Ardientes en espíritu

ARDIENTES EN ESPÍRITU  – Romanos 12:11b.

Dr. K. J. CHOI, Presidente del CIIC.
XIX Congreso ALADIC.
Jueves, 8 de Febrero de 2007.

MENSAJE INAUGURAL.

Damas y caballeros, hermanos y hermanas en Jesucristo, les saludo de parte del CIIC, en el nombre del Señor Jesucristo.

Es para mí un honor y un privilegio haber venido y encontrarme con todos ustedes. Más todavía, es un verdadero privilegio poder compartir la Palabra de Dios con ustedes. He oído acerca de la fe de ustedes y ahora puedo comprobarlo con mis propios ojos. Gracias al Señor por su servicio diligente para el Señor. Agradezco también al Señor por el liderazgo de la ALADIC. Estamos aquí con el único propósito de honrar y glorificar el nombre de nuestro Dios.

Gracias por invitarme para estar con ustedes hoy día. Oro para que la obra del CIIC crezca mediante la fidelidad y sinceridad de ustedes, por amor a Cristo. Hoy día les hablaré sobre Romanos 12:11, que dice:

“En el cuidado no perezoso; ardiente en espíritu, sirviendo al Señor”.

En particular, me referiré a la frase del medio: “Ardientes en Espíritu”.

El libro de Romanos es conocido por los estudiantes bíblicos como un compendio de doctrina. Toda doctrina importante de la Biblia se encuentra, virtualmente, en este libro. Por eso podemos encontrar enseñanzas generales y sistemáticas de las doctrinas bíblicas en este libro. Sin embargo puede causar asombro el que un libro tan dominantemente marcado por la teología y la doctrina haya sido en realidad una carta dirigida a una iglesia en Roma. No era un tratado de teología, sino una comunicación entre Pablo y la iglesia de Roma.

A pesar de todo eso, este libro no trata principalmente de temas locales específicos, sino de grandes temas de la Biblia. Algunos consideran este libro como “la última voluntad y testamento de Pablo”. Aunque se trata de una carta a los romanos, ha atraído más la atención universal que cualquier otro libro de la Biblia, debido a la naturaleza de lo que se discute en él. Trata de las doctrinas del hombre, el pecado, la salvación, Jesucristo, el Espíritu Santo, Israel y la Iglesia. Es también muy polémico en su presentación de las doctrinas. Sin embargo, Romanos no es simplemente un libro de doctrinas.

Como es característico de Pablo, este libro comienza con enseñanzas doctrinales y sigue con exhortaciones a vivir la fe cristiana. Pablo enseña a los creyentes que deben vivir una vida que dependa de las doctrinas cristianas. En todo el libro Pablo destaca la justificación por la fe. Pero la vida del justificado no es la misma del pecador no arrepentido. “La obediencia de la fe” es importante. El movimiento del CIIC ha sido conocido como la Reforma del Siglo XX. Ha sido un movimiento de regreso a la Biblia y a sus doctrinas. Ha sido un movimiento contra el liberalismo, el modernismo, el carismatismo y contra los compromisos contrarios a la Biblia. Es bueno que sostengamos las Escrituras y que proclamemos los mensajes de Cristo. De la misma manera, y con el mismo fervor, debemos renovar nuestra resolución de predicar y enseñar acerca de la vida cristiana, caracterizada por lo que creemos. Si fracasamos en mostrar nuestras doctrinas cristianas mediante ejemplos vivientes, seremos simplemente hipócritas y nuestros mensajes perderán su poder. Nuestros testimonios acerca de Jesucristo serán débiles y perderán su credibilidad.

En Romanos 12, Pablo habla acerca de la actitud cristiana hacia Dios en los versículos 1 y 2. Empieza el capítulo diciendo:

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto (vuestro servicio razonable)”.

Las dos últimas palabras son significativas en relación con el mensaje de hoy. “Servicio razonable” puede tener diversos significados. Pero el significado más lógico es: “adoración o culto espiritual” o “servicio espiritual”. No se trata de un servicio lógico, de un servicio calculado o de un servicio diligente. Antes que todos ellos debe estar el servicio espiritual.

¿Por qué habla Pablo acerca del servicio espiritual como introducción a la segunda parte de su libro? ¿Por qué es tan importante para Pablo mencionar el servicio espiritual? Si somos cristianos ¿no son espirituales todos nuestros servicios? ¿Por qué razón Pablo tiene que poner el acento sobre el aspecto espiritual de los servicios de los creyentes? El texto de nuestro mensaje es:

“En el cuidado no perezoso; ardiente en espíritu, sirviendo al Señor”.

En los negocios de Dios no tenemos que ser perezosos o carecer de celo. Tenemos que ser activos y diligentes en el servicio del Señor. Tenemos que mantener también nuestro fervor espiritual al servir al Señor. El movimiento del CIIC no sostiene una ortodoxia muerta, sino una fe viva y práctica, para la gloria de Dios. Hoy deseo referirme a nuestro servicio al Señor con fervor espiritual. Primeramente, permítanme comenzar con las razones por las cuales debemos ser un pueblo espiritual.

