos a disfrutar de una nueva relación con nuestro Padre Celestial, discerniendo correctamente entre el bien y el mal.
Que al descubrir la hermosura de la Palabra de Dios tengamos la misma reacción del profeta Jeremías:
“Halláronse tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón: porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos”. Jeremías 15:16
Es la responsabilidad de cada creyente desarrollar un correcto y profundo conocimiento de Dios, esto es una Teología Práctica potente, fuerte, porque hemos entregado por completo nuestro corazón a Dios.
¡Qué la gracia del Señor sea sobre cada creyente y dejémonos llevar por ella!
Amén.