HEBREOS 4, 1-10

Hebreos 4:1–10 “El reposo del pueblo de Dios”

 

1    Temamos, pues, que quedando aún la promesa de entrar en su reposo, parezca alguno de vosotros haberse apartado.

2   Porque también a nosotros se nos ha evangelizado como a ellos; mas no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe.

3   Empero entramos en el reposo los que hemos creído, de la manera que dijo: Como juré en mi ira, no entrarán en mi reposo: aun acabadas las obras desde el principio del mundo.

4   Porque en un cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.

5   Y otra vez aquí : No entrarán en mi reposo.

6   Así que, pues que resta que algunos han de entrar en él, y aquellos a quienes primero fue anunciado no entraron por causa de desobediencia,

7    Determina otra vez un cierto día, diciendo por David: Hoy, después de tanto tiempo; como está dicho: Si oyereis su voz hoy, no endurezcáis vuestros corazones.

8   Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.

9   Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.

10  Porque el que ha entrado en su reposo, también él ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.

11  Procuremos pues de entrar en aquel reposo; que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

12  Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

13  Y no hay cosa criada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

14  Por tanto, teniendo un gran Pontífice, que penetró los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.

15  Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

16  Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro.

 

Prosigamos con nuestras meditaciones en la epístola a los Hebreos, hoy consideraremos algunos puntos del Capítulo 4, les recuerdo que, además de detenernos a meditar en el mensaje específico de cada porción en las que estamos centrado nuestra atención cada vez que nos reunimos, queremos enfatizar a la vez, nuestro deseo que cada uno de nosotros desarrolle un alto concepto de Dios y de su Palabra.

 

Este capítulo es una continuación natural del tema tratado en el capítulo 3, donde vemos como la desobediencia a los designios de Dios para el pueblo tiene su origen en la incredulidad a la Palabra de Dios. Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad” Hebreos 3:19

 

Dios los había llevado con mano poderosa desde Egipto al Sinaí, donde estuvieron un año y recibieron la Ley y el Pacto Mosaico o Antiguo Pacto en el que Dios se comprometía a cumplir su parte si el pueblo obedecía la Ley que les estaba entregando (“…si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa… Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho haremos. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová” Éxodo 19:5–8).

 

Luego emprendieron el viaje hacia el norte a la ansiada Tierra Prometida. Habían hecho un compromiso de obediencia con Jehová, que debían cumplir, pues esa era la cláusula del pacto que a ellos les correspondía.

 

Hasta ese momento, casi todo había andado bien, habían estado un año detenidos al pie del Monte Sinaí, aunque habían mostrado su naturaleza rebelde en algunas oportunidades, podríamos decir que en términos generales fue un tiempo de bonanza para el pueblo y no dudaron un minuto en tomar el compromiso de concurrir al pacto que Dios les proponía.

 

Parte de la forma como Dios trata con su criatura es someterla a pruebas (recuerden bien esta sentencia), Dios lleva a su criatura a situaciones límites para probar que tan genuina es la confianza que tiene en Él y en Su Palabra y su disposición a obedecer.

 

La llegada a los límites de la Tierra Prometida fue una de esas situaciones límites permitidas por Dios para probar al pueblo, recibieron el informe de los espías enviados a reconocer la tierra, y como vimos en la meditación anterior, se rebelaron contra Dios. NO CREYERON A DIOS, que Él los introduciría en esa tierra dándoles la victoria sobre sus habitantes del momento. Fueron incrédulos a la Palabra de Dios y ese hecho fue severamente castigado por Dios.

 

Pablo está rememorando estos acontecimientos históricos en los Capítulos 3 y 4, usando como referencia el Salmo 95, y en lo que veremos ahora toma básicamente el vers. 11 “Por tanto juré en mi furor que no entrarían en mi reposo”. Sin más vamos a nuestro texto:

 

Vers. 1–3

Temamos, pues, que quedando aún la promesa de entrar en su reposo, parezca alguno de vosotros haberse apartado.

Porque también a nosotros se nos ha evangelizado como a ellos; mas no les aprovechó el oír la palabra a los que la oyeron sin mezclar fe.

Empero entramos en el reposo los que hemos creído, de la manera que dijo: Como juré en mi ira, no entrarán en mi reposo: aun acabadas las obras desde el principio del mundo”.

 

Hay un paralelo hermoso entre la entrada a la Tierra Prometida que es el final del éxodo desde Egipto a Canaán y el momento en que enfrentamos el fin de nuestra vida y nos aprestamos a entrar a la Patria Celestial, a nuestro reposo, a aquel lugar del que Jesús dijo: “No se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:1–3. Este reposo superior es el que espera a todo hijo de Dios, es el mismo apóstol Juan que años más tarde lo describe: Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadasApocalipsis 21:4.

