Sirviendo al Señor

SIRVIENDO AL SEÑOR

Rvdo. Carlos E. Martínez Romero.
Iglesia Presbiteriana Fundamentalista Bíblica Belén, Chillán, Chile.
Domingo, 11 de febrero de 2007.

INTRODUCCIÓN

Sueño con una iglesia próspera. Me gusta ser ganador.

Me gustaría ver cómo el evangelio a través del mundo sobrepasa las estadísticas religiosas.

Tenemos al Dios vivo y verdadero. Al Dios que conoce a las personas, que tiene promesas y que las cumple con preciosas bendiciones. Hemos visto su mano generosa.

En el año 1981, fui sorprendido con los resultados de la iglesia naciente.

Durante cada servicio hubo convertidos. Una asistencia muy buena. Durante los primeros cinco años yo pensaba: ¿Hasta cuándo serán estas bendiciones? Lo cierto es que después de un poco más de un año, en 1983, ya se había constituido en iglesia, con una muy buena lista de miembros en plena comunión. En una sola noche hubo cuarenta convertidos. Pero siempre estaba pensando que en algún momento se iba a interrumpir el éxito. Hoy tenemos una iglesia hermosa. Ha disminuido el éxito. Pero se fortalece.

El mensaje del apóstol Pablo a los Romanos es el mismo que se repite hoy para las Américas, para las iglesias representadas en ALADIC. Un llamado a preocuparse del servicio al Señor de los señores, al Dios que nos ama, al Dios que durante toda nuestra vida está entregando el mejor de los servicios.

Ese Dios al que no se le olvida ninguno de los nombres de sus hijos y no se duerme, no descansa, está dando todos sus favores y misericordias. Ese es el Dios maravilloso, que nos llama hijos, transformándose en el Padre amoroso que penetra en nuestros pensamientos y se anticipa con su preocupación, para que no nos falte nada. A eso se llama servicio.

Por eso Pablo habla a los Romanos, diciendo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto. Y no os conforméis a este siglo; más reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1,2).

Y en nuestro versículo del programa: “En el cuidado no perezosos; ardientes en Espíritu; sirviendo al Señor” (Romanos 12:11) encontramos un mensaje personal, para usted y para mí; una enseñanza necesaria que debe pesar responsablemente en nuestros corazones, en nuestras acciones, en nuestro servicio.

Muchas veces nos encontramos cantando alabanzas que nos llenan el alma, pero ¿y el servicio?

Y allí están las palabras “Ganar a los perdidos, es nuestro gran deber, ganar a los perdidos, Cristo nos dará el poder, ganar a los perdidos y traerlos a Jesús, el Salvador, quien al mundo es amor y luz”.

O en aquellas que dicen: “Yo te sirvo porque te amo, tú me has dado vida a mí. No era nada y me salvaste…”.

O: “Gozo da servir a Cristo, en la vida al caminar, de alabanzas llena el alma todo el día sin cesar. Gozo da servir a Cristo, gozo que no tiene igual. Cada día puedo ver que me da de su poder; llena mi alma de su gloria celestial.”

O: “¿Quién será de Cristo? ¿Quién le servirá? ¿Quién ira en su ayuda, otros a traer? ¿Quién al mundo deja? ¿Quién batallará? ¿Quién será de Cristo? ¿Quién con él irá?”

O: “Yo quiero trabajar por el Señor, confiando en su palabra y en su amor, quiero yo cantar y orar y ocupado siempre estar en el campo del Señor”.

Hay un himno cuya música no conozco, pero cuya letra nos da un tremendo mensaje, que dice: “Levántate, cristiano, levántate y trabaja, no dejes que tu vida se pase en la inacción. El que en el ocio vive al Hacedor ultraja; no llena sus deberes ni cumple su misión. Si quieres que la vida te ofrezca mil encantos, si quieres que la dicha te inspire paz y amor, trabaja aquí por Cristo, sin miedo ni quebrantos, y un cielo de ventura verás en tu redor. Trabaja para el mundo, trabaja para el cielo, sembrando buenas obras, sembrando en profusión. Virtud es el trabajo, alivio y fiel consuelo, y siempre en él se encuentra de Dios la bendición”.

Y para esta hora nuestra parte es: “Sirviendo al Señor”. La parte C.

Creo que lo que embellece a la persona y su carácter es el servicio. Es distinguido aquel que hace uso de esta cualidad. Por lo tanto el servicio de los hijos de Dios es el deber que ennoblece al cristiano, haciéndolo distinguir entre todos los demás. La mejor preocupación de servicio al Dios y Padre nuestro corresponde ejercerla cada día, por todas las edades existentes en la familia de Dios. Corresponde servir a este Dios que tanto bien nos da y que nos trata en forma tan especial.

