Hebreos 11,1 -3 – parte 1 – Qué es la fe
“¿Qué es la fe?” – Hebreos 11:1–3
1 Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.
2 Porque por ella alcanzaron testimonio los antiguos.
3 Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía.
Por la gracia de Dios hoy llegamos a este monumental capítulo de la epístola a los Hebreos. Conocido como “La galería de los héroes de la fe”. El apóstol hace un recorrido por los personajes del Antiguo Testamento e ilustra como desde los tiempos de Adán, Dios ha honrado la fe, no las obras y vemos cómo cada uno de los personajes que el apóstol trae ante nosotros da testimonio del valor que tiene vivir por fe.
Si deseamos conocer el momento cúlmine de la fe en estos héroes del Antiguo Testamento, Pablo aquí lo revela al referirse especialmente a ese momento en cada uno de los ejemplos que presenta y desarrolla.
Sorprende la mención que hace de algunos de los personajes del Antiguo Testamento, tales como Sansón y Jefte, del tiempo de los jueces, pero eso a la vez es un llamado a estudiar con especial atención no sólo el caso de ellos sino que todo el mensaje de la Palabra de Dios. Recorrer esta galería debe ser un motivo de aliento para nuestra débil fe.
Al enfrentar este capítulo, considerar el contexto histórico es muy relevante para entenderlo. Los judíos en los tiempos de Jesús habían abandonado el espíritu de la Ley y todo lo veían o evaluaban bajo el prisma de las obras, habían llegado a establecer un ritual y legalista cumplimiento que aparentaba satisfacer las exigencias de la Ley, pero el corazón de ellos estaba muy lejos del Señor al cual decían adorar, como lo refleja la profecía de Malaquías:
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor: si pues soy yo padre, ¿qué es de mi honra? y si soy señor, ¿qué es de mi temor?, dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?
Que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos amancillado? En que decís: La mesa de Jehová es despreciable.
Y cuando ofrecéis el animal ciego para sacrificar ¿no es malo? asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo ¿no es malo? Preséntalo pues a tu príncipe: ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.” Malaquías 1:6–8.
En nuestros días la situación no es muy diferente, hay un desprecio total por las cosas de Dios, el mundo está centrado en sí mismo, piensan que pueden justificarse a sí mismos, pero siempre Dios a despreciado todos los sistemas de obras que el hombre ha intentado establecer porque todos son una expresión de desprecio por el sacrificio perfecto del Hijo de Dios en la cruz. Nunca habrá algo capaz de reemplazar la vida del Hijo de Dios para establecer la reconciliación del hombre con Dios. Dios nunca redimió al hombre por las obras, siempre ha sido por la fe:
“He aquí se enorgullece aquel cuya alma no es derecha en él: mas el justo en su fe vivirá.” Habacuc 2:4.
Dios siempre ha honrado la fe, no las obras. Las obras siempre llegan como un resultado de la fe, nunca como un medio para la salvación.
Vamos entonces a nuestro texto.
“Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.”
Es necesario recordar lo que el apóstol ha escrito en las líneas que anteceden a estos versículos, pues ese es el contexto de estas palabras, y sin él podemos errar en nuestra conclusión:
“No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón: Porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Porque aún un poquito , y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
Ahora el justo vivirá por fe; mas si se retirare, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma.” Hebreos 10:35–39.
Luego vemos que lo que Pablo nos está enseñando es que la fe es inseparable de la paciencia. Juan Calvino al meditar en esto escribe en su comentario “No alcanzaremos la meta de la salvación sin paciencia, pues el profeta (recordemos que Pablo acaba de citar Habacuc 2:4) declara que el justo vive por fe; y la fe nos dirige a las cosas que están lejos y que aún no disfrutamos, entonces ésta (la fe) necesariamente incluye paciencia”.
Al considerar así las cosas, lo que normalmente se presenta como una definición de fe no es así, aquí el apóstol lo que está haciendo es confirmar la relación íntima que existe entre la paciencia y la fe.
La fe es algo que para el creyente es concreto, en nuestra versión se menciona como la sustancia, es la misma palabra que también se traduce certeza y a lo que Pablo nos quiere llevar es a la convicción cierta dada por Dios en el presente de una realidad que nos espera en el futuro que es inconmovible, claramente no esperamos algo que tenemos a la mano, sino lo que aun está por venir en el futuro, esta misma idea es la que encontramos en Romanos 8:24 “Porque en esperanza somos salvos; mas la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?” luego debemos aplicar paciencia para esperar lo que nuestro Padre Celestial tiene reservado para sus hijos.
El vers. 1 está compuesto por dos frases que en sí mismo son similares que nos muestran ciertas características básicas de la fe que son relevantes par comprender el mensaje que el apóstol quiere entregar a continuación.
Lo que se nos revela en este texto es la voluntad de Dios de revelarnos cosas aún ocultas para nosotros, son realidades que nuestros sentidos no pueden alcanzar pero que Dios por el poder de su palabra nos pone en conocimiento de ellas y desde ese mismo momento se transforman en realidades concretas en la vida de quienes han sido escogidos desde la eternidad, lavados sus pecados en la sangre de Cristo, santificados o apartados del mundo por el Espíritu Santo y justificados por el decreto divino en que el Padre nos declara justificados, notemos que desde la eternidad en la redención de los pecadores ha estado involucrada la Trinidad, cada cual cumpliendo el rol asignado.
¿Qué es lo que esperamos? El cumplimiento de promesas maravillosas que son tan vívidas en el corazón del creyente que nos permiten esperarlas con la confianza absoluta de que llegado el momento Dios cumplirá su palabra.