 

El auditorio al que Pablo se dirige al inicio del cap. 3  es uno y al llegar al cap. 4 se amplía, estaba hablándole a los judíos que llamó: “hermanos santos, participantes de la vocación celestial” y ahora incorpora a los judíos que se congregaban porque les parecía atractivo el mensaje del evangelio y sentían simpatía por la iglesia de Cristo, pero aún no habían entregado sus vidas a Él, habiendo escuchado la predicación del evangelio, no habían creído en Jesucristo para salvación.

 

Nuevamente no podemos soslayar el hecho cierto de que en toda congregación existe un porcentaje de personas que participan regularmente, que pueden pasar por cristianos, sin embargo, nunca han acudido a los pies de Cristo con un arrepentimiento genuino depositando su fe en la sangre de Cristo que es el único medio para arreglar sus cuentas con Dios.

 

Pablo llama la atención para que todos reflexionen en su situación o relación con Dios, lo hace de una forma que era muy propia de él, se incluye para dejar claro que su dependencia de Dios era igual a la de los miembros de la congregación a la que se estaba dirigiendo. ¿Cuál es la advertencia?

 

“Temamos, pues” ¿Estoy seguro de que soy salvo, que soy un hijo de Dios? que buena reflexión para estos días de cuarentena y “encierro” hogareño, tenemos una promesa vigente esperándonos, la entrada al reposo celestial, desde la perspectiva del tiempo en la eternidad, estamos a las puertas de ese reposo, tal como lo estuvo Israel frente a la Tierra Prometida unos meses después de partir desde el Sinaí. Ya vimos, en nuestra meditación anterior, que la perseverancia es una muestra de que somos hijos de Dios, el no creyente no es perseverante en los caminos del Señor y de eso da cuenta la facilidad con que se apartan de sus caminos. Han escuchado el evangelio, lo conocen intelectualmente, pero, si sólo se quedan ahí, eso es insuficiente, ha sido en vano porque al oír no estuvieron dispuestos a aplicar fe en su corazón. Escucharon sin oír el mensaje, les ocurrirá de la misma forma que le pasó a las vírgenes necias y cuando reaccionen los creyentes verdaderos estaremos gozando en la Patria Celestial y ellos enfrentando la Gran Tribulación, si no han partido antes a la condenación.

 

Para los creyentes, no hay lugar a dudas, El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre élJuan 3:36. Los que hemos creído tenemos nuestro lugar asegurado, no porque haber creído sea un mérito, si fuera así, eso sería una obra y la Palabra de Dios se encarga de aclararnos que la salvación no es por obras: No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo; el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna”. Tito 3:5–7  y Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se gloríe. Efe 2:8–9.

 

Demos una mirada a los vers. 6 y 7:

Así que, pues que resta que algunos han de entrar en él, y aquellos a quienes primero fue anunciado no entraron por causa de desobediencia, determina otra vez un cierto día, diciendo por David: Hoy, después de tanto tiempo; como está dicho: Si oyereis su voz hoy, no endurezcáis vuestros corazones”.

 

Pablo aclara en el vers. 6 que aun hay posibilidad de entrar en el reposo que Dios ofrece a su criatura, eso es una gran noticia para los inconversos, y luego continúa dejando patente una desgracia, que es propia de las consecuencias del pecado, no creas amigo que tu pecado pasará inadvertido para Dios, NO ni el tuyo ni el mío pasan inadvertidos.

 

Dios levantó un pueblo para que fuera su especial tesoro como vimos al inicio al enunciar el Pacto Mosaico pero ese pueblo no estuvo a la altura del privilegio que Dios puso ante ellos, tal como Adán y Eva tampoco estuvieron a la altura de los privilegios que Dios les había concedido, en un caso y en otro ambos perdieron su posición por causa de la desobediencia. En el último caso Adán y Eva recibieron la maldición de Dios, la expulsión del Huerto pero a la vez acarrearon sobre toda la humanidad el pecado, sus hijos fueron engendrado con el germen del pecado en sus corazones y nacieron a imagen y semejanza de sus progenitores, por causa de la desobediencia perdieron la gloria que Dios les había dado. En el primer caso, el pueblo de Israel perdió momentáneamente el privilegio de ser el pueblo de Dios, y Dios lo reemplazó temporalmente por la Iglesia.

