Hebreos 10, 1-18

Hebreos 10:1–18

1      Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se allegan.

2      De otra manera cesarían de ofrecerse; porque los que tributan este culto, limpios de una vez, no tendrían más conciencia de pecado.

3      Empero en estos sacrificios cada año se hace conmemoración de los pecados.

4      Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

5      Por lo cual, entrando en el mundo, dice: sacrificio y presente no quisiste; mas me apropiaste cuerpo:

6      Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

 

7      Entonces dije: Heme aquí (En la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad.

8     Diciendo arriba: Sacrificio y presente, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron, (las cuales cosas se ofrecen según la ley,)

9     Entonces dijo: Heme aquí para que haga, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo postrero.

10   En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez.

11    Así que, todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados:

12    Pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado a la diestra de Dios,

13    Esperando lo que resta, hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.

14    Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

15    Y atestíguanos lo mismo el Espíritu Santo; que después que dijo:

16   Y este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré:

17    Añade: y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

18   Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por pecado.

 

Ya hemos visto que el libro está dirigido al pueblo hebreo que participaba del evangelio, por un lado para reafirmar la fe de los creyentes verdaderos y por otro para advertencia solemne de los que participando de la congregación no eran convertidos al evangelio aun.

 

Hebreos 1:1,2

“Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo…”

 

Nos habla de la superioridad o supremacía de Jesús, de su excelencia.

 

Todo lo que se nos presenta en él es mejor a lo demás, una esperanza mejor, un pacto mejor, una promesa mejor, un sacrificio mejor, una patria mejor, y todo eso radica en nuestro Señor.

 

  • Jesús es superior a los ángeles.
  • Jesús es más grande que Moisés.
  • Jesús es el gran Sumo Sacerdote.
  • Jesús es el Mediador de un nuevo pacto.

 

Jesús es retratado como el Mejor supremo. Todo es nuevo, todo es mejor, no necesitamos de lo antiguo.

 

Hebreos 8:1

“Así que, la suma acerca de lo dicho es: Tenemos tal pontífice que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”

 

En un versículo se resume el contenido de este libro: Nuestro pontífice o sumo sacerdote es el Sumo sacerdote de sacerdotes, está sentado a la diestra de Dios Padre con su obra de redención perfecta terminada, en la cruz quedó consumada por la eternidad y a nuestro favor.

 

En los capítulos 7 al 10 se presenta la superioridad del sacerdocio de Cristo, en particular el capítulo que tenemos para meditar hoy nos habla del sacrificio superior.

 

Este capítulo está dividido en tres grandes secciones, de las que hoy meditaremos en la primera de ellas:

 

Vers. 1–18: La superioridad del sacrificio de Cristo, que fue realizado sólo una vez y para siempre a diferencia de los sacrificios del Antiguo Testamento que debían repetirse día a día.

 

Hoy nos detendremos en algunos versículos que al meditar en este capítulo me han llamado especialmente la atención.

 

 

Vers. 1–4:

1     Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se allegan.

2    De otra manera cesarían de ofrecerse; porque los que tributan este culto, limpios de una vez, no tendrían más conciencia de pecado.

3    Empero en estos sacrificios cada año se hace conmemoración de los pecados.

4    Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.

 

Dios proveyó de un sistema de sacrificios en el Antiguo Testamento para mostrar a su pueblo distintos aspectos del sacrificio del Cordero de Dios. Obviamente resultaba imposible que esos sacrificios pudieran tener tanto el alcance como el efecto del sacrificio perfecto de Cristo. Sólo eran una sombra del sacrificio prometido.

 

Vemos que tanto la Ley como los sacrificios anuales se comparan con una sombra de lo que representaban.

 

Los eruditos en griego observan que la palabra traducida sombra está relacionada con una sombra difusa. La ley, las ceremonias y sacrificios eran sombra y solamente podían dar una tenue idea de los bienes venideros que traería Cristo en perfección.

 

Sólo eran una sombra, luego, no eran en sí el sacrificio perfecto, las ordenanzas del Antiguo Testamento eran incapaces de producir el efecto del sacrificio perfecto y debían repetirse año tras año. Todo el sistema ceremonial apuntaba al sacrificio del Hijo de Dios.

