Rol de la iglesia fiel en el sigo XXI

“ROL DE LA IGLESIA FIEL EN EL SIGLO XXI”

(Efesios 4:11-16)

Rvdo. Joel Sandoval Henríquez.
Iglesia Metodista Independiente.
Santiago, Chile
evangelmet@latinmail.com

OBJETIVOS:

a) Enseñar a los creyentes que la Biblia nos muestra la manera correcta de vivir el evangelio (vida cristiana).

b) Mostrar a los creyentes el grave error de vivir un evangelio acomodaticio, con transigencias y concesiones.

c) Enseñar a los creyentes que hoy está fuertemente presente la pérdida de temor a Dios y sus principios.

d) Señalar a los creyentes cuál es su rol como miembros de la Iglesia fiel en este presente siglo malo.

e) Señalar a los creyentes de que cosas, hábitos, costumbres, nos debemos despojar, para ser siervos e hijos fieles en el servicio en la obra de Dios.

f) Señalar a los creyentes qué significa vivir a la medida de Cristo.

I.- INTRODUCCIÓN.

La Palabra de Dios nos señala que la Iglesia es el conjunto de los rescatados por el Señor Jesús, hijos de Dios por su nuevo nacimiento (Juan 1:12-13), salvos por gracia, por medio de la fe (Efesios 2:8) y lavados de sus pecados por la sangre de Cristo (1ª de Juan 1:7), que han puesto su confianza en el valor de su obra en la cruz, han recibido el amor de Jesús en sus corazones y han llegado a ser participantes de la naturaleza divina (2ª de Pedro 1:4).

Este conjunto de nuevas criaturas (2ª a los Corintios 5:17) constituye la casa sobre la cual Jesús fue establecido como Hijo (Hebreos 3:6), forma el Cuerpo de Cristo (Efesios 1:3) y es la Esposa del Cordero (Apocalipsis 19:7).

Esta preciosa Iglesia redimida por la sangre de Cristo Jesús, en este presente siglo malo, debe cumplir fielmente el rol que Dios le ha encomendado: evangelizar (Mateo 28:10, Marcos 16:15; Hechos 1:8), edificar (Efesios 2:20-22; 1ª de Pedro 2:1-5; 2ª de Pedro 3:18) y defender la fe (Isaías 59:19; Filipenses 1:27; 1ª a Timoteo 1:18-20; Judas 3).

Mientras la Iglesia fiel cumple su papel, vive, padece y sufre los postreros días descritos proféticamente en la Biblia, tiempos de APOSTASÍA.

II. DESARROLLO.

1.- Sin Concesiones ni Transigencias.

Vivimos en un mundo de transigencias y concesiones, en una sociedad sin Dios, que ha abandonado los parámetros morales y los principios cristianos a cambio de la conveniencia o del pragmatismo. El pensar del mundo es “alcanza los objetivos sin importar los medios que sean necesarios para ello”. Esta noción conlleva inevitablemente a comprometer la conciencia, las convicciones y nuestro rol como miembros del cuerpo de Cristo.

Somos testigos, en el mundo y nuestro propio país, cómo los políticos, que deberían defender los altos ideales, nos conducen hacia las concesiones. Ellos promueven sus elevados estándares e ideales antes de las elecciones, pero luego los comprometen cuando obtienen su puesto. Lo mismo sucede en el mundo de los negocios, desde los ejecutivos de corporaciones hasta los vendedores; en los tribunales, desde los jueces hasta los abogados; en los deportes, desde los dueños de los equipos hasta los atletas; y en todas las demás áreas de la vida.

Como resultado, la gente aprende a mentir, a engañar, a robar y a esconder la verdad. En resumen, a hacer lo que sea necesario para obtener lo que quieren. De esa manera, lo acomodaticio se convierte en un estilo de vida.

Desgraciadamente, la filosofía humanista, el acostumbramiento y la práctica del compromiso han invadido la iglesia. Siendo la tolerancia la ideología operante en nuestra sociedad, ésta ha influido a la iglesia, procurando que no cumplamos nuestro rol y vivamos el evangelio y alcancemos a los perdidos, ocupando las mismas normas del mundo.

¿Cómo están las cosas a nivel personal? Puede que, teniendo oportunidad de testificar a otros de Cristo, no lo has hecho porque quizás tu testimonio no es acorde con lo que predicas. Tal vez hayas claudicado en tu lugar de trabajo o estudio, respecto a ética cristiana por quedar bien frente a los demás; o simplemente te confundes con la masa, y en ella acallas tu conciencia.