 

Juan testifica en su evangelio así:

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre: Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios”. Juan 1:11–13

 

Pero el amor de Dios por su criatura es tan inmensurable que a pesar de merecer la condenación por su desobediencia, aún hoy está llamando al corazón de ella con la invitación: “Si oyereis su voz hoy, no endurezcáis vuestros corazones”. Hoy es el día que Dios te da para arreglar tus cuentas con Él.

 

Por hoy llegaremos hasta el vers. 10

“Porque el que ha entrado en su reposo, también él ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas”.

 

A causa de esta pandemia que afecta a todo el mundo, muchos creyentes han partido a la Patria Celestial, por eso deseo detenerme brevemente en este texto.

 

Calvino escribe de él: “He aquí una definición de aquel perenne Sabbat (día de reposo) donde existe la suprema felicidad, cuando exista semejanza entre los hombres y Dios, a quien ellos serán unidos”.

 

Este texto debe ser un bálsamo que alivie el dolor y la tristeza natural por un ser querido que ha partido a la Patria Celestial, para el mundo la muerte es un verdadero salto al vacío, que lamentablemente no termina en el vacío sino que en el infierno, en la condenación eterna y no podemos suavizar esa realidad para que no se sientan mal, pero esa es la realidad efectiva, sin embargo para el creyente es el momento cuando la obra de redención divina se perfecciona y sublima, leemos en Romanos 8:28–30:

 

Y sabemos que a los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, es a saber, a los que conforme al propósito son llamados. 

Porque a los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

 

Nuestros hermanos, han sido llamados a la presencia del Señor conforme al propósito divino, no han partido porque tuvieron la desdicha de adquirir el coronavirus u otra enfermedad que los llevó a la muerte. Ellos ya descansan en el reposo celestial.

 

La obra de Dios es una obra completa que es parte de un proceso que Él desarrolla en la vida de aquellos que en un acto de Soberanía escogió antes de la fundación del mundo “para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor” (Efesios 1:4).

 

En Romanos vemos que a los que antes conoció o escogió, eligió, los predestinó con un objetivo claro: para ser hechos conformes a la semejanza de su Hijo, esto es un regreso a la condición que tenía el hombre antes de la caída, ¡qué privilegio espera a cada creyente!, recuerden que antes de la caída la comunión del hombre con Dios era una comunión perfecta, Dios y el hombre disfrutaban de un compañerismo maravilloso y por la gracia de Dios, fuimos escogidos y nuestra naturaleza ha sido transformada por la obra sobrenatural del Espíritu Santo, quien nos ha regenerado para tener vida, si volver a la vida que nos permite alabar y glorificar a nuestro Padre Celestial para siempre.

 

Dios se da el tiempo de tratar con cada uno de sus escogidos, según es la realidad de cada uno de ellos y lo hace ocupándose personalmente de cada uno de nosotros. Al escogernos nos predestinó y al predestinarnos llegó el día que nos llamó a sus caminos, oímos y prestamos atención al evangelio de Jesucristo y el Espíritu Santo lo hizo vida en nuestros corazones y a diferencia de aquellos a los que se refiere Pablo en este Cap. en el vers. 2, aplicamos la fe en esas Buenas Nuevas de Salvación, y fuimos declarados justos, no que lo seamos, Dios legalmente nos declaró justos por la justicia que su Hijo cumplió en la cruz y pronto llegará el día que nuestros cuerpos serán glorificados, Pablo en este texto pone en pasado todas estas acciones de Dios en nuestro favor, porque todas ellas ya son un hecho ante los ojos de Dios.

 

El número de escogidos es igual al número de los predestinados e igual al número de los llamados y justificados y coincidirá perfectamente con el número de los glorificados que estaremos por toda la Eternidad alabando y glorificando a Nuestro Bendito Padre Celestial, a nuestro precioso Salvador y reconociendo la inmensa obra que hizo el Espíritu Santo al transformar nuestra vida a la semejanza de la gloria de Cristo Jesús.

 

Esta enumeración es maravillosa porque implica que ningún escogido por Dios se perderá en el infierno, en el camino de la vida no habrá víctimas que caigan derrotadas y terminarán en el infierno, eso jamás ocurrirá para un hijo de Dios. El 100% de los escogidos antes de la fundación del mundo, sin faltar uno sólo estaremos por la eternidad disfrutando de la perfecta comunión con nuestro Señor.

 

Termino esta meditación con el versículo de Apocalipsis 14:13 “Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos; porque sus obras con ellos siguen”.

 

Gloria al Señor por sus santos que han sido llamados a su presencia.

 

Amén.

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