Sé fiel hasta la muerte

EL MENSAJE DE JESUCRISTO A SMIRNA Y A NOSOTROS: “SÉ FIEL HASTA LA MUERTE”

Esteban Ricker.

Apocalipsis 2:8–11:
“Y escribe el ángel de la iglesia en Smirna: El primero y el postrero, que fue muerto y vivió, dice estas cosas: Yo sé tus obras y tu tribulación y tu pobreza (pero tú eres rico) y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, mas son sinagogas de Satanás. No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo ha de enviar algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados y tendréis tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no recibirá daño de la muerte segunda”.

Smirna era una ciudad portuaria ubicada a unos 56 Km. Al norte de Éfeso. Esta ciudad fue durante algún tiempo el centro del culto al emperador de Roma. Hoy se llama Izmir y se encuentra ubicada en la costa oriental del Mar Egeo, en Turquía.

Smirna significa “mirra”.

Smirna es el nombre griego de un arbusto que produce la resina aromática llamada mirra. Esta resina es amarga y simboliza las duras persecuciones y muertes que el pueblo de Dios sufrió en Smirna. La mirra se usaba también para embalsamar y tenía un olor dulce. Este olor dulce representa también a los santos que sufrieron por causa de Cristo: eran un olor dulce y un aroma que agradaba mucho a Dios.

La iglesia de Smirna estaba sufriendo persecuciones, aflicciones y hasta muertes, pero Cristo la trata con ternura. ¿Por qué con ternura? No encontramos nada en este pasaje que signifique una queja contra ella, no porque no tuviera falta alguna, sino porque necesitaba amor y compasión por la gran tribulación que estaba sufriendo.

Leemos en el versículo 8: “El primero y el postrero, que fue muerto y vivió, dice estas cosas”.

Como “el primero”, vemos a Jesucristo en su naturaleza divina suprema.

Colosenses 1:18:
“Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado”.

Él es el alfa, superior en honor y dignidad.

El primero y el último significa el todo. Para los que estamos en Cristo Jesús, nuestro Señor resucitado es nuestro, en nuestro número uno, el Rey de reyes y Señor de señores. Dios le exaltó y le dio un nombre que es sobre todo nombre. Se sienta a la diestra del Dios omnipotente y es nuestro todo. La omega, como el último y él más bajo, en su estado de humillación. Fue hecho menor que los ángeles, fue despreciado y desechado por los hombres.

Filipenses 2:8:
“Y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.

Se levantó victorioso al tercer día.

Tenemos que seguir el ejemplo de Cristo. No tenemos otra opción que la de ser obedientes a su palabra y seguir en sus pasos. Es el capitán de nuestra salvación, por la cual debemos cumplir nuestras obligaciones con gozo y temblor, con humildad, como él. Si somos fieles hasta la muerte, también venceremos el pecado y la muerte y reinaremos con Jesucristo, nuestro rey, en la gloria.

Cristo continúa hablando en este pasaje: “Yo sé tus obras”, lo cual significa buenas obras, “y tu tribulación”, que significa: Sé que estás sufriendo, “y tu pobreza”: sé que tu pobreza es por causa de Cristo, debido a que les habían robado sus bienes por haber confesado públicamente a Jesucristo.

Luego dice: “tú eres rico”. Es decir, rico en fe. Pobres en este mundo y en sus bienes, pero herederos del reino y ricos con las riquezas de Cristo. Somos reyes y sacerdotes para Dios, por Jesucristo y en cuanto a nuestra posición estamos en el reino de gloria, como herederos de Dios y coherederos con Jesucristo “Y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, mas son sinagogas de Satanás”. Estos son los que han profesado el cristianismo de palabras, pero cuyas obras niegan a Jesucristo. Eran hombres con malos principios y conducta. Eran cristianos falsos y rehuían la persecución por causa del evangelio. Estos hombres introdujeron prácticas paganas y herejías en la iglesia y en sus vidas y conversaciones, preparando así el camino hacia la apostasía. Eran hijos de su padre, el diablo y sus obras en la iglesia eran abominables. Su profesión de una fe falsa era blasfemia.

