Necesitamos la dirección de Dios en nuestra vida
Salmo 25:1–7
1 A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.
2 Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, no se alegren de mí mis enemigos.
3 Ciertamente ninguno de cuantos en ti esperan será confundido: serán avergonzados los que se rebelan sin causa.
4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas.
5 Encamíname en tu verdad, y enséñame; porque tú eres el Dios de mi salud: en ti he esperado todo el día.
6 Acuérdate, oh Jehová, de tus conmiseraciones y de tus misericordias, que son perpetuas.
7 De los pecados de mi mocedad, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehová.
Este es un Salmo escrito por David en el que ruega a Dios por tres aspectos de su vida que son comunes a todos los hijos de Dios, a saber:
- dirección,
- perdón y
- protección.
Hoy los invito a meditar en la necesidad imperiosa que tenemos los hijos de Dios de acudir a nuestro Padre Celestial para invocar su dirección en nuestra vida.
David coloca el centro en su relación con Dios y en cómo ve que Dios se manifiesta. Esta es una lección muy importante que debemos aprender cómo hijos de Dios.
Estar conscientes de la presencia de Dios en cada uno de los momentos de nuestra vida es un motivo de bendición pues nos permite reconocer su misericordia y bondad infinita obrando en nuestro favor. Además, nos hace conscientes que nunca estamos solos, siempre Dios está ahí, no hay momento en nuestra vida que estemos fuera de la presencia de Dios, Él es Omnisciente.
1 A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.
Es muy probable que este Salmo haya sido escrito por David a una edad avanzada, cuando estaba en condiciones de detenerse y mirar hacia atrás. Es una reflexión hecha con la madurez que brinda el tiempo.
El ha hecho uso del poder que le otorga su posición en la nación, es el rey y tiene la potestad de darle la orientación que a él le plazca a su vida, sin embargo, nada llena su vida como la comunión con su Padre Celestial.
¿Qué es lo que llena tu alma?
¿Dónde estás colocando tu confianza?
¿Reconoces a Dios en todos tus caminos, en prosperidad y en dificultad?
El ejemplo que nos entrega David al iniciar este Salmo es un reconocimiento de quien es el único digno de recibir nuestra atención.
Es un reconocimiento de la misericordia de Dios que está dispuesto a escuchar la oración de sus hijos, clamor en tiempo de dificultades y tribulaciones y gratitud en tiempos de tranquilidad y supuesta prosperidad.
Cuando David se expresa de la manera que lo hace en el inicio de este Salmo, está reconociendo el poder de la oración elevada con fe a nuestro Padre Celestial, es que no hay a quien más acudir con la seguridad de que nuestro ruego será oído y atendido.
Isaías 40:30–31
“Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
Cuando el hijo de Dios retira su mirada de Dios, su vida se transforma en una pesada carga, casi insoportablemente pesada, en estas situaciones el peor error que podemos cometer es olvidarnos de Dios y pensar que tenemos que arreglar nuestra situación primero y luego acudir a Dios, ¡qué error más grande! Es en esas situaciones que debemos elevar nuestra mirada al cielo y orar con una devoción que no es nuestra, el Espíritu Santo será quien pida por nosotros.
“… el Espíritu ayuda nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles”. Romanos 8:26
En la expresión con la que David inicia este Salmo, podemos deducir que: si está reconociendo que debe levantar su alma a Dios es porque ha vivido momentos de abatimiento. Esta situación es común a todos nosotros, el pecado oprime el corazón del hijo de Dios, Satanás, el mundo y nuestra propia carne hacen todo lo posible para que nuestra alma tome distancia de Dios, por esta razón la Palabra de Dios nos aconseja:
1ª Juan 2:15–17
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo.
Y el mundo se pasa, y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre”.
