HEBREOS 2, 1-4
Hebreos 2:1–4 – Una salvación más grande
1 Por tanto, es menester que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, porque acaso no nos escurramos.
2 Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda rebelión y desobediencia recibió justa paga de retribución,
3 ¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, ha sido confirmada hasta nosotros por los que oyeron;
4 Testificando juntamente con ellos Dios, con señales y milagros, y diversas maravillas, y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.
Continuemos considerando algunos aspectos que encontramos en la epístola a los Hebreos.
Hoy iremos a los primeros versículos del Capítulo 2. En la primera parte de la epístola a los Hebreos, Pablo está tratando el tema de la Superioridad de Cristo en cuanto a su posición, ya consideramos la grandeza de su poder y su posición como parte de la Santísima Trinidad, su misión de traernos el mensaje del evangelio, removiendo el misterio que encerraban las profecías que a él se referían y que encontramos en el Antiguo Testamento.
Para que comprendamos mejor el mensaje que encontramos en estos versículos, debemos precisar a quienes los dirigió el apóstol Pablo. Comentamos en el primer mensaje de Hebreos que esta epístola fue dirigida a tres grupos de los judíos contemporáneos al escritor de la carta, a saber, judíos creyentes, judíos incrédulos que participaban en la iglesia intelectualmente convencidos del evangelio pero no convertidos y judíos incrédulos que se sentían atraídos por el evangelio y Cristo pero tenían distancia con la iglesia. Lo que veremos hoy, inicialmente fue dirigido al segundo grupo, es decir, personas que participaban en la iglesia valorando el evangelio, encontrándolo bueno, personas convencidas pero no convertidas, un grupo de personas que existe en todas las congregaciones.
Luego de haber desarrollado el tema de la superioridad de Cristo, dada por su función de creador y sustentador de todo lo que existe, que sólo Él puede perdonar pecados pues cargó sobre sí el peso de ellos, que fue exaltado y que es la revelación plena del evangelio, mensaje que hasta ese momento había sido un misterio revelado progresivamente a través de todo el Antiguo Testamento, ahora Pablo nos lleva a reflexionar sobre la grandiosa salvación que Dios ha puesto a nuestra disposición por medio de su Hijo.
La expresión “por tanto” con que se inicia el párrafo que consideraremos, nos advierte que lo que se viene, es consecuencia de lo ya planteado y que debemos prestar especial atención.
Recordemos que Pablo se está dirigiendo en estos versículos a personas convencidas de las bondades del evangelio pero que no han entregado aun su vida a Dios. Lamentablemente hay muchas de estas personas participando de la iglesia, personas que conocen la verdad, piensan que la creen porque reconocen en el evangelio una gran verdad, pero no están dispuestas a entregarle sus vidas a Jesucristo. El final que espera a estas personas es tan lúgubre como el final del pecador más malvado y ruin: la condenación eterna en el infierno, porque dejan pasar el llamado de Dios, sin embargo, la misericordia y paciencia del Señor se hace presente:
“El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” 2ª Pedro 3:9
Los versículos que estamos considerando hoy son una amorosa invitación a revisar nuestra relación con Dios, Él no sólo quiere que reconozcamos a Cristo y lo admiremos simplemente, Él quiere que lo reconozcamos y le entreguemos nuestra vida completa a Él.
Por tanto, es menester que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, porque acaso no nos escurramos.
El versículo entrega la advertencia de modo que no queda lugar a dudas:
Es necesario que prestemos atención con prontitud, sin dejarlo para mañana, sino que, ahora ya, ¿a qué? al mensaje del evangelio, no somos dueños de nuestra vida, no podemos confiarnos en que puedo dejar esto para más adelante, como muchos convencidos de las bondades del evangelio plantean: soy joven, quiero vivir la vida, cuando sea de edad más avanzada, ya tendré tiempo para ocuparme de estas cosas, aun no, etc.
La atención a la llamada del evangelio requiere de nuestra atención ahora. No es una llamada para dejarla pasar, Pablo nos dice que debemos ser diligentes en atender ese llamado, es decir, no debemos postergarlo para después, no olvides que no eres dueño de tu vida. La Palabra de Dios tiene ésta advertencia: “En tiempo aceptable te he oído, y en día de salud te he socorrido: he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud (salvación)” 2ª Corintios 6:2.