Quizás frente a la apostasía reinante te has quedado cruzado de brazos argumentando en tu conciencia “que la advertencia y defensa de la sana doctrina lo hagan los demás”. ¿Te preocupas de tu devocional diario, de tu relación personal e íntima con Dios? ¿o vives pendiente de lo que el sistema mundo te ofrece? ¿En qué estás invirtiendo tu vida?, ¿Siendo luz, alumbras?, ¿siendo sal, sazonas?, ¿Cómo es tu vocabulario, tu conducta, tu manera de vestir, tu forma de accionar y reaccionar frente a situaciones críticas?

Si quieres vivir como a Dios le agrada y cumplir tu rol como hijo y siervo, debes saber que esto te traerá adversidad con el mundo y antagonismo con los que quieren vivir un cristianismo liviano, acomodaticio.

R.C. Sproul, en su libro “Complaciendo a Dios” (breve adaptación), describe así la presión que ejerce el mundo sobre nosotros: “El mundo es un seductor que trata de atraer nuestra atención y nuestra devoción. Se halla tan cercano, tan visible y tan tentador, que eclipsa nuestra visión del cielo. Lo que vemos reclama nuestra atención. Atrae nuestra mirada, a menos que la dirijamos hacia un lugar mejor cuyo arquitecto y constructor es Dios. Nos agrada, por lo menos, gran parte del tiempo, servir a nuestro amado Dios, pero es allí donde surge el conflicto, porque lo que agrada a Dios no agrada al mundo. El llamado divino que recibimos es éste: “Y no os conforméis a este siglo” Romanos 12:2. Pero el mundo quiere que nos asociemos con él. Se nos apremia para que participemos al máximo de él. Nos presiona grandemente por medio de nuestros “compañeros de generación”.

La iglesia está ahora tan versada en cuanto a comprometerse con el mundo que ha olvidado cómo no transigir. Es por eso que aceptamos con tanta facilidad los sistemas de valores del mundo y nos abandonamos a ellos, hasta el punto de que los personalizamos y se convierten en objetos de nuestros deseos. En pocas palabras, nuestras normas sustituyen a las de Dios.

Las Sagradas Escrituras nos exigen lo opuesto de la transigencia. Desde el principio hasta el final de la Biblia, Dios le ordena claramente a su pueblo que viva separada del mundo.

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre” (1ª de Juan 2:15-17).

… ¿no sabéis que la amistad del mundo, es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4);

“No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el fiel con el infiel? (2ª a los Corintios 6:14-15).

Cuando Dios estableció la nación de Israel, incorporó en la vida diaria de los israelitas el principio de la separación del mundo. Las prácticas religiosas a lo largo del año les servía de protección para impedir que se mezclaran con los paganos, por ser un pueblo único: “Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo singular de entre todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra” (Deuteronomio 14:2).

Del mismo modo, Dios le pide a todo su pueblo que se separe del mundo:

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1ª de Pedro 2:9).

Siempre que nos sintamos tentados a comprometer nuestras convicciones, a flaquear en nuestras responsabilidades como miembros del cuerpo de Cristo, o a abandonar el contender por la fe una vez dada a los santos, sólo necesitamos recordar que Dios nunca sacrifica sus verdades y principios absolutos a cambio de las conveniencias. Él siempre vive conforme a su Palabra. Dios es totalmente consecuente. El salmo 138:2 dice: “Encorvaréme al templo de tu santuario, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu verdad: Porque has hecho magnífico tu nombre, y tu dicho sobre todas las cosas” Dios está consagrado a su Palabra y, como sus hijos, también lo deberíamos estar nosotros.

Cuando consideramos la Palabra de Dios como la máxima autoridad, eso nos abre el camino para que desarrollemos la integridad y atendamos a todo el consejo de Dios. Esencialmente, la integridad significa ser fiel a las normas éticas de uno mismo; en nuestro caso, a las normas de Dios.

2.- Pérdida del temor a Dios.

Esto es una realidad no sólo en el mundo, sino también dentro de la iglesia. Los propios cristianos hemos bajado nuestras defensas espirituales y hemos permitido que pensemos en un Dios con un carácter flexible, liviano, acomodaticio, consentidor, que tolera y deja pasar las cosas. Este engaño mortal lo ha traído Satanás.