Hoy día todo es igual.

Tenemos esta clase de hombres en nuestras iglesias. Vivimos en los tiempos del fin, en los cuales la incredulidad y la apostasía son muy evidentes. El evangelio de Jesucristo ha sido muy contaminado y estos hermanos que se comprometen con el mal y el error y son desobedientes hacen causa común con los lobos disfrazados de ovejas de Satanás en la sinagoga del diablo, blasfemado el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Los hermanos desobedientes llegan a ser estériles. Jesucristo vino a este mundo la primera vez con amor; la segunda vez vendrá con justicia. ¡Cuidado con estos hombres!

Salmo 2:1–3:
“¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan vanidad? Estarán los reyes de la tierra y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus coyundas y echemos de nosotros sus cuerdas”.

“No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer”.

Tendréis tribulaciones, pruebas y persecuciones durante diez días. Dios declara aquí que el tiempo lo determina él y que este mismo tiempo es muy corto.

Como hijos de Dios, nuestro tiempo está en sus manos y Cristo nos dará su gracia en medio de los sufrimientos, hasta que nos llame al hogar o hasta que nos reunamos con él en las nubes cuando vuelva a buscar a su iglesia elegida, como lo prometió. No necesitamos preocuparnos sobre el mañana. Se nos manda vivir día a día.

Tenemos que confiar y vivir para Cristo hoy día. Si confiamos en Cristo, no necesitamos preocuparnos ni tener miedo y podemos vivir tanto con dolor como con placer. Cuando caminamos en este mundo siguiendo los pasos de Cristo, viviremos con una mezcla de trabajos y paz y descanso.

Llegamos ahora a lo que creo que es el mandamiento más importante que le da Jesucristo a su iglesia fiel y verdadera, su amada esposa: “Sé fiel hasta la muerte” en relación con todos los mandamientos y ejemplos que les he dado en mi Palabra santa.

1ª Juan 5:13:
“Estas cosas he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”.

Aquí Dios le está hablando al creyente.

Si tenemos vida eterna y lo sabemos, estamos preparados para vivir para Cristo y para proclamar su evangelio e igualmente preparados para morir por Cristo, por la defensa de ese mismo evangelio. Como buenos soldados de Jesucristo queremos morir por su evangelio porque conocemos las maravillosas verdades contenidas en las Sagradas Escrituras.

En 2ª Corintios 5:8 dice que estar ausentes del cuerpo es “estar presentes al Señor” y en Filipenses 1:21: “para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. ¡Maravillosas verdades!

Al oír el mandamiento de “Sé fiel hasta la muerte”, recordamos la vida de todos los héroes de la fe que encontramos en la Biblia. Al estudiar sus vidas, encontramos que todos murieron en la fe (Hebreos 11:13) y que fueron aprobados por su fe. Abel fue asesinado a causa de su fe. Noé, Abraham y sus familias, todos sufrieron pruebas por su fe. Moisés fue afligido, pero no temió la ira del rey.

Hebreos 11:32–38:
“¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltará contando de Gedeón, de Barac, de Samsón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas, que por fe ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batalla, trastornaron campos extraños, las mujeres recibieron sus muertos por resurrección; unos fueron estirados, no aceptando el rescate, para ganar mejor resurrección; otros experimentaron vituperios y azotes y a más de esto prisiones y cárceles; fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a cuchillo; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; perdidos por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”.

Creo que Hebreos 11 será alargado cuando lleguemos a la gloria. Leeremos los nombres de todos los buenos soldados, guerreros de Jesucristo, que han defendido valientemente el evangelio y la fe de Jesucristo, nuestro Señor, desde que se terminó de escribir la Biblia. ¿Quieren que el nombre de ustedes se agregue a esta lista? ¡Qué bendición sería ver nuestros nombres en esa lista especial de héroes de la fe! Por lo tanto:

Hebreos 12:1,2:
“Por tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús, el cual, habiéndole sido propuesto gozo, sufrió la cruz, menospreciando la vergüenza y sentóse a la diestra del trono de Dios”.