 

No hacían perfecto al que los presentaba, sino no hubiera sido necesario repetirlos año a año, sólo daban un alivio temporal pero los pecados seguían ahí, el vers. 3 afirma que la práctica de los sacrificios traían a la memoria los pecados del pueblo. El pueblo de Dios del Antiguo Testamento nunca pudo librarse de la presencia y la conciencia de culpa. La repetición de las ceremonias traía a su memoria el peso de sus pecados, es decir, no tenían la capacidad de limpiar la conciencia de pecado, esto queda manifiesto en el Salmo 51:3Porque yo reconozco mis rebeliones; y mi pecado está siempre delante de mí”.

 

Lo que ocurre es que el sistema del Antiguo Testamento no fue diseñado por Dios para quitar o perdonar los pecados sino que fue una preparación para la venida del Mesías prometido.

 

Su finalidad era mostrar la gravedad de la condición caída y pecaminosa del ser humano que requería la muerte de un animal. Esto ya quedó de manifiesto en Edén cuando Dios dio muerte a animales para proveer de túnicas en reemplazo de las vestiduras elaboradas con hojas.

 

Les recuerdo que el tema central de este capítulo es mostrarnos la superioridad del sacrificio de Cristo.

 

Y debemos apuntar en este momento la diferencia que existe entre los sacrificios del Antiguo Testamento y el sacrificio de Cristo.

 

Mientras en el Antiguo Testamento el pecado estaba siempre presente, en el Nuevo Testamento, el hijo de Dios tiene la bendición de saber que sus pecados han sido cubiertos total y completamente por el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz.

 

Romanos 8:1–4

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu.

 

Continuemos con los Vers. 5 y 6

5    Por lo cual, entrando en el mundo, dice: sacrificio y presente no quisiste; mas me apropiaste cuerpo:

6    Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.

 

Es esencial saber que las ceremonias externas tenían un requisito interno que las hacía aceptables ante Dios. Aquel que no sacrificaba con corazón sincero, su ofrecimiento era estéril, la culpa por la cual se presentaba no quedaba cubierta, como queda de manifiesto en Amós 5:21 – 26:

“Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me darán buen olor vuestras asambleas.

Y si me ofreciereis holocaustos y vuestros presentes, no los recibiré; ni miraré a los pacíficos de vuestros engordados.

Quita de mí la multitud de tus cantares, que no escucharé las salmodias de tus instrumentos.

Antes corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo.

¿Habéisme ofrecido sacrificios y presentes en el desierto en cuarenta años, casa de Israel?

Mas llevabais el tabernáculo de vuestro Moloch y Chiún, ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis”.

 

Sacrificar sin obediencia, cumplir un ritual sin fe ni devoción a Dios era una burla e hipocresía peor que no haber hecho los sacrificios.

 

1° Samuel 15:22

“¿Tiene Jehová tanto contentamiento con los holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los carneros”.

 

Salmo 51:16, 17

“Porque no quieres tú sacrificio, que yo daría; no quieres holocausto.

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.

 

Esta es una advertencia a la que debemos prestar especial atención.

 

Pretender acercarnos a Dios sin un espíritu correcto hace nulo todo intento, en lugar de agradar a Dios lo único que lograremos es convertir nuestro culto en abominación, en algo repugnante a Dios.

 

Isaías 1:11, 13, 14     

¿Para qué a mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos…

No me traigáis más vano presente: el perfume me es abominación: luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir: son iniquidad vuestras solemnidades.

Vuestras lunas nuevas y vuestras solemnidades tiene aborrecidas mi alma: me son gravosas; cansado estoy de llevarlas”.

 

A la luz de esto deberíamos reflexionar seriamente de cómo está siendo nuestro culto a Dios.

 

Mateo 5:3,4

“Bienaventurados los pobres en espíritu (esto es con humildad sabiendo que nada merecen que sea distinto a la condenación por la rebelión que nos caracteriza hacía nuestro Hacedor): porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados los que lloran (este llanto es la expresión del profundo dolor que causa en el alma tomar conciencia del pecado que está alojado en nuestro corazón, por el cual estamos justamente destituidos de la gloria de Dios): porque ellos recibirán consolación”.