¿En qué cosas nos podemos dar cuenta que hemos perdido el temor a Dios?

Nuestra manera de vivir la vida cristiana:

Hay casos que da tristeza y profunda pena al conocer cristianos tan “carnales” que viven de una manera que avergüenza. Mientras un cristiano va al servicio de reunión en la semana, antes de llegar al templo pasa a dejar a su esposa al gimnasio, siendo ambos creyentes. En otro caso un marido le compra a su esposa una entrada a elevado precio para que vaya a ver a su ídolo favorito. Es capaz de gastar una elevada suma, ¿es igual en las cosas de Dios?.

Muchas iglesias se han dejado de reunir el domingo en la tarde, pues les es muy pesado volver, por lo tanto han unido la E.B.D con el culto. Eso no tiene nada de malo, pues algunas iglesias lo hacen (considerando distancias extensas). A lo que voy es que so pretexto de no reunirse en la tarde, puesto que el motivo principal es negligencia, flojera, indolencia, comodidad, el tiempo no empleado en el Día del Señor, lo emplean yendo a los mall, vida social, celebración de cumpleaños, compras, etc.

En nuestras decisiones:

¿Cuáles son nuestras prioridades?,¿Forma parte Dios en lo que determinamos hacer, o excluimos a Dios en la toma de decisiones haciendo prevalecer nuestro egocentrismo? Al escoger quien será nuestra esposa(o), ¿obedecemos lo que Dios nos dice en su palabra, o hacemos prevalecer nuestras ideas, opiniones, posturas? (Eso se llama relativismo moral). Cuando escogemos desempeñarnos en un determinado trabajo, si nos exigen trabajar el día domingo, ¿cerramos nuestra boca y callamos, o nos oponemos rotundamente? Cuando en nuestra vida o en la congregación hay pecados ocultos, ¿acallamos nuestra conciencia formando masa, permitiendo que las cosas sigan su curso normal, o enfrentamos nuestro pecado a la luz de la Escritura? Si se nos pide mentir, para esconder o tapar la falta de otros, ¿accedemos sin oponernos? Si alguna persona ofende a Jesucristo en una conversación, ¿nos adherimos a lo que dice o defendemos a nuestro Salvador?

Adopción del lenguaje vulgar y cotidiano:

Hay frases y modismos que escuchamos en nuestro entorno (trabajo, estudio, vecindario), en la televisión, en la prensa, y nos conformamos, nos adaptamos a dicho lenguaje, considerando natural lo que oímos. Un hijo del Rey habla, vive, se desenvuelve, se viste como tal:”Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia a los oyentes” (Efesios 4:29); ”Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2); ”La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándonos los unos a los otros con salmos e himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor” (Colosenses 3:16); ”El hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas cosas: y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo, que toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:34-37); ”Yo dije: atenderé a mis caminos, para no pecar con mi lengua: guardaré mi boca con freno, en tanto que el impío fuere contra mí” (Salmo 39:1); ”Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Proverbios 25:11); “Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y le loaré en medio de muchos” (Salmo 109:30); “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío” (Salmo 19:14).

Adopción del vestuario (moda):

No hay distinción clara en cómo viste un varón y como viste una dama, todo es relativo. No tiene mayor trascendencia cómo vestimos dentro y fuera de la iglesia, argumentan los que transan principios (todo el consejo de Dios, no sólo lo que me conviene). Inclusive modas que involucran tatuajes, aros, corte de pelo, etc. Insisto, un hijo del Rey ha de comportarse como tal: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos limpias, sin ira ni contienda. Asimismo también las mujeres, ataviándose en hábito honesto, con vergüenza y modestia; no con cabellos encrespados, u oro, o perlas, o vestidos costosos, sino de buenas obras, como conviene a mujeres que profesan piedad”. (1ª a Timoteo 2:8-10).

Debe haber una diferencia marcada en cómo viste un hijo y una hija de Dios. No sólo la parte externa, sino también la interna.

Falta de sumisión a la autoridad:

Cada vez aumenta el número de rebeldes, tercos y testarudos que se oponen abiertamente a la sujeción de la autoridad. Los hijos no quieren sujetarse a sus padres, los miembros de las iglesias a sus pastores, los estudiantes a los profesores, los ciudadanos a sus autoridades, los empleados a sus jefes, la mujer a su marido, etc.

