Hebreos 11,32-40 – parte 2, Conclusión
Hebreos 11:32–40 – parte 2, Sólo la fe sostiene a los hijos de Dios.
32 ¿Y qué más digo? porque el tiempo me faltará contando de Gedeón, de Barac, de Samsón, de Jephté, de David, de Samuel y de los profetas:
33 Que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones,
34 Apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños.
35 Las mujeres recibieron sus muertos por resurrección; unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección;
36 Otros experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y cárceles;
37 Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;
38 De los cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
39 Y todos éstos, aprobados por testimonio de la fe, no recibieron la promesa;
40 Proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen perfeccionados sin nosotros.
Así estamos llegando al final de la galería de héroes de la fe que presenta el apóstol en este ilustrativo capítulo, hoy veremos la conclusión de este hermoso cap. 11 de la epístola a los Hebreos.
Espero que la gracia del Señor sea con cada uno de nosotros al meditar en que sólo la fe sostiene a los hijos de Dios.
Vivimos en tiempos de gran incertidumbre, aparentemente nada es seguro, no hay seguridad en la salud, en el trabajo, en desplazarse por la ciudad, en el tipo de leyes que se reciben prehechas desde organismos internacionales y que los legisladores sólo aprueban sin cuestionarse su legitimidad, en la educación que recibirán los hijos pequeños de las familias de la Iglesia, es un mundo realmente caótico.
Si no fuera por el evangelio, que nos ha transformado viviríamos en ascuas en la misma inseguridad en la que el mundo vive hoy.
Pero el evangelio trae a las personas seguridad y certeza, algo que el hombre común ansía y busca pero que nunca encontrará a menos que acuda a la Palabra de Dios. Esta es sin duda nuestra primera conclusión al estar concluyendo nuestra revisión de este capítulo.
32 ¿Y qué más digo? porque el tiempo me faltará contando de Gedeón, de Barac, de Samsón, de Jephté, de David, de Samuel, y de los profetas:
El apóstol, luego de haber presentado en detalle algunos ejemplos para mostrarnos la maravilla de la fe, lo hace extensivo a toda la Iglesia y para instarnos a estudiar la Palabra de Dios, menciona solamente a cuatro jueces que desempeñaron sus ministerios en un tiempo caracterizado por la infidelidad del pueblo, enfrentando a poderosos enemigos, muy superiores a sus fuerzas si la medían con la vara del hombre.
Recordemos brevemente:
Gedeón con tan sólo 300 hombres, unos cántaros de greda, antorchas y bocinas lograron la victoria sobre el gran ejército de los madianitas, quienes al oír el grito de guerra “¡La espada de Jehová y de Gedeón!” Se turbaron y embistieron unos contra otros, eran hombres entrenados en la lucha pero cuando Dios turba la mente del hombre, no hay quien cambie las cosas.
Unos años antes, Barac, guiado por el consejo de Débora enfrentó y destruyó al ejército de los cananeos liderados por Sísara, una vez más no eran comparables las fuerzas entre un ejército y otro, pero la mano de Jehová fue con su pueblo, así como lo es y será con nosotros si mantenemos firme nuestra profesión de fe, sin dejarnos arrastrar por el mundo a lo que son sus intereses humanistas, reflejados en movimientos como los grupos LGBT, o el movimiento feminista, por mencionar sólo dos ejemplos, todos ellos negando los principios que Dios estableció en su Palabra desde los mismos orígenes de todo lo que existe. Cuídate hermano de no deslumbrarte con lo que el mundo te ofrece, no nos olvidemos de la experiencia de Eva en Génesis 3 prestando atención a Satanás y acarreando para todos las consecuencias del pecado que desde entonces todas su descendencia fue heredando y pasando así de generación en generación hasta nuestros días.
Llama la atención que estén incluidos en esta lista Jefté y Samsón, tal vez, si nos hubieran preguntado, no los habríamos incluido en una nómina tan sublime de héroes de la fe, que son ejemplos de vida para el pueblo de Dios de todos los tiempos. Sólo quiero recordar que el Espíritu Santo guio a Pablo para escribir este capítulo sin cometer error alguno, esto nos debe llevar a pensar con más cuidado cuando revisamos la vida de estos dos jueces.
Continúa el apóstol mencionando a David, con lo que incluye a todos los reyes que buscaron el rostro del Señor para sostener su reinado y concluye mencionando a Samuel y los profetas, lo que nos está mostrando que desde sus orígenes el pueblo de Dios fue establecido por fe y que se mantuvo por fe hasta el final, cumpliendo Dios todo lo que había establecido en la eternidad para llevar a cabo el Plan de Redención de la humanidad, toda la historia que Pablo nos recuerda resumidamente en este capítulo es un recuerdo de los personajes de la historia que Dios ocupó para cumplir aquel Pacto de Redención glorioso que preparó antes de la fundación del mundo, que entre otras cosas significó que por la soberana voluntad de Dios hubiéramos sido escogidos para ser sus hijos.
33 Que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones, 34 apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños.
Sin duda, un objetivo central de este capítulo es ilustrar que la fe ha sido y es un rasgo distintivo del pueblo de Dios de todos los tiempos, el apóstol atribuye todo lo que es digno de elogio, en cada uno de los personajes mencionados, a la fe.