 

Permítanme un último comentario sobre el Vers. 5: Por lo cual, entrando en el mundo, dice: sacrificio y presente no quisiste; mas me apropiaste cuerpo”

 

¡No solamente una parte sino un cuerpo entero! La solución final se encuentra en la encarnación del Hijo de Dios y en el ofrecimiento de sí mismo como sacrificio en el altar de la cruz por los pecados de muchos. Así fue satisfecha la justicia de Dios que demandaba el castigo por el pecado.

 

Continuemos con los Vers. 7–14:

 

7    Entonces dije: Heme aquí (En la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad.

8    Diciendo arriba: Sacrificio y presente, y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron, (las cuales cosas se ofrecen según la ley,)

9    Entonces dijo: Heme aquí para que haga, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo postrero.

10  En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez.

11   Así que, todo sacerdote se presenta cada día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados:

12   Pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado a la diestra de Dios,

13   Esperando lo que resta, hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.

14  Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

 

Vers. 7 “Entonces dije: Heme aquí (En la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad”.

 

Comienza a revelarse la eterna voluntad de Dios respecto del plan de redención y del sacrificio de Cristo en la cruz. A lo largo de todo el Antiguo Testamento está descrito el ministerio de redención del Hijo de Dios.

 

Lucas 24:44

“Y él les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos”.

 

Hemos visto que en el Antiguo Testamento los sacrificios eran continuos y permanentes (para la semana en que se celebraba la Pascua los animales sacrificados podían llegar a superar los 300.000) esta condición era necesaria por la naturaleza de esos sacrificios, pero ahora se alza gloriosa la voz del Hijo de Dios: “Heme aquí para que haga, oh Dios, tu voluntad. Quita lo primero, para establecer lo postrero”. La sumisión del Hijo al Padre, la misma sumisión que encontramos en la oración en el huerto de Getsemaní:

 

Jesús yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando, y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero, sino como tú” Mateo 26:39

 

Lo primero era un sistema ritual incapaz de perdonar los pecados y limpiar al penitente, era incapaz de transformar la conciencia y el corazón, sacrificios que año tras año se debían repetir, justamente por su efecto parcial en el pueblo de Dios del Antiguo Testamento.

 

Lo postrero: El sacrificio perfecto, el sacrificio superior al orden anterior, el sacrificio que satisfizo la exigencia de Dios de hacer justicia por causa del pecado que aloja nuestro corazón. El nuevo pacto o testamento que Dios establece para relacionarse con su criatura, que pasa por la sangre derramada en la cruz de su propio Hijo.

 

La disposición de Jesús para obedecer la voluntad de su Padre, es el elemento vital para nuestra salvación. El resultado queda expresado en los versículos 10 y 14:

“En la cual voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez… Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados

 

La realidad del hombre es que está sumido en una completa depravación espiritual. Hoy podemos decir que gracias al sacrificio de Cristo en la cruz nuestra naturaleza es transformada totalmente, hoy podemos afirmar que por el sacrificio de Cristo hay perdón de pecados para todo aquel que en arrepentimiento y fe acude a Dios, poniéndose a la sombra de aquella cruenta cruz sobre la cual fue puesto nuestro Señor.

 

Isaías 53:4, 5

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados”.

 

Es la Palabra de Dios la que nos autoriza para referirnos a la supremacía del sacrificio de Cristo y de como por ese sacrificio tenemos perdón de nuestros pecados, pero eso no es todo, aún hay más bendiciones para el creyente que están asociadas a este sacrificio perfecto.

 

Terminemos refiriéndome a los Vers. 16 – 18:

“Y este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré:

Añade: y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por pecado”.

 

Si tan sólo tuviéramos el discernimiento espiritual para comprender el alcance de estas palabras, nuestra vida sería muy distinta, nuestra iglesia sería muy distinta, el mundo vería en nosotros la luz del evangelio y eso sin duda despertaría al menos curiosidad por saber a qué se debe.

 

El efecto de este nuevo pacto en el corazón de los hijos de Dios se hace sentir en:

  • Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré.
  • Nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

 

Este nuevo pacto se manifiesta en:

  1. Perdón de Pecados: Justificación del creyente.
  2. Transformación interior: Santificación del creyente.

 

Santa Rosa 11.08.2019.

La Cisterna, 12.06.2016

Smirna, 22.02.2016.

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