¿Les parece normal? Mientras más adelanto hay en ciencia y tecnología, más se aparta el ser humano de los principios de Dios.

Sed pues sujetos a toda ordenación humana por respeto a Dios: ya sea al rey, como a superior” (1ª de Pedro 2:13); ”Toda alma se someta a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las que son, de Dios son ordenadas” (Romanos 13:1); ”Asimismo vosotras, mujeres, sed sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conversación de sus mujeres…Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas” (1ª de Pedro 3:1,7); ”Sujetados los unos a los otros en el temor de Dios” (Efesios5:21); “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo” (Efesios 6:1); “Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón,como a Cristo; no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres; sino como siervos de Cristo, haciendo de ánimo la voluntad de Dios; sirviendo con buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres” (Efesios 6:5-7); “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como aquellos que han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no gimiendo; porque esto no os es útil” (Hebreos 13:17).

Improvisaciones:

¡Increíble, pero cierto! Existen cristianos que improvisan la dirección de un culto, la exposición de un sermón, la organización de una actividad, la presentación de una alabanza a Dios, la exposición de una clase de escuela bíblica. Si consideras esto normal, y le das poca importancia, algo anda mal, y muy mal: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto…En el cuidado no perezosos; ardientes en espíritu; sirviendo al Señor” (Romanos 12:1,11); ”La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos los unos a los otros con salmos e himnos y canciones espirituales, con gracia cantando en vuestros corazones al Señor” (Colosenses 3:16); “Cantad a Dios, cantad: Cantad a nuestro Rey, cantad. Porque Dios es el Rey de toda la tierra; cantad con inteligencia” (Salmo 47:6-7);” ¿Qué pues? Oraré con el espíritu, mas oraré también con entendimiento; cantaré con el espíritu, mas cantaré también con entendimiento” (1ª a los Corintios 14:15).

Irreverencia:

Triste es ver a hermanos conversar, masticar chicle, hablar por teléfono salir y entrar, y otros pésimos hábitos cuando estamos en pleno culto de adoración.”Mas Jehová está en su santo templo: calle delante de él toda la tierra” (Habacuc 2:20); “Jehová en el templo de su santidad: la silla de Jehová está en el cielo: sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres” (Salmo 11:4).

La solemnidad en nuestros servicios ha perdido terreno, el mundo con sus normas está invadiendo y socavando, y muy pocos combaten este flagelo.

3.- A la medida de Cristo.

Vivir conforme a la medida de Cristo demanda gran esfuerzo y dedicación en la vida cristiana, disciplina de la carne (el yo), entrega y dependencia absoluta del Espíritu Santo y seguir la senda que el Maestro trazó.

Un creyente íntegro, conforme al corazón de Dios, puede vivir conforme a la medida de Cristo:”El que dice que está en él, debe andar como él anduvo” (1ª de Juan 2:6). Para ello debe abandonar malos hábitos y costumbres, vicios, lenguaje vulgar, normas mundanas, pensamiento relativista moral, en fin un cristianismo acomodaticio.

A que dejéis, cuanto a la pasada manera de vivir, el viejo hombre que está viciado conforme a los deseos de error” (Efesios 4:22);

“Y no os conforméis a este siglo” (Romanos 12:2).

Un cristianismo barato, liviano, liviano, superficial, tarde o temprano manifestará su inutilidad.

Satanás, el padre de la mentira (Juan 8:44), usa estrategias engañosas para acostumbrar al cristiano a vivir una vida de costumbre, de hábito, de modo que cauteriza las conciencias y las adormece, de manera que no haya capacidad de asombro, de discernimiento, de reacción frente al pecado, logrando así formar vidas improductivas para ellos mismos y piedra de tropiezo para los demás.

El Engañador, desea a toda costa que transemos nuestros principios bíblicos, como por ejemplo, honestidad, lealtad, integridad, limpieza moral, convicciones, y para ello trabaja activamente sin descanso, hasta lograr su propósito.

Cada día debemos crecer en estatura, en porte espiritual:”Mas creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2ª de Pedro 3:18); ”Porque debiendo ser ya maestros a causa del tiempo, tenéis necesidad de volver a ser enseñados cuáles sean los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tengáis necesidad de leche, y no de manjar sólido. Que cualquiera que participa de la leche, es inhábil para la palabra de la justicia, porque es niño; mas la vianda firme es para los perfectos, para los que por la costumbre tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:12-14).