En esas circunstancias es que debemos recordar las palabras de Isaías 40:30 y 31 “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
Es obvio que en momentos de dificultad vemos todo escuro y borroso, sin embargo, la historia por un lado y nuestra propia experiencia nos muestra que, aunque la noche esté en completa oscuridad, podemos asirnos a lo mismo que David se aferró:
2 Dios mío, en ti confío.
Esta expresión está llena de fe. Es el elemento que nos une a Dios. Es un regalo que Dios ha puesto en nuestro corazón, lo hizo al momento de obrar nuestra salvación (Efesios 2:8 “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”). Ahora, Dios espera que nuestra fe sea una fe sana y fuerte, una fe cuyo sustento es la Palabra de Dios y sus enseñanzas. De otro modo, nuestras oraciones serán ineficaces.
Efesios 6:18
“Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos”.
Al expresarse David de esta manera, lo que está haciendo es reconocer su incapacidad para andar por los caminos de Dios, por sí solo, sin la dirección de Dios mismo. A pesar de la adversidad, como hijo de Dios, se revela a bajar la mirada a tierra, aunque le faltan las fuerzas propias para volver su mirada al cielo, se sobrepone y vuelca a Dios toda su confianza, no olvidemos las palabras de exhortación de Pablo a los corintios: “…mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” 1ª Corintios 6:11
Reflexionando en esto Carlos Spurgeon escribe: “¿Qué defensa tendrá el que no halla defensa en su Dios?”
3 Ciertamente ninguno de cuantos en ti esperan será confundido.
Aunque hay momentos de oscuridad aparente en la vida de los hijos de Dios, en ningún momento estamos fuera del alcance de la mano protectora de nuestro Padre Celestial.
Salmo 23:4
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo: tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.
Salmo 91:1–7
“El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente.
Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en él confiaré.
Y él te librará del lazo del cazador: de la peste destruidora.
Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro: escudo y adarga es su verdad.
No tendrás temor de espanto nocturno, ni de saeta que vuele de día; ni de pestilencia que ande en oscuridad, ni de mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra: mas a ti no llegará”.
Tenemos un Padre Celestial digno de toda nuestra confianza. Mientras el mundo vaga en incertidumbre absoluta, los hijos de Dios tenemos una certeza que no responde a una sugestión ficticia, sino que, a la obra de Dios en nuestro corazón, es una obra sobrenatural que Dios ejerce en cada uno de sus hijos, que, aunque tenemos conciencia de nuestra realidad natural, podemos exclamar con Pablo:
Romanos 7:24–25
“¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.
4 Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas.
Si David pide en su oración que Dios le muestre sus caminos para él, podemos concluir que estaba enfrentado a más de un camino, y esta es una realidad de cada hijo de Dios.
Proverbios 4:14–20
“No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos.
Desampárala, no pases por ella; apártate de ella, pasa.
Porque no duermen ellos, si no hicieren mal; y pierden su sueño, si no han hecho caer.
Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos.
Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.
El camino de los impíos es como la oscuridad: no saben en qué tropiezan.
Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones”.
Existen los caminos de Dios y los caminos de los hombres, las sendas de justicia y las de pecado. Están los caminos de Dios y mis caminos, mientras mis caminos están plagados de error y pecado, los caminos de Dios nos permiten ver la gracia de Dios obrando en nuestro favor, nos llevan al cielo, nos muestran la Soberanía de Dios y su bien obrando en favor de su pueblo.
Pablo nos invita a buscar los caminos del Señor al escribir:
Efesios 2:10
“Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas”.
El desafío que nos plantea David, a cada uno de nosotros, es a disponernos activamente a buscar los caminos que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros. Si nos ponemos en las manos de Dios, debemos estar dispuestos a aceptar lo que Dios nos mostrará, por medio de su Palabra, como respuesta a nuestras oraciones e incluso por los consejos que nuestros hermanos de la Congregación nos entreguen.
No olvidemos que de todos los caminos que se nos presentan en la vida sólo hay uno que es el correcto y el que debemos hacer. Dios no lo preparó para mantenerlo en secreto, lo hizo para revelarlo a nuestro corazón, busquemos con esmero en oración el camino de Dios para nuestra vida.
