HEBREOS 4, 10 – 13
Hebreos 4:10–13 – “El destino eterno”
Los invito a colocar nuestra atención en los versículos 10 al 13.
10 Porque el que ha entrado en su reposo, también él ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
11 Procuremos pues de entrar en aquel reposo; que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.
12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
13 Y no hay cosa criada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Concluimos nuestra meditación anterior con la hermosa realidad que ocurre en la vida del creyente que parte a la presencia del Señor: “Porque el que ha entrado en su reposo, también él ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”, que paz trae a nuestro corazón ésta certeza al recordar a nuestros seres queridos que nos han antecedido en su cambio de hogar, del terrenal al celestial, y hoy la ampliamos al vers. 11: “Procuremos pues entrar en aquel reposo; que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. En este caso el apóstol está relatando la experiencia cierta que vive cada creyente en el momento de su partida a la Patria Celestial, y a la vez nos está desafiando, como creyentes a tomar el peso de nuestra responsabilidad, como lo reiterará en el cap. 10: “Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió.” (v.23).
Por causa del pecado, la vida resulta una pesada carga, difícil de llevar, son las consecuencias que debemos sobrellevar, es la maldición que el ser humano se hizo acreedor a causa de su desobediencia (“En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado”. Génesis 3:19)
El propio Jesús reconoció que la vida del hombre era una carga agotadora y nos hace una invitación, que muchos ya hemos aceptado, sin embargo, la mayoría la desechan: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28–29.
¿Por qué muchos desechan esta invitación? Por INCREDULIDAD. Fue lo que Satanás sembró en Eva, Eva en Adán y ambos la pasaron como una herencia perversa a su descendencia, la que ya no fue a imagen y semejanza del Creador sino que resultó a imagen y semejanza de sus progenitores, es decir, con el germen de la incredulidad en sus corazones y actuaron de esta forma desde que nacieron y tuvieron uso de razón. Se encuentran agobiados por el peso del pecado que los gobierna (aunque lógicamente no están dispuestos a reconocer abiertamente esta realidad) pues el orgullo que también Satanás instaló en el corazón del ser humano lo lleva a desconocer que es incapaz de resolver su problema sin acudir a su Creador.
En este punto estamos y nos encontramos con una advertencia que de ser desatendida te costará la condenación eterna:
“Procuremos pues de entrar en aquel reposo; que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”.
¿Cuál es el ejemplo de desobediencia a que se refiere Pablo aquí? Es la conducta de aquellos que se negaron a entrar a conquistar la Tierra Prometida por lo que Dios los sentenció “Juré, pues, en mi ira: No entrarán en mi reposo” (3:11) e inmediatamente Pablo nos aconseja: “Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (3:12), la incredulidad es la base de la condenación, es un pecado gravísimo que el hombre, en su liviandad para considerar a Dios, no le toma el peso. Es uno de los mensajes más potentes que hemos encontrado en lo que llevamos de esta epístola, la desobediencia a Dios, la rebelión del hombre contra su Creador le acarrea el juicio de Dios, un juicio que sólo puede ser de condenación: “El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Juan 3:36
No encontraremos en toda la Biblia una realidad distinta para los hombres y mujeres sin Dios en sus corazones, la ira de Dios está sobre ellos, tal vez no encontramos, en toda la Biblia, un versículo más aterrador que Hebreos 10:31 que afirma “Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo”, el orgullo lleva a la inconciencia del pecador y lo hace vivir sin estar aterrorizado ante esta realidad.
Cuando lees “Procuremos pues”, debes reflexionar en la responsabilidad que tienes al haber oído la Palabra de Dios, debes entender que la perseverancia sincera, en los caminos del Señor, es una señal de que eres hijo de Dios, ésta perseverancia no es el resultado de un esfuerzo humano, sino que el resultado de una vida transformada, por el poder del Espíritu Santo, para vivir para Dios. Cuando Pablo afirma a los hermanos de la Iglesia de Filipos: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” Filipenses 1:21, lo que está expresando es su profundo deseo de entrar en el reposo celestial que espera a todo creyente y a la vez su anhelo de que la predicación del evangelio haya sido eficaz en cada miembro de la congregación. Es el evangelio que la Biblia nos presenta en cada una de sus páginas el que debe ser creído y obedecido, es único.
Tal como Pablo advertía a los judíos de sus días “que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”, nuestro interés es que ningún asistente a la iglesia termine sus días en condenación por causa de la incredulidad que permitió alojar en su corazón y, que le impidió reconocer a Jesucristo como su Salvador y Señor, negándose a entregar su vida en arrepentimiento sincero de sus pecados, fijando su fe en Cristo y sólo en Cristo. De no atender a la Palabra de Dios, esa misma Palabra será la que lo juzgará y condenará por incredulidad (“El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” Juan 12:48).
Cuando nos detenemos a pensar que lo justo para toda la humanidad, nosotros incluidos, es la condenación eterna y que por la gracia de Dios y “por el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:5) hemos sido librados de tener que enfrentar la justicia de Dios, no podemos hacer otra cosa que volver nuestra mirada al Señor y reconocer que inmerecidamente hemos sido acogidos en los brazos de nuestro bendito Salvador ¿cómo vamos a actuar con tanta ingratitud al punto de olvidar todo lo que Él ha hecho por nosotros?
“Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres se manifestó, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente, esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, que se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Tito 2:11–14.
Luego de aconsejarnos Pablo, de una manera inclusiva al decirnos: “Procuremos pues entrar en aquel reposo; que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. Pone en nuestras manos la solución para todo creyente:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.
Pablo en este versículo afirma que la Palabra de Dios “es viva y eficaz” no puede ser de otra manera, es el reflejo de su autor, nuestro bendito Dios. Recordemos que Pablo está dirigiéndose principalmente a los “hermanos santos, participantes de la vocación celestial” (3:1), ya vimos que eso lo hace un mensaje con aplicación a todos los creyentes, al estar incluidos en este sermón, como oyentes, debemos prestar atención a la exhortación.
Vemos aquí que la Palabra de Dios siempre es viva y eficaz, pero a la vez existe en forma implícita, el reconocimiento de que la Palabra de Dios no es igualmente eficaz en todos:
- En los escogidos, regenerados, lavados, justificados y santificados ejerce todo su poder transformador, a partir de reconocer nuestra indignidad ante Dios y determinarnos a seguir el consejo de Pedro: “Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios…” 1ª Pedro 5:6que la Palabra de Dios obra con todo su poder en nuestras vidas, ella es viva, su vigencia es eterna, es permanente, no está sujeta a cambios temperamentales, tiene el mismo poder que la palabra dicha por Dios al momento de la Creación, cuando no hubo elemento que se resistiera a la orden dada por el Verbo, bastó que dijera: “sea tal o cual cosa” y eso fue. Es eficaz en los creyentes, pues se hace vida en nuestros corazones y es parte activa en el proceso de santificación (“alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”), proceso necesario en la vida de cada redimido, nuestro objetivo es llegar a ser como Cristo y sólo por la acción poderosa de la Palabra de Dios obrando en nuestro corazón eso se hará realidad, recordemos la promesa “Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” Filipenses 1:6 y uno de los elementos fundamentales en este proceso de perfeccionamiento es la Palabra revelada por Dios que es la Biblia, inspirada de principio a fin, autoritativa para entregar los principios de vida que deben caracterizar a cada hijo de Dios.
- Por otro lado están los inconversos, todos aquellos que han rechazado o que rechazan el llamado de Dios, para ellos la Palabra de Dios también es viva y eficaz, pero lamentablemente para ejercer su juicio contra la rebeldía del inconverso y será muy eficaz en condenarlo eternamente por su incredulidad a la Palabra de Dios.
Hablando entonces de las consecuencias que tiene en la vida, de hombres y mujeres, el efecto de la Palabra de Dios, concluimos que es vida eterna para unos y condenación eterna para los otros, somos llamados a tomar conciencia de que: “no hay cosa criada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (v.13). Ante la presencia de Dios nada pasa inadvertido, la expresión “desnudas y abiertas”, significa que todo está expuesto a los ojos de Dios, todo queda registrado, hasta tus pensamientos están registrados, aquellas cosas que hasta ahora has pensado que son exclusivamente tuyas, ¿qué te parece esto? “Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda”. Salmo 139:4, llegará un día, que para muchos será terrible pues todas esas cosas secretas, hasta ese momento, saldrán a la luz. “Porque Dios traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala” Eclesiastés 12:14. Todo el que llegue confiando en sus propios méritos, se encontrará ante la cruda realidad de que todo aquello por lo cuál se enorgulleció, mientras vivía, ante la santidad de Dios no es más que un espejismo “Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y podrida llaga: no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” Isaías 1:5–6 e Isaías 64:6 “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”. Salomón nos da el motivo de esto: “Hay generación limpia en su opinión, si bien no se ha limpiado su inmundicia” Proverbios 30:12.
Vivamos con temor de Dios. Considera todo lo que Él estuvo dispuesto a hacer por ti y “…éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en secreto…” Mateo 6:6 entrégale tu vida al Señor cada día, deja que Él ocupe el primer lugar en ella. El creyente no enfrentará el juicio de Dios como lo tendrán que hacer los inconversos, la culpa de nuestros pecados ya ha sido cancelada totalmente, nuestra hoja de vida ha sido “formateada”, puesta en blanco, cada pecado ha sido eliminado por la gracia de Dios. “Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Isaías 1:18. “Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados. Bienaventurado el hombre a quien no imputa Jehová la iniquidad, y en cuyo espíritu no hay superchería. Salmo 32:1–2.
Simplemente termino esta reflexión con algunos versículos de la carta que Pablo dirigió a los hermanos de la iglesia en Roma:
“¿Pues qué diremos? Perseveraremos en pecado para que la gracia crezca? En ninguna manera. Porque los que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
…Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre juntamente fue crucificado con él, para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado… No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que le obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado por instrumentos de iniquidad; antes presentaos a Dios como vivos de los muertos, y vuestros miembros a Dios por instrumentos de justicia.
Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Romanos 6:1,2,6,12–14.
Amén.