I. LA BIBLIA NOS HABLA DEL SERVICIO.

1. Dios lo ordena.

a) Éxodo 23:25: “Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de ti”;

b) Deuteronomio 10:12: “Ahora pues, Israel, ¿Qué pide Jehová tu Dios de ti?, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma”;

c) Salmo 2:11: “Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor”;

d) Efesios 6:7: “Sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres”;

e) Hebreos 12:28: “Así que, tomando el reino inmóvil, retengamos la gracia por la cual sirvamos a Dios con temor y reverencia”.

2. Debe ser ofrecido a Cristo.

a) Juan 12:26: “Si alguno me sirve, sígame: y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”;

b) Efesios 6:7: “Sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres; sabiendo que el bien que cada uno hiciere, esto recibirá del Señor…”.

3. Ejemplos de respuestas rápidas de servicio a Dios.

1º Reyes 19:19–20: “Partiéndose él de allí (Elías) halló a Eliseo hijo de Saphat, que araba con doce yuntas delante de sí; y él era uno de los doce gañanes. Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes (Eliseo), vino corriendo en pos de Elías y dijo: Ruégote que me dejes besar a mi padre y mi madre, y luego te seguiré”.

4. La alegría de servir.

a) Nehemías 12:43: “Y sacrificaron aquel día grandes víctimas, e hicieron alegrías; porque Dios los había recreado con grande contentamiento: alegrándose también las mujeres y muchachos; y el alborozo de Jerusalem fue oído de lejos”;

b) Salmo 40:8: “El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agradado”;

c) Salmo 126:6,7: “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; mas volverá a venir con regocijo trayendo sus gavillas”.

II. SIRVIENDO AL SEÑOR.

Es una acción en toda vida cristiana, es dispuesta por Dios. Es el testimonio cristiano manifestado por todo aquel que ama al Señor. Nunca debe estar ausente.

No se puede concebir a un cristiano sin el servicio al Señor. El que se llama cristiano, y no está presente sirviendo al Señor, no puede ser cristiano. Porque el que no sirve, simplemente no es del Señor.

Por lo mismo el Señor Jesucristo dejó responsabilidades a sus discípulos, y con ello a cada cristiano, hasta el día de hoy, al decir: “Id por todo el mundo, predicad el evangelio a toda criatura”.

Por eso cuando llamó a sus discípulos, los discípulos lo siguieron, estaban en todas partes con él. Le sirvieron, aprendieron de él, preguntaron. Hicieron su vida con Jesús. Hablaron a otros de Jesús. Fueron a todas partes llevando el evangelio de salvación, el evangelio de Jesús.

Sirvieron a Jesús, estableciendo iglesias en todas partes. Y mantuvieron pleno contacto con Jesús. Cuando estaban exponiendo el mensaje para que multitudes escucharan y multitudes se convirtieran, estaban sirviendo al Señor.

Y disfrutaban con las conversiones, la palabra del Señor hacía efecto. Este evangelio es conocido en todo el mundo porque los apóstoles sirvieron al Señor y todas las naciones son poseedoras del mensaje que cambia vidas, que modifica las conductas, que implanta valores, que refuerza al ser humano, haciéndolo una criatura nueva, perdonada, cambiada, heredera del cielo.

Por el servicio al Señor, esta salvación llegó a nosotros y usted y yo somos salvos, porque los exponentes de este mensaje creyeron al Señor, creyeron en el Señor. Aprendieron algo muy importante, que habían conocido la verdad y esta no la ocultaron, porque sabían que los campos tenían que ser sembrados con la luz que alumbra para vida eterna. No se quedaron en silencio. No tuvieron miedo. Las amenazas, prisiones, hambres no impidieron que recogieran con gozo las gavillas, porque la cosecha el Señor la había hecho prosperar en las manos de fieles que supieron amar, sirviendo al Señor.

Me alegran las palabras de Pablo al dar el mensaje a los romanos en Romanos 8:35: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación? O ¿Angustia? O ¿Persecución? O ¿Hambre? O ¿Desnudez? O ¿Peligro? O ¿Cuchillo?… (38) Por lo cual estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, (39) ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. El servicio al Señor estaba escrito en su sangre, era la razón de vivir. Y con este mensaje estimulaba a los demás para que sirvieran al Señor.