I. RAZONES PARA SER UN PUEBLO ESPIRITUAL

En general la palabra “espíritu” puede significar muchas cosas.

Primeramente significa viento, aire en movimiento o aliento. Significa también vida, disposición mental, alma humana, sentimiento o percepción. Por eso hablamos del espíritu de los tiempos, del espíritu del mundo o de captar el espíritu. En las Escrituras, ser espiritual es diferente de ser carnal o físico. Lo espiritual sólo puede ser conocido por la gente espiritual. La importancia de ser espiritual comienza con nuestra naturaleza. Jesús dice en Juan 3:6 y 8:

“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es… El viento de donde quiere sopla y oyes su sonido, mas no sabes de dónde viene, ni a dónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu”.

Jesús muestra que hay una clara diferencia entre lo que es de la carne y lo que es del Espíritu. Jesús deja también perfectamente claro que para ser regenerado es esencial la aceptación del Padre. Por eso dice en Juan 3:3b:

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez no puede ver el reino de Dios”.

El hombre carnal no puede entrar en el reino de Dios. Jesús dijo enfáticamente que el hombre debe nacer de nuevo o ser regenerado para poder ser parte de la familia de Dios. Y esta gracia de la regeneración es algo sobrenatural: El Espíritu Santo es el agente que lo produce. Ni la carne, ni ningún esfuerzo humano pueden efectuar esta transformación, debido a que todos somos pecadores por naturaleza. No somos justos, sino injustos. Nuestra naturaleza pecaminosa tiene que ser transformada. Incluye también nuestro arrepentimiento. No podemos amar al pecado y a Dios al mismo tiempo.

Nadie puede venir a Dios y adorarle por su propio poder. Hay enemistad entre el santo Dios y el hombre pecador. Sólo los que son nacidos del Espíritu pueden rendir un servicio significativo a él. Esto significa que el servicio al Señor es un privilegio dado, que no todos pueden disfrutar. El servicio espiritual sólo puede ser ofrecido a Dios por gente espiritual y ellos son los que han sido limpiados y santificados por el Espíritu de Dios. 1ª Corintios 6:11 dice:

“Y esto erais algunos, mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios”.

Aún el privilegio de llamar Padre a Dios se concede sólo a los que son espirituales, debido a que el Espíritu Santo vive en ellos. Gálatas 4:6 dice:

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre”.

Los espirituales están siempre en conflicto con las obras de la carne. Gálatas 6:8 dice:

“Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción, mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.

Las obras de nuestro CIIC no deben ser jamás obras de la carne, porque la carne sólo produce corrupción. Históricamente, los hombres y mujeres del CIIC han dejado atrás cualquier fama y comodidad de este mundo por causa del reino de Dios, tal como lo hicieron los discípulos de Jesús. Pedro dice en 1ª Pedro 2:5:

“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa espiritual y un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo”.

La obra que estamos haciendo consiste en construir una casa espiritual, de la cual cada uno de nosotros es una piedra viva. Todos nosotros ofrecemos sacrificios espirituales al Señor. Romanos 8:4–5 dice:

“Para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu. Porque los que viven conforme a la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan, mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu”.

Los carnales no pueden obedecer las leyes de Dios, sino que están contra él. Romanos 8:7 dice:

“Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”.

Debemos recordar Gálatas 5:16:

“Digo pues: Andad en el Espíritu y no satisfagáis la concupiscencia de la carne”.

Por lo tanto, si queremos servir al Señor con espíritu ardiente, tenemos que empezar por ser espirituales. Esto nos conduce al segundo punto.

II. RAZONES PARA SER ARDIENTES EN ESPÍRITU

Hay personas espirituales que no son ardientes para servir al Señor. Su espiritualidad la viven para sí mismos. Hay buenos ejemplos de esto en el movimiento monástico de la Edad Media. También hay personas espiritualmente fervientes que están mal orientadas, por lo cual su ardiente espiritualidad ha hecho más mal que bien al cuerpo de Cristo. De ahí que para ser personas espiritualmente ardientes tenemos que conocer bien todo lo que se relaciona con Dios y su obra. Por eso Pablo oró por los creyentes de Colosas lo que leemos en Colosenses 1:9:

“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría y espiritual inteligencia”.

Ardor espiritual no es lo mismo que entusiasmo con fe ciega. Es una fe muy informada e inteligente. Debido a lo que creemos somos fervientes en nuestro servicio. Para ser ardientes en espíritu tenemos que conocer y comprender la naturaleza de nuestra fe. Significa también que tenemos que creer en la Palabra de Dios y saber lo que es. Jesús dijo en Juan 6:63:

“El Espíritu es el que da vida, la carne nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.

Los espirituales deben ser ardientes en el servicio del Señor porque son guiados por el Espíritu de Dios. La obra del Espíritu no se completa cuando nos convertimos; por el contrario, recién comienza entonces. Una de las funciones del Espíritu es darnos poder. Probablemente a esto se refería Jesús cuando dijo en Juan 14:12:

“De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que hago también él las hará y mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre”.