Dios ha provisto, ha dejado disponible, a nuestro alcance todos los medios de gracia para desarrollarnos espiritualmente. Es importante en cada momento estar en comunión con Dios, de manera que sea lo más natural hablar con él, contarle nuestras alegrías y nuestras tristezas, nuestras metas y nuestros fracasos, para que aprendamos a estar en el centro de su voluntad.

También es importante escuchar su voz a través de su palabra y el Espíritu Santo, para saber qué nos quiere comunicar, qué debemos corregir, qué debemos enmendar.

Una vida de santidad agrada a Dios y alegra su corazón:”Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1ª de Pedro 1:16). Si Dios nuestro Padre Celestial mira desde los cielos, ¿podrá decir de ti: “Este es mi hijo amado, en el cual tomo contentamiento”? La vida cristiana no puede vivirse separada de Dios.

Hacer eso es comprometer la esencia de nuestro ser. Sólo cuando usted y yo derivemos nuestro ser de nuestra relación con Cristo, podremos aspirar a vivir como él vivió, sufrir como él sufrió, soportar las aflicciones como él las soportó, y morir como él murió; todo ello, sin comprometer nuestras convicciones.

La médula de todo el cristianismo es nuestra relación con Cristo. Nuestra salvación comienza con él, nuestra santificación progresa con él, y nuestra glorificación termina con él. Cristo es la razón de nuestro ser y, por eso, él es más valioso que nadie o que nada.

El apóstol Pablo sabía bien que el corazón de la vida cristiana radica en establecer un conocimiento íntimo de Cristo. Por eso afirmó: “Y ciertamente, aun reputo todas las cosas pérdida por el eminente conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y téngolo por estiércol, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8). Esa era su pasión y meta: “Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús” (v.14).

El comentarista F.B. Meyer describe nuestra relación con Cristo de este modo:

“Podemos conocerlo personalmente, íntimamente, cara a cara. Cristo no vive en los siglos pasados ni en las nubes del cielo: está cerca de nosotros, con nosotros, observando nuestro andar y nuestro acostar, y sabiendo todo lo que hacemos. Pero no podemos conocerlo en esta vida mortal sino a través de la iluminación y enseñanza del Espíritu Santo…Debemos, ciertamente, conocer a Cristo, no como a un extraño que se presenta a visitarnos una noche, ni como el ensalzado Rey de los hombres: debe haber un conocimiento íntimo de él, como el de aquellos a los que cuenta entre sus íntimos amigos, a quienes confía sus secretos y quienes comen su pan con él”.

“Conocer a Cristo en la furia de la batalla; conocerlo en el valle de sombras; conocerlo cuando la luz del sol nos ilumina el rostro o cuando se halla ensombrecido por la desilusión y la tristeza; conocer la dulzura de su trato con la caña cascada y el pabilo que humea; conocer la ternura de su compasión y la fuerza de su mano derecha, todo esto implica muchas variedades de expresión por nuestra parte, pero todas ellas, como las facetas de un diamante, reflejarán la belleza prismática de su gloria desde un ángulo nuevo”.

Eso es lo que significa conocer a Cristo íntimamente. Crecer en este profundo conocimiento de Cristo es un proceso que dura toda la vida y que no completaremos hasta que veamos a nuestro Señor cara a cara.

¿Es Jesucristo el objeto supremo de nuestros afectos? Si no es así, nuestras prioridades andan muy mal. Como hijos de Dios nuestro anhelo debe ser conocerlo, amarlo, servirlo, obedecerlo y ser como él es.

Si tú, estimado hermano(a) no tienes cuidado de preservar y proteger el tesoro de tu relación con Cristo, la abundancia y devoción de tus primeros días con Jesús puede convertirse, lenta y sutilmente, en complacencia e indiferencia.

Con el tiempo, una fría liturgia reemplazará la obediencia amorosa a él, y el resultado será una vida de hipocresía que transigirá con el pecado.

4.- Nuestro rol como Iglesia fiel.

Vivir y cumplir responsablemente nuestro rol como hijos de Dios, miembros de la Iglesia del Dios vivo, conlleva un alto costo: desprecio, soledad, sufrimiento, indolencia, indiferencia, incomprensión, burlas, dolor, etc. Pero, ¿qué es esto comparado con lo que nuestro amado Señor y Salvador sufrió?