Y en Romanos 12 exhortando al amor y fervor, está llamando a que se entregue todo para agradar con el mejor servicio al Señor, cuando dice: “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto. Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

Y continúa todo el capítulo, diciendo lo que es un siervo, un cristiano útil, hablando de dones, de ministerio, de enseñar, de doctrina, de exhortar, de hacer misericordia, de amar con sinceridad, no perezosos, ardientes en Espíritu; gozosos, sufridos, constantes en la oración, interesado en las necesidades de los demás, siendo hospitalarios, bendiciendo y no maldiciendo; gozando y llorando con los hermanos; unánimes; no pagando mal por mal; procurando lo bueno, teniendo paz para con todos; no dando lugar a la ira; amando a los enemigos; venciendo con el bien el mal”. Es clara la manifestación del buen servicio al Señor.

El que sirve es porque ama, y de esto enseñaba al Señor en Lucas 10:27: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu Corazón y de toda tu Alma, y de todas tus Fuerzas, y de todo tu Entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo”.

III. EL SIERVO DEL SEÑOR.

En la congregación hay muchos que entregan todo su esfuerzo, todas sus capacidades para servir al Señor. Da gusto verlos trabajar: jóvenes, hermanas, hermanos, incluso niños que aprovechan sus oportunidades para servir en lo que saben a su Señor.

Cuando alguno se distingue llegamos a decir: “Necesitamos muchos como él o ella”.

Hay características que distinguen a los servidores del Señor:

1. Obediente.

Las últimas palabras de Josué, aquel gran servidor del Señor, son un llamado ejemplar cuando dice: “Y si mal os parecer servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron en esa otra parte del río, o a los dioses de los amorrheos en cuya tierra habitáis: que yo y mi casa serviremos a Jehová”. Y el pueblo respondió: “Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová por servir a otros dioses”. En Josué 24:24 sella el compromiso de obediencia cuando dice: “El pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos”. El siervo bien dispuesto tiene siempre su oído abierto y dice: “Habla, Señor, que tu siervo oye”. Jesús también nos enseña: “Mis ovejas oyen mi voz, y me siguen”. La obediencia es mejor que los sacrificios. Jesús, que nos ha dejado ejemplos, dijo: “Porque el que me envió, conmigo está: no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre” (Juan 8:29).

¿Está usted listo para obedecer? Los siervos del rey David, en su ocasión, pudieron responder: “He aquí tus siervos están prestos a todo lo que nuestro señor el rey eligiere”. Buena respuesta de siervos para un buen servicio, dispuestos a ir, a obedecer en el momento, sin condiciones.

2. Diligente.

Hay muchos pasajes en la Biblia que podemos usar en nuestro favor: “La mano de los diligentes enriquece; la mano del perezoso está en su seno. El que observa el viento no sembrará, el que observa las nubes no segará”. La mano de un siervo diligente busca trabajo y en la obra del Señor puedes encontrar para cada día, para cada momento, siempre hay. Todo lo que su mano encuentre para hacer, hágalo y hágalo de corazón. El mensaje de Jesús alienta cuando nos dice: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor”, aunque también expone en Mateo 24:30 al que no ha sido diligente, al que dejó de servir: “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera: allí será el lloró y el crujir de dientes”.

3. Humilde.

En 2ª Timoteo 2:24 dice: “Que el siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos”. De algún modo, ¿no estamos buscando en alguna medida nuestra propia gloria y no la del Señor? Nuestro lugar más precioso debe ser el más humilde. Uzías fue maravillosamente ayudado hasta que se hizo fuerte, pero cuando se hizo fuerte le siguió la soberbia y la destrucción (2º Crónicas 26:15).

4. Perseverante.

Jacob sirvió catorce años por amor, fue perseverante, hasta obtener el objetivo. La Biblia nos dice que a su tiempo segaremos, si no hubiéremos desmayado.

Si el Señor nos da una obra por hacer, a nosotros nos toca llevarla a efecto fielmente.

Elías mandó siete veces a su siervo a ver la nube y el siervo fue sin murmurar. Muchas veces se ve al siervo flaquear, perder la esperanza, querer ver frutos de inmediato y cesar en todo esfuerzo, decaer en su espíritu, dejar la obra, cansarse. Entonces los frutos no pueden llegar, porque decayó, no insistió. El Salmo 100:2 me dice:”Servid a Jehová con alegría: venid ante su acatamiento con regocijo”.