Todos los que pertenecen a Cristo Jesús, que corren con paciencia la carrera cristiana sufrirán persecuciones, tendrán pruebas, aunque también triunfos y victorias, pero todo con el gozo y la paz del que cree, con mucha esperanza, por el poder del Espíritu Santo (Romanos 15:12). Este es el gozo de nuestra salvación y este gozo es poder, no temor.

Estamos hoy aquí en una hora obscura de la historia de nuestra iglesia.

Hay una gran crisis espiritual en la iglesia verdadera de Jesucristo; hay hambre espiritual y guerra en ella. Nosotros, la iglesia actual, como la iglesia de Smirna, tenemos a algunos dentro que pertenecen a la sinagoga de Satanás. Esos hijos de su padre, el Diablo, han contaminado nuestros fundamentos. Nos atacan en dos frentes: El mundo y sus dirigentes están defendiendo de nuevo la moralidad, mientras la iglesia y sus dirigentes están defendiendo de nuevo la espiritualidad. Satanás y sus activos seguidores no se detendrán hasta que hayan definido de nuevo todas las verdades divinas.

Isaías 5:20,21:
“¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas, luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus ojos y de los que son prudentes delante de si mismos!”

Vivimos en un tiempo con mucha historia eclesiástica.

Tenemos pruebas de lo que les sucede a las iglesias que no son fieles a la Palabra de Dios. Las iglesias apóstatas están perdidas para siempre y, en mi opinión, las iglesias con diferentes grados de apostasía, también. En el Nuevo Testamento no tenemos ni un solo caso de una iglesia apóstata que haya podido escapar de la apostasía. Satanás está confundiendo a las masas y hay alborotos y gran apostasía en las iglesias.

El verdadero peligro lo tienen las iglesias que se están acercando a están en la encrucijada en la cual un camino lleva a la apostasía y el otro a la verdad y a la gloria y en que una vez decidido dar el primer paso hacia la apostasía ya no es posible virar en U, para volver a una verdadera piedad. El camino al infierno es un camino de una sola vía.

Nosotros tenemos que fijar nuestra atención en las iglesias que se están acercando a la encrucijada y también en los nuevos convertidos. Tenemos que dar la alarma. Nuestras voces tienen que ser oídas con fuerza y claridad. Esas iglesias y esos nuevos convertidos deben ser formados y discipulados, mostrándoles las peligrosas trampas que llevan a la apostasía.

Como hijos de Dios y como santos que pertenecemos al reino de Jesucristo tenemos que tener continuamente presente dos responsabilidades que se hermanan en nuestra guerra contra el mal:

1. Nuestra responsabilidad de estar comprometidos con la proclamación del evangelio puro y verdadero de la “gracia por la fe” en nuestro Señor Jesucristo.

2. Nuestra responsabilidad de defender militarmente la pureza de la Palabra de Dios y del testimonio y fe de nuestro Señor Jesucristo.

Deuteronomio 12:32:
“Cuidaréis de hacer todo lo que yo os mando: no añadirás a ello, ni quitarás de ello”; Proverbios 30:6:

“No añadas a sus palabras, porque no te reprenda y seas hallado mentiroso”; Apocalipsis 22:18,19:

“Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro”.

La iglesia actual ha sido debilitada por el tumulto de Satanás.

Pero Dios tendrá siempre un remanente fiel que defenderá la fe. Vemos a muchos dentro de la iglesia que no quieren defender la fe de nuestro Señor Jesucristo. Son muy activos, pero ¿qué están haciendo para prevenir el crecimiento de la apostasía?