Sigamos proclamando el evangelio a los perdidos, sigamos edificando nuestra vida, creciendo espiritualmente (esto es una falencia notoria en estos tiempos, cada generación que nace es más débil en principios y convicciones) y defendamos esta preciosa fe que nos ha sido entregada. Recordemos, el retorno de Jesucristo es inminente, a las puertas, ¡anhelemos su venida, amémosla!, ¡invirtamos en aquello que es eterno!

III.- Conclusión.

a) Satanás, el mundo y nuestra propia carne pondrán en juego sus dotes persuasivas para convencernos de transar y hacer concesiones con nuestros principios bíblicos. Frente a ello debemos permanecer firmes e inamovibles, pues recordemos que debemos honrar a Dios en todo.

b) Si no velamos, y no tenemos cuidado de preservar y proteger nuestra relación y comunión íntima con Jesucristo, nuestra adoración y devoción al Señor se convertirá, lenta y paulatinamente, en un ritualismo frío, costumbrista, indiferente, lo que nos llevará a transigir con el pecado.Un cristianismo barato, liviano, superficial, tarde o temprano manifestará su inutilidad.

c) Vivir conforme a la medida de Cristo, involucra un alto costo: gran esfuerzo, dedicación y devoción, disciplina de todos nuestros sentidos, integridad a toda prueba, abandono del yo y dependencia absoluta del Espíritu Santo.

d) La pérdida del temor a Dios se puede evidenciar a través de nuestras prioridades, decisiones, lenguaje, vestuario, reverencia, compromisos, responsabilidades, amor fraternal, amor por los perdidos, comunión y relación íntima con nuestro Salvador. Si fallas en alguna de estas áreas, debes preocuparte, pues has comenzado a perder el temor de Dios.

e) El centro de nuestra vida debe ser Jesucristo. Recordemos que nuestra salvación comenzó con él, nuestra santificación progresa con él, y nuestra glorificación terminará con él. Vivamos y anhelemos ser imitadores de Cristo.

IV.- EPÍLOGO.

Considerando los tiempos peligrosos que vivimos y la lucha continua a la cual nos enfrentamos, atendamos el consejo de Judas en su carta: “Mas vosotros, oh amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando por el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, para vida eterna” (Judas 20-21).

Estas son cuatro cosas necesarias para el día malo; son actividades del alma, fuertes y prácticas, las cuales nos guardarán de las peligrosas rocas que nos rodean y del naufragio de nuestra fe.

Ante todo, tenemos que edificarnos sobre nuestra santísima fe.

Necesitamos aferrarnos a la verdad en todo su poder santificador y preservador, y no reducir las normas de la verdad en lo más mínimo (Hechos 20:32). Es la Palabra de Dios la que nos sobreedifica, nos hace fuertes y firmes. Debemos alimentarnos de ella, obrar según ella y sobreedificarnos con ella teniendo como fundamento nuestra santísima fe.

Orar por y en el Espíritu Santo, esta es la acción espiritual más importante que pueda emprender cualquier creyente. Orar en el Espíritu es el complemento necesario al hecho de alimentarnos de la Palabra; mantiene fresca el alma delante de Dios y en comunión con él. Para que haya oración en el Espíritu debe haber un andar en el Espíritu y, además, el ejercicio del autojuicio. La oración para el cristiano es un recurso y una fuente de poder en todo tiempo.

Necesitamos conservarnos en el amor de Dios, mantener nuestra alma en el goce de su amor. Esto quiere decir que siempre debemos tener confianza en Dios y nunca dudar de su amor, no importan cuales sean las circunstancias o pruebas. Nada puede alterar su amor hacia nosotros, ni aún nuestros fracasos. Para disfrutar de su amor, tenemos que andar en el Espíritu, a fin de que haya en nuestra alma la constante certeza de su amor.

Esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.

Es reconfortante tener a lo largo del camino, de la carrera cristiana, la brillante perspectiva de la misericordiosa venida del Señor Jesús para llevarnos consigo. Esta venida nos introducirá en la plenitud de la vida eterna.

A causa de la gran necesidad que se padece durante este día malo, a causa de la aflicción y la falta de fuerzas, su venida será una misericordiosa liberación de los suyos, de toda la ruina de la Iglesia y también del mal que nos rodea.

AMÉN.

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