5. Fiel.

En Romanos 4:2 dice: “Mas ahora se requiere en los dispensadores (servidores) que cada uno sea hallado fiel”. El siervo tiene que ser fiel en las cosas pequeñas. El que tenía una sola mina no era llamado a dar cuenta por diez, era una la que tenía. Nada es pequeño si se hace para él. Apocalipsis 3:10 dice: “Sé fiel hasta la muerte…

6. Valeroso.

En Josué, capítulo 1, Dios le dice a Josué: “Esfuérzate y sé valiente” y lo repite hasta tres veces, para decir el mensaje completo en el versículo 9: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres”. Moisés fue un siervo muy valiente al enfrentar a faraón, a fin de que dejara salir al pueblo de Israel de Egipto. Fue un embajador valeroso. No estaba solo, Dios fue su compañía perfecta, por lo tanto no había lugar para el temor. Isaías 41:10 dice: “No temas, que yo soy contigo, no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.

7. Dedicado.

Romanos 12:1: “Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto”. Presentar al Señor todo lo nuestro, para servirle exclusivamente, ya no siendo nuestros, sino totalmente rendidos al Señor, para que él disponga de nuestro todo.

IV. LEVÁNTATE, PUES, Y A LA OBRA, QUE JEHOVÁ SERÁ CONTIGO.

¡Qué frase más bonita!, contenida en 1º Crónicas 22:16: “Levántate, pues, y a la obra, que Jehová será contigo”. El Señor necesita fieles servidores. Servidores que hagan prosperar la obra, servidores que encuentren a los perdidos y los lleven a Jesús para su salvación. Servidores que gocen sirviendo al Señor.

A lo largo de nuestra vida hemos escuchado predicaciones, hemos concurrido a congresos, conferencias, para fortalecernos en el Señor. Hemos leído libros, hemos sido instruidos. Dios ha hablado a nuestras vidas. Hemos sido tocados con los llamados a un mejor servicio. Se han hecho nuevos planes, campañas especiales y… ¿por qué seguimos igual, con un ánimo disminuido, con poca disposición de un buen servicio?

De vez en cuando hemos hecho compromisos de despertar como personas, motivar a la iglesia para que despierte, levantar las manos a la obra.

No debo buscar culpables, ni situaciones que impiden; el culpable soy yo. Es posible que me haya dejado llevar por cristianos desanimados. Lo triste sería que fuéramos decayendo en el amor al Señor.

Ya no es preferente el mejor servicio para Dios. Otras cosas han ido dejando de lado el servicio. Hay actividades que han ido desapareciendo. La asistencia a los servicios de la iglesia ha ido paulatinamente disminuyendo. Los responsables de la obra, los ancianos, los diáconos, los pastores, han observado cómo sus pies y manos, su cuerpo, por dentro y por fuera, se han puesto pesados, permitiendo que lo del Señor quede para después.

Hay congregaciones a las que les basta con reunirse por la mañana de los domingos, y en los otros horarios y días ya el templo no se abre. ¡Qué pasa! Algunas congregaciones prefieren las vacaciones durante el verano.

Hemos perdido el amor por los perdidos, hemos perdido el amor por toda la obra en general. Ya no importa el crecimiento espiritual, ni el número de los asistentes. Ya no importa orar, cantar, leer, aprender. Ya no importa si llego a la hora indicada a los servicios. Siempre tengo una disculpa que me justifica ante los demás.

Cabe la pregunta: ¿Estoy justificado ante Dios? ¿Qué dice Dios acerca de mi servicio?

Es lamentable que no aprovechemos las bendiciones de Dios, que nos entrega cada día. Con ellas diariamente los templos estarían recibiendo nuevos creyentes. Estaríamos quitando de las garras del diablo a cuántos perdidos que tienen el llamado para ser salvos.

Déjeme decirle que muchos piensan que la obra es de algunos hermanos solamente, y muchas críticas se levantan contra ellos. Pero la realidad es que la obra es de Dios y cada uno de los presentes dará cuenta a Dios de lo que hizo y de lo que no hizo en beneficio de esta obra gloriosa, en que Dios por su misericordia nos ha puesto.

Querido hermano, “levántate y manos a la obra”.

Sirvamos al Señor con todo nuestro corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el entendimiento.

Seamos vencedores. La obra de Dios es el mejor trabajo que nos ha tocado, es más que la profesión, es más que la empresa, es más que los tesoros terrenales.

Dios nos está pagando diariamente por todos los servicios prestados. Su pago es mejor, pues otorga ahorros en el reino de los cielos y, además, diariamente surte nuestras vidas con los beneficios por él prometidos.

PALABRAS FINALES

La obra de Dios debe ser exitosa, tiene todos los medios para ello. Es la obra de Dios y Dios quiere ocuparnos en ella dándonos todas las herramientas para el éxito. Y si Cristo está en mí, ¿por qué no proyectarme al éxito?

Renovemos los votos de amor y servicio.

Hay muchos perdidos por los que debemos preocuparnos.

Y usted y yo debemos ser ganadores.

DIOS NOS BENDIGA.

 

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