La urgente diligencia con que Pablo llama a los convencidos de las bondades del evangelio obedece justamente a que nadie es dueño de su vida, no vaya a ser que por estar esperando el día de mañana se te vaya la vida sin percatarte que tus cuentas con Dios no las tenías arregladas. Si hubiera más posibilidades, no plantearíamos esto con el sentido de urgencia que lo hacemos, pero la realidad es que sólo tienes una vida y en esta vida, es la voluntad de Dios que la humanidad emplee el tiempo en buscar su rostro, sin embargo, buscan satisfacer sus propios instintos pecaminosos y la vida se les escurre como agua entre los dedos, hemos conocido casos de personas llamadas al evangelio cuando jóvenes que dejaron pasar el tiempo y ya con edades avanzadas, casi sin fuerzas han entregado sus vidas al Señor y es cierto que el gozo del Señor los ha colmado pero el testimonio de ellos es un lamento profundo: “porqué espere tanto y malgaste mi vida en cosas vanas” es como la dramática advertencia de Proverbios 5:9 – 14
Porque no des a los extraños tu honor, y tus años a cruel; porque no se harten los extraños de tu fuerza, y tus trabajos estén en casa del extraño; y gimas en tus postrimerías, cuando se consumiere tu carne y tu cuerpo, y digas: ¡Cómo aborrecí el consejo, y mi corazón menospreció la reprensión;
Y no oí la voz de los que me adoctrinaban, y a los que me enseñaban no incliné mi oído!
Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación”
Este caso, que relata Salomón, es muy triste y lamentablemente, también muy habitual. Especialmente vemos jovencitos que han conocido el evangelio desde pequeños, pero pareciera que nunca se arrepintieron de sus pecados y acudieron al Señor con fe, es muy posible que nunca lo recibieron en sus corazones y llega el momento en que creen que ya son grandes, que pueden tomar sus propias decisiones y lo primero que hacen es olvidarse del evangelio y salir a vagar por el mundo, que resulta ser su hábitat natural si no eran creyentes, dejando la iglesia y la comunión con los santos.
Hermanos, estas palabras del apóstol Pablo son muy solemnes, debemos considerarlas con mucha reverencia y temor de Dios.
El apóstol continua su reflexión:
“Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda rebelión y desobediencia recibió justa paga de retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud (salvación) tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, ha sido confirmada hasta nosotros por los que oyeron.”
Pablo está recordando el papel de heraldos de los ángeles en el Antiguo Testamento (Génesis 19 (Lot sacado de Sodoma), Deuteronomio 33:1,2; Salmo 68:17, ambas citas recuerdan lo ocurrido en Sinaí al momento de entregar Jehová la Ley a Moisés) entregando mensajes de juicios certeros, y dejando claro que las criaturas no pueden doblegar la Palabra de Dios, pues de pretender ser así, se encierra el pecado del hombre en dos acciones: rebelión y desobediencia ambas con el justo pago por parte de Dios.
Rebelión o transgresión, es pasar deliberadamente el límite establecido por Dios en la ley, es hacerlo a propósito, como una expresión de independencia de Dios, que al hombre lo llena de orgullo pero a la vez lo empuja a la condenación eterna, es un pecado.
Desobediencia, es la actitud de cerrar nuestros oídos para no oír la Palabra de Dios y tomar el camino propio, sin prestar atención al consejo de la Palabra de Dios. Tal vez este sea el caso de muchos jóvenes.
“El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace”. Santiago 4:17
Mientras la rebelión es un pecado por comisión, la desobediencia es por omisión, pero ambos son pecados, ambos son una ofensa grave a la santidad de Dios, ambos merecen el castigo y la aplicación de la sentencia de Dios sobre el pecado: la muerte. Muchos echan a volar la imaginación y cómo han escuchado que Dios es amor, se aferran sólo al amor de Dios y razonan para sí, de alguna manera Dios me aplicará su amor, pero debemos advertir fuerte y claro que Dios es amor pero también es justicia y que en su justicia ha establecido una sentencia:
“El alma que pecare, esa morirá: el hijo no llevará por el pecado del padre, ni el padre llevará por el pecado del hijo: la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”. Ezequiel 18:20
Con Dios no podemos jugar, su justicia siempre se cumplirá, de eso atestigua sin dudas toda la historia del Antiguo Testamento. Todo pecado ha recibido su justa paga de retribución.