Se nos manda producir frutos con paciencia (Lucas 8:15) o, si no, ser cortados y echados al fuego. ¿Cuánto fruto estamos produciendo? ¿Uno a cien? ¿o a sesenta? ¿o a treinta? ¿Alguno? Tenemos que motivarnos unos a otros para que produzcamos fruto en la defensa de la verdad y, si no lo hacemos sucumbiremos a los compromisos con los apóstatas y aceptaremos medias verdades que son, simplemente mentiras.

Actualmente la cultura eclesiástica es un peligro tanto para los cristianos como para los perdidos.

¿Por qué? Porque han abandonado su firmeza en la Palabra de Dios. La iglesia se está entregando a las opiniones y deseos humanos. Ya no quiere vivir sólo por la fe y la verdad. Está abandonando el fundamento de los profetas, apóstoles y de Jesucristo, la piedra angular. Su muerte está siendo capturada sutilmente por los engaños de Satanás.

Gracias al Señor, Satanás no podrá engañar a los elegidos por Dios. Nosotros, los elegidos, tenemos un discernimientos dado por Dios. Seguimos la verdad y nos aferramos fuertemente a la Palabra de Dios. La Biblia es, de comienzo a fin, la revelación y comunicación completa de Dios a su pueblo. Esto es todo lo que necesitamos. Tenemos que defenderlo y no permitir que Satanás y sus seguidores lo corrompan, de modo que puedan engañar a otros con versiones adulteradas.

Nosotros, como soldados especialmente elegidos de la ALADIC y de la CIEF, debemos reflejar quiénes somos y qué somos, para que podamos llevar a cabo la tarea especial que Dios nos ha dado: Defender la fe y el evangelio de Jesucristo.

¿Cuál es nuestro plan de batalla? ¿Tenemos una carga por las almas que están siendo vendidas al diablo por aquellos apóstatas y mercaderes de la Palabra de Dios? ¿Tenemos una carga por los que están perdidos y vagan en total obscuridad? ¿Estamos dispuestos a proclamar y defender el puro evangelio de Jesucristo a lo largo y ancho de este mundo?

Tenemos que ser soldados buenos y obedientes de Jesucristo, tomando una posición firme y no avergonzándonos de luchar y sostener la línea de defensa de la pureza bíblica.

Esta no es una posición popular, pero la verdad merece hasta que muramos por ella, por lo cual seamos fieles hasta la muerte, por defender las verdaderas palabras de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Vamos adelante y practiquemos lo que dice el tema de nuestro congreso.

Deuteronomio 4:2:
“No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno”;

Romanos 12:11,12:
“En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación; constantes en la oración”.

Asegurémonos de que nuestro celo por las cosas de Dios no se debiliten después del congreso y que nuestra pasión siga ardiendo grandemente en nosotros, que nuestro deseo sea servir al Señor cada vez más cada día y que estemos siempre alertas respecto de los ataques contra Cristo, para que defendamos vehementemente a nuestro Señor. ¡Recordemos que unidos a Dios somos invencibles! Llevemos la batalla hasta los caminos y senderos del infierno.

¡¡¡Necesitamos reclutar y entrenar más guerreros que quieran permanecer solos, si es necesario, en obediencia a la Palabra de Dios y fieles hasta la muerte!!!

Isaías 6:8–13:
“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré y quién nos irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda y di a este pueblo: Oíd bien y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de aqueste pueblo y agrava sus oídos y ciega sus ojos, porque no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni con su corazón entienda, ni se convierta y haya para él sanidad. Y yo dije: ¿Hasta cuándo, Señor? Y respondió él: Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, ni hombre en las casas y la tierra sea tornada en desierto; hasta que Jehová hubiere echado lejos los hombres y multiplicare en medio de la tierra la desamparada. Pues aún quedará en ella una décima parte y volverá, bien que habrá sido asolada como el olmo y como al alcornoque, de los cuales en la tala queda el tronco, así será el tronco de ella la simiente santa”.