Se nos ha prometido vida eterna, y considerando que nuestro Dios es eterno, no sujeto al tiempo como nosotros, Él afirma: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”, ya estamos viviendo en el privilegio de que pasaremos la eternidad alabando y glorificando a nuestro Dios en su presencia directa.
A pesar de vivir aun envueltos en pecados, enfrentando cada día la lucha entre el viejo y el nuevo hombre, con toda la aflicción que eso trae al corazón del creyente, se nos asegura una resurrección radiante:
1ª Tesalonicenses 4:13–17
“Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús.
Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros a los que durmieron.
Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.”
Dios prometió volver por su pueblo, y ya han pasado 2.000 años, 2.000 años que la iglesia ha mantenido sus ojos fijos en el cielo esperando el regreso de nuestro Señor, viviendo aflicciones, padeciendo necesidades, habiendo sido martirizados muchos creyentes, con la certeza que la experiencia de Esteban los sostuvo hasta el final
Hechos 7:55–60:
“Mas él, estando lleno de Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.
Entonces dando grandes voces , se taparon sus oídos, y arremetieron unánimes contra él; Y echándolo fuera de la ciudad, le apedreaban: y los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un mancebo que se llamaba Saulo.
Y apedrearon á Esteban, invocando él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”
¿Qué sería del hijo de Dios si no fuéramos sustentados por la fe?
Es por la seguridad sin lugar a dudas de todo lo que nos espera y que está por venir que el apóstol llama a “la fe la sustancia de las cosas que se esperan”. Es decir de cosas que todavía son objeto de esperanza y evidencia de cosas que no se ven. La fe nos permite vivir en una esperanza tan real que pone en nuestro corazón absoluta certeza.
Es maravilloso ver que esta esperanza movió a todos los patriarcas del Antiguo Testamento y es la misma que alcanza a nosotros los creyentes del final de la era de la gracia.
La fe no es un anhelo ferviente de que algo ocurra en un futuro incierto. No. La fe verdadera es la seguridad con certeza. No esperemos que el mundo comprenda esto, pues escapa totalmente a la supuesta racionalidad del hombre. Para el incrédulo todo esto está totalmente fuera de su ámbito comprensible.
Si hay algo que el mundo ansía es tener certeza de las cosas, pero poniendo la confianza sólo en ellos no lograrán jamás tener certeza, pues la única certeza que pueden tener es que les espera una condenación eterna y atroz, y no están dispuesto a prestar atención a esa realidad. Es por eso que junto con disfrutar de este texto bíblico que trae tanta paz y seguridad al creyente en medio de tanta violencia e inseguridad reinante en el mundo, no podemos dejar de presentar el glorioso evangelio, que se condensa en:
Que Cristo vino al mundo para morir por los pecadores, que fue crucificado y ahí murió como el sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, fue sepultado y al tercer día se levantó triunfante sobre la muerte derrotando el pecado y ofreciendo esta muerte sustitutiva a todo aquel que cree en Él para darle vida eterna. Hoy el hombre no tiene nada que hacer, todo lo hizo Cristo, sólo nos llama a tomar conciencia de nuestros pecados y espera que con un arrepentimiento sincero y genuino acudamos a Él confesándole nuestros pecados y pidiendo los perdone. Este es el evangelio, una relación exclusiva entre tú y Dios, no interviene otro hombre, nuestro mediador exclusivo es Cristo el Hijo de Dios, si alguien te ofrece otro mediador estás siendo engañado y sólo te mantendrás en condenación.
Sólo en Cristo y el evangelio hallarás certeza para tu vida y paz para tu corazón.
El v.2 es una afirmación que valida lo que afirma el v.1:
“Porque por ella alcanzaron testimonio los antiguos.”
La fe no es sólo una forma de conducir nuestra vida para agradar a Dios, sino que es la única forma de hacerlo. Unos versículos más adelante el apóstol afirma: “Empero sin fe es imposible agradar a Dios” Hebreos 11:6.
Cuando se habla de los antiguos, el apóstol se está refiriendo a los antepasados del pueblo hebreo de sus días, es decir, todas personas que vivieron bajo los pactos anteriores al pacto de gracia, y la declaración de este versículo es sorprendente, pues afirma que todos ellos alcanzaron el testimonio de la verdad únicamente aplicando fe en sus vidas. Es decir, todos ellos, desde el principio del mundo, fueron aprobados por Dios y unidos a Él sólo por la fe, y no por ninguna otra causa. De manera tal que a todos los santos del Antiguo Testamento fueron redimidos por fe de la misma manera como lo somos nosotros: “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: No por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8–9.
En los días de Pablo los judíos estaban orgullosos por ser descendientes en la carne de Abraham e interpretaban que este sólo hecho los hacía ser parte del pueblo de Dios, aunque vivían en absoluta oscuridad espiritual por sus propias obras, habiendo desechado la palabra de Dios y reemplazándola por ordenanzas humanas. Esta es la razón por la cuál Pablo escribiendo a los Romanos dice:
“No empero que la palabra de Dios haya faltado: porque no todos los que son de Israel son Israelitas;
Ni por ser simiente de Abraham, son todos hijos; mas: En Isaac te será llamada simiente.
Quiere decir: No los que son hijos de la carne, éstos son los hijos de Dios; mas los que son hijos de la promesa, son contados en la generación.” Romanos 9:6–8.
Esto nos confirma que sólo la fe en Cristo es la que salva, nadie nace salvo por la familia en que nació. Todos, llegando a la edad de tener conciencia de sus actos deben acudir a Dios por medio de Cristo para poner su vida a cuenta con Él.