Estas palabras debemos tenerlas muy presente porque lo que afirman es que hay un juicio para quienes no reciban a Cristo como Salvador.
Ahora viene una pregunta que debe hacernos meditar con profundidad en nuestra relación con el Señor:
“¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salud (salvación) tan grande? La cual, habiendo comenzado a ser publicada por el Señor, ha sido confirmada hasta nosotros por los que oyeron.”
Para los creyentes, esta pregunta nos debería llevar a volver nuestra mirada al Señor y expresarle gratitud por haber sido objeto de esta salvación que nos ha librado de la condenación eterna, salvación que jamás perderemos, porque no depende de nosotros, depende de Dios, él es inmutable, no cambia, su ánimo es constante, no es víctima de cambios de humor como si lo somos nosotros.
En realidad debemos aclarar que esta no es una pregunta para los creyentes, nuestra salvación nunca ha estado ni estará en peligro.
Tampoco es una pregunta para alguien que jamás ha escuchado el evangelio, porque obviamente no puede ejercer alguna acción sobre algo que desconoce.
La pregunta está dirigida a todas las personas que conociendo el evangelio, están convencidos de todas sus virtudes pero, hasta ahora, no lo han recibido para sí mismos. El evangelio es una relación personal que se establece entre Dios y cada hombre que acude a sus pies en arrepentimiento y fe que sólo la sangre de Cristo el Hijo de Dios limpia de todo pecado. Refiriéndose a Dios, Pablo le escribe a Timoteo:
“El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos…”. 1ª Timoteo 2:4–6
Amigo que nos acompañas, la esencia del evangelio es sencilla:
- Todos nos hemos rebelado contra Dios, hemos pecado, hemos transgredido o pasado por alto la ley de Dios y por esa rebelión y desobediencia merecemos la condenación eterna, es un castigo indescriptible, imposible de imaginar en esta vida, pero es el castigo justo que merecen nuestros pecados, porque con ellos hemos ofendido la santidad del Dios infinito, luego nuestra culpa está en relación al ser a quien hemos ofendido.
Ahí está en juego la justicia de Dios, que no puede ser pasada por alto.
- Sin tener nada que poder hacer nosotros para remediar nuestra situación, Dios estuvo dispuesto a tomar nuestro lugar y sufrir el castigo por nosotros, envió a su Hijo a este mundo, nació para morir, nació para tomar tu lugar y dar su vida por ti y por mí, por cada uno de los escogidos por Dios. Fue a la cruz, sufrió el más cruel castigo de muerte que jamás la mente diabolizada del hombre haya inventado, hablando de Jesús la Palabra de Dios afirma:
“El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios: sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:6–8
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16
Aquí vemos en todo su esplendor el amor de Dios.
- Luego de expiar nuestros pecados en la cruz y ser depositado su cuerpo en un sepulcro, al tercer día Dios lo levantó glorioso y triunfante, mediante la resurrección Dios mostró su satisfacción por el sacrificio hecho, su justicia fue cumplida totalmente, ahora la pone a nuestro alcance.
“El cual fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación.
Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo:
Por el cual también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Romanos 4:25–5:2.
- Ahora el evangelio está ante ti. Dios lo hizo todo porque eras incapaz de hacer algo para volver a estar a cuentas con tu Creador. Sólo debes acudir a Él con un pesar profundo por haberlo ofendido con tus pecados y pedirle tan simplemente que te perdone por la gracia que hay en Cristo Jesús.
Pablo concluye este párrafo diciendo respecto de la gran salvación que Dios ha preparado para la humanidad que: “ha sido confirmada hasta nosotros por los que oyeron; testificando juntamente con ellos Dios, con señales y milagros, y diversas maravillas, y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”, aquí el apóstol se refiere a todos los creyentes que ya daban testimonio del cambio tremendo operado en ellos por el poder del evangelio.
Como iglesia, nuestra tarea es proclamar el evangelio o buenas nuevas de salvación, es cumplir el llamado que leemos en 2ª Corintios 5:20: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.
Amen.