Después de decir: “Heme aquí, envíame a mí”, el Señor le dijo al profeta que los resultados de sus esfuerzos serían que el pueblo oiría, pero no entendería; vería, pero no percibiría; sus corazones serían embotados; sus oídos se endurecerían y sus ojos se cerrarían. El profeta Isaías, junto con los héroes de la fe y otros profetas y apóstoles verdaderos, puede haber estado tentado a abandonar la tarea tan difícil que se habría asignado.

Debemos recordar que Dios no responsabiliza a sus escogidos y ungidos por su falta de éxito, pero sí les responsabiliza por su fidelidad. Así que ¿cuál es nuestra recompensa? Si somos fieles en la defensa de Jesucristo hasta la muerte, recibiremos la especial corona de vida eterna, unida a recompensas especiales, que harán a algunos de nosotros héroes de la fe en la gloria y por la eternidad.

Amados hermanos, hay una tormenta sobre nosotros.

Si no damos la alarma y levantamos con fuerza nuestras voces contra los peligros y trampas de la apostasía y el mal, la degradación y la miseria continuarán creciendo y la corrupción y las tinieblas gobernarán este mundo.

Pareciera que Satanás domina y que está ganando la batalla, pero nosotros somos llamados en la Escritura a ser la sal y luz de un mundo perdido y moribundo. Cuidémonos y que Jesús brille en y por medio de nosotros. Dios tiene un propósito especial para nosotros.

Todo se cumplirá según el consejo de su voluntad como está escrito en su Santa Palabra de verdad, autoridad suprema y final de nuestra fe y de nuestra conducta.

1ª Corintios 15:58:
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es vano”.

Si estamos unidos seguramente a nuestra Piedra Angular, Jesucristo, quien es inmutable, defenderemos su fe con nuestras vidas. Exhortémonos entre nosotros a medida que vemos que el día se aproxima.

Hebreos 10: 23:
“Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar, que fiel es el que prometió”;

Hebreos 10: 24:
“Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras”;

Hebreos 10: 25:
“No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos y tanto más cuanto veis que aquel día se acerca”.

A medida que ese día se acerca rápidamente, vemos que muchos se vuelven atrás y apostatan.

2ª Tesalonicenses 2:1–3:
“Empero os rogamos, hermanos, cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestro recogimiento a él, que no os mováis fácilmente de vuestro sentimiento, ni os conturbéis ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como nuestra, como que el día del Señor está cerca. No os engañe nadie en ninguna manera, porque no vendrá sin que venga antes la apostasía y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición”.

Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás.

Hebreos 10:38,39:
“Ahora el justo vivirá por fe, mas si se retirare, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma”.

Y como no somos de los que se vuelven atrás, no debemos ser perezosos.

Hebreos 6:12:
“Que no os hagáis perezosos, mas imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.

Tenemos que perseverar hasta el fin y verificaremos, por Jesucristo, que muestra esperanza es el ancla de nuestra alma, por lo cual nos mantendremos seguros y firmes. Jesucristo es el autor y el capitán de nuestra salvación. Si obedecemos sus mandamientos, nos mostrará su misericordia y nos dará su gracia en el tiempo de necesidad. Jesús es nuestra roca y nos mantendrá firmes y perseverantes en medio de todas las pruebas y persecuciones y podremos vencer en cualquier batalla. Hemos sido llamados a ser contenedores y eso significa lucha, lucha, lucha y seguir luchando hasta el fin.

No volveremos atrás… estamos del lado del Señor y como sus especiales soldados guerreros, por lo cual venceremos, así como él venció.

Para terminar hay un encargo para los soldados de Cristo en:

2ª Timoteo 4:1–5:
“Requiero yo pues delante de Dios y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, antes, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias. Y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas: Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones, haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio”.

De modo que al fin podamos decir como el apóstol Pablo, en:

2ª Timoteo 4:7,8:
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.

Qué nosotros, con la ayuda de nuestro Dios, vayamos adelante sin excusa, ni temor.

¡¡¡SÉ FIEL HASTA LA MUERTE!!!

XIX Congreso ALADIC – Guatemala, 2007

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