Deuteronomio 8:1–6
“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, porque viváis, y seáis multiplicados, y entréis, y poseáis la tierra, de la cual juró Jehová a vuestros padres.
Y acordarte has de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, por probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.
Y te afligió, e hízote tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido; para hacerte saber que el hombre no vivirá de solo pan, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.
Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni el pie se te ha hinchado por estos cuarenta años.
Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga.
Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndolo”.
La sabiduría infinita de Dios vela en nuestro favor, está dispuesto a guiar nuestra vida por sus senderos. Nuestra vida es el tiempo de preparación que Dios nos ha dado para alistarnos para la eternidad junto a Él.
Cuando David pide al Señor: “Muéstrame tus caminos” está pidiendo con plena conciencia que es muy posible que el camino del Señor será diferente a lo que él espera para sí mismo.
Isaías 55:6–9
“Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.
Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos; y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
Aquí esta la razón de la petición de David. Es una petición valiente que Dios espera esté presente en cada uno de sus hijos.
Salmo 17:5 “Sustenta mis pasos en tus caminos, porque mis pies no resbalen”.
Las sendas del Señor son elevadas e inalcanzables para el hombre que piensa que los puede seguir sin depender totalmente de Dios.
5a Encamíname en tu verdad, y enséñame.
Hermanos, esta insistencia de David nos habla de la incapacidad que tenemos para hallar, por nosotros mismos, los caminos de Dios, ya hemos visto que Isaías nos instruye en lo elevado que son los caminos de Dios para nosotros pecadores.
David era un hombre sabio, de amplios conocimientos, sin embargo, cuando se trata de los caminos del Señor, expresa su incapacidad de dar con ellos por sí mismo, es que si Dios no se revela a nuestro corazón no hay forma en que el ser humano pueda llegar a Él.
- Muéstrame, oh Jehová, tus caminos.
- Enséñame tus sendas.
- Encamíname en tu verdad, y
- Enséñame.
La conciencia de su propia incapacidad lleva a David a implorar cuatro veces por la dirección de su vida por parte de Dios. Esta es una lección de gran valor para cada uno de nosotros. Dios espera nuestra determinación firme de andar por sus caminos y eso incluye nuestra persistencia en la oración demandando de Dios su guía y dirección diaria.
5b porque tú eres el Dios de mi salud: en ti he esperado todo el día.
Sólo en Dios tenemos salvación de nuestra alma. Nuestra alma es eterna, inmortal, y solamente hay dos destinos posibles para vivir esa eternidad. Dios hizo todo lo necesario para que vivamos esa eternidad junto a Él, Él es el Dios de nuestra salvación, “la salvación pertenece a Jehová” Jonás 2:10 es exclusiva de Él.
“Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12
Podemos poner toda nuestra confianza en el Señor, Él ha dado muestras de merecerla y de ser fiel a toda prueba, puso la vida de si Hijo por nosotros, cuando nosotros estábamos en el bando de sus enemigos, por su Soberana Voluntad nos escogió desde antes que fuese el mundo y hasta hoy nos guía y protege en todo momento. Pablo reconoce esto y escribe a los Gálatas: “Mas cuando plugo a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia…” Gálatas 1:15, la misericordia de Dios por nosotros es infinita y maravillosa por lo que obra en nuestro favor, fíjense hasta dónde llega: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel: no se puede negar a sí mismo” 2ª Timoteo 2:13.
Podemos esperar en Dios todo el día, todo el tiempo, en cada momento de nuestra vida, porque Él, a pesar de nuestras debilidades y afectos pecaminosos que afloran tan a menudo en nuestro diario vivir, permanece fiel.
Exclamemos junto a Pablo, que meditando en el poder del evangelio de Cristo concluye con esta expresión: “Gracias a Dios por su don inefable”. 2ª Corintios 9:15.