El que los discípulos pudieran hacer obras mayores que las que Jesús había hecho parece que dependía tanto de que él se fuera como de que el Espíritu Santo viniera, puesto que ambos acontecimientos están ligados tan estrechamente. Los discípulos se entristecían cuando pensaban en su partida. Juan 16:7 dice:

“Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya, porque si yo no fuese, el Consolador no vendría a vosotros mas si yo fuere, os le enviaré”.

La clave del éxito de los discípulos no fueron sus habilidades y fortalezas. Jesús les dijo que esperaran la venida del Espíritu Santo en Hechos 1:4–5. Después les dijo lo que leemos en Hechos 1:8:

“Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y me seréis testigos en Jerusalem y en toda Judea y Samaria y hasta lo último de la tierra”.

Hay poder en el Espíritu de Dios.

Jesús prometió también que el Espíritu Santo moraría en, e iluminaría, a los creyentes. Juan 14:16–17 dice:

“Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre, al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; mas vosotros le conocéis, porque está con vosotros y será en vosotros”.

El Señor es espíritu y mora en los creyentes. Además, el Espíritu de Dios enseña a los creyentes. Juan 16:13–14 dice:

“Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad, porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere y os hará saber las cosas que han de venir. Él meglorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber”.

El Espíritu Santo enseña. Enseña internamente. Trae a la mente y clarifica para los discípulos las palabras que Jesús ya les había dado.

Las personas espirituales son firmes y ardientes para servir al Señor porque saben que el Espíritu Santo intercede por ellos. Estamos familiarizados con la intercesión de Jesús por nosotros, como Sumo Sacerdote. Romanos 8:26–27 dice:

“Y asimismo el Espíritu ayuda nuestra flaqueza, por que qué hemos de pedir como conviene no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es el intento del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios demanda por los santos”.

El Espíritu Santo también intercede por nosotros. Las personas espirituales son también fervientes, porque son puras. El Espíritu Santo obra para su santificación. Por santificación queremos decir la transformación continua del carácter moral y espiritual tal que la vida de los creyentes refleja la posición que él o ella tiene ya a la vista de Dios. Mientras que la justificación es un acto instantáneo, que le da al individuo una posición correcta delante de Dios, la santificación es un proceso que va haciendo que la persona vaya siendo santa o buena. El Espíritu Santo nos capacita también para vivir como una familia de Dios. El ser dotados de poder, la morada, la iluminación, la enseñanza y la gracia santificante del Espíritu Santo enciende el fuego del fervor en el corazón de los creyentes para sus servicios espirituales. Toda esta enseñanza nos conduce a nuestro último punto.

CONCLUSIÓN

Romanos 8:9 dice también:

“Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él”.

Esta es una ironía:

1) Los creyentes de Cristo están en el Espíritu, pero a veces están en la carne, por lo cual la Biblia les advierte para que no sea así. Romanos 8:13:

“Porque si viviereis conforme a la carne, moriréis, mas si por el Espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis”;

2) Si alguien está en el Espíritu, entonces el Espíritu de Dios mora en él;

3) Si alguien no tiene el Espíritu de Cristo, entonces no pertenece a Cristo.

Como vemos, el Espíritu Santo está presente en cada aspecto de nuestra vida y convicción cristiana. Al fin y al cabo, no somos espirituales porque creamos serlo. No somos espirituales porque algunos digan que lo somos. No somos espirituales porque estemos haciendo alguna obra espiritual.

Pero somos espirituales porque somos guiados por el Espíritu de Dios. Pablo dice en Romanos 8:4:

“Para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu”.

Por obra del Espíritu de Dios, estamos cumpliendo internamente la ley de Dios. Podemos hacer lo espiritual sólo por el Espíritu Santo. Romanos 8:14 dice:

“Porque todos lo que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios”.

Esto nos alienta para depender del Espíritu Santo. Nuestro servicio espiritual no proviene de nuestras habilidades, sino de la obra del Espíritu Santo. Por lo cual tenemos que depender de él. Por otra parte, lo que creemos debe ser visto (exteriormente) en nosotros. Pablo dice en 2ª Corintios 4:13:

“Empero, teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual también hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”.

Hablamos lo que creemos y vivimos lo que creemos. Los que habían sido llenos del Espíritu Santo no podían silenciar su fe y así esconderla. Esteban, Pedro, Santiago, Pablo y todos los apóstoles de Jesucristo, excepto Juan, dieron su vida por el evangelio. Incontables creyentes han muerto por causa de Cristo. Oremos para ser llenos del Espíritu de Dios y para que sirvamos al Señor con todos nuestros corazones y mentes. Como dice Pablo en Romanos 12:11, sirvamos ardientemente al Señor. ¡Qué el Señor bendiga a todos y cada uno de ustedes!

XIX Congreso ALADIC – Guatemala, 2007

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