Aunque no hubo ninguno de ellos cuya fe no flaqueara en más de una ocasión, su débil e imperfecta fe contó con la aprobación de Dios, quien los fortaleció para que salieran victoriosos de cada prueba, de la misma forma, mientras estemos en este cuerpo marcado por el pecado muchas veces nuestra fe mostrará debilidades, pero eso no es razón para bajar los brazos y apartar nuestra vista del Señor. Recordemos 1ª Corintios 15:53–58
“Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?
Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y la potencia del pecado, la ley.
Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo.
Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es vano.”
Como en el pasado Dios fortaleció la fe de sus siervos, incluso en la debilidad de ellos, así también el Señor estará pronto a fortalecer tu fe en él.
Sólo atiende a sus palabras en Proverbios 23:26 “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”.
35 Las mujeres recibieron sus muertos por resurrección; unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección; 36otros experimentaron vituperios y azotes; y a más de esto prisiones y cárceles; 37fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras , pobres, angustiados, maltratados; 38de los cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
39 Y todos éstos, aprobados por testimonio de la fe, no recibieron la promesa; 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen perfeccionados sin nosotros.
La historia del pueblo de Dios está fuertemente marcada por una lucha descarnada entre el creyente y Satanás y sus huestes, así ha sido desde Génesis 3 hasta nuestros días.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires”. Efesios 6:12.
En estos versículos el apóstol se refiere a otros héroes de la fe, los que a la vista del mundo pueden dar la impresión de haber sido considerados en menos por Dios, porque enfrentaron situaciones de una dureza extrema, sólo la fortaleza de la fe los sostuvo sin claudicar, presten atención a lo que tuvieron que vivir: fueron estirados, esto es puesto en máquinas donde los amarraban de los brazos y de las piernas y comenzaba a estirarlos hasta descoyuntarlos, mientras sus torturadores los invitaban a retractarse o a rendir culto a sus dioses, sin embargo, mantuvieron firme su profesión de fe.
Permítanme recordar el ejemplo de un mártir del segundo siglo, Policarpo, discípulo del apóstol Juan y pastor en la iglesia en Smirna, a los 85 años fue impelido por los romanos a quemar incienso al emperador y renegar de su fe en Cristo, su respuesta fue: “Durante ochenta y cinco años he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. ¿Como puedo ahora blasfemar de mi Rey que me ha salvado?” Acto seguido fue quemado en la hoguera y traspasado su costado por una lanza.
Se dice que Jeremías murió apedreado e Isaías aserrado en dos, ante la adversidad que encontraron los profetas por denunciar la infidelidad del pueblo debieron vivir en forma muy precaria, pero eso no los amedrentó para callar el mensaje de advertencia aunque en eso se le fuera la vida, los movía un interés superior, como lo afirma Jesús:
“Cualquiera pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos. Y cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 10:32–33.
A veces y porque Dios conoce nuestro corazón, la aflicción resulta ineludible, el hijo de Dios, motivado por la fe en el Señor sabe y debe tomar conciencia que las pruebas y aflicciones templan la fe del creyente:
“Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo: por el cual también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.” Romanos 5:1–5.
Recordar esto es muy oportuno en nuestros días, si Dios pone a prueba nuestra fe hoy, al enfrentar situaciones difíciles no debemos pensar que nos ha abandonado, eso jamás ocurrirá con un hijo de Dios.
La evaluación de la realidad que hace Dios es totalmente opuesta a la que hace el mundo, el mundo no era digno de estos héroes de la fe, los que por haber resistido firmes en la fe, un día recibirán la resurrección y la recompensa que nuestro Padre Celestial tiene reservada para ellos por la eternidad, ellos son un ejemplo vívido de lo que leemos en Romanos 8:18 “Porque tengo por cierto que lo que en este tiempo se padece, no es de comparar con la gloria venidera que en nosotros ha de ser manifestada”. Y como el apóstol Pedro anhelaban y estaban preparados “Para una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos para nosotros que somos guardados en la virtud de Dios por fe, para alcanzar la salud que está aparejada para ser manifestada en el postrimero tiempo”. 1ª Pedro 1:4–5
Dios no nos promete que nos librará de sufrimientos y aflicciones, al contrario, Jesús nos desafía a tomar nuestra cruz y seguirle. “Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” Marcos 8:34–35.
Pedro, nos exhorta a aprender a vivir sufriendo aflicciones por Cristo: “Antes bien gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo; para que también en la revelación de su gloria os gocéis en triunfo.” 1ª Pedro 4:13.
Los sufrimientos descritos no me dejan indiferente cuando pienso que nuestro bendito Salvador vivió situaciones similares y teniendo en sí mismo el poder para librarse de todos sus verdugos, mientras le gritaban a otros salvo y no puede salvarse a sí mismo, se mantuvo ahí hasta dar su vida por nosotros. Los profetas sufrientes del Antiguo Testamento fueron un tipo del profeta perfecto que estaba en ese entonces por venir. Esta es la idea que vemos en 1ª Pedro 1:10–11 “De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas.”
Hoy, ellos junto a todos los redimidos de la humanidad disfrutan junto a nuestro Padre Celestial, su Hijo que fue inmolado por nosotros y el Espíritu Santo y lo harán por toda la eternidad, vivieron días contados pasando pruebas indecibles, vivirán días incontables alabando al Dios que los sostuvo en medio de las pruebas. Esa es la recompensa que no sólo ellos, sino también nosotros tendremos y será el triunfo de la fe.
Amén.
Smirna, 21.03.2021