Hebreos 10, 19-22

Hebreos 10:16–22

16  Y este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré:

17  Añade: y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

18  Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por pecado.

19  Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesucristo,

20 Por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es, por su carne;

21  Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

22  Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.

 

Recordemos que este libro está dirigido al pueblo hebreo que participaba del evangelio, por un lado para reafirmar la fe de los creyentes verdaderos y por otro para advertencia solemne de los que participando de la congregación no eran convertidos al evangelio aun. En nuestro caso, es un libro hermoso que nos muestra gráficamente el plan de redención divino, el equilibrio perfecto entre la ira de Dios que sentencia al ser humano a condenación y muerte y el amor de Dios que se manifiesta entregando a su propio Hijo para dar cumplir en Él la justicia de Dios como nuestro sustituto.

 

Es mi oración que esta serie de mensajes nos ayude a desarrollar en nuestro corazón un alto concepto de nuestro Dios y de su Palabra.

 

Hebreos 1:1,2

“Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo…”

 

Nos habla de la superioridad o supremacía de Jesús, de su excelencia.

 

Todo lo que se nos presenta en él es mejor a todo lo demás, una esperanza mejor, un pacto mejor, una promesa mejor, un sacrificio mejor, una patria mejor, y todo eso radica en nuestro Señor.

 

Jesús es sin igual, no hay nada con lo que podamos compararlo, es superior a los ángeles, más grande que Moisés, es el gran Sumo Sacerdote y el Mediador de un nuevo pacto, pacto que nos abre las puertas del cielo.

 

1ª Timoteo 2:4–6

El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al conocimiento de la verdad.

Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre; El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos, para testimonio en sus tiempos.

 

Jesús es retratado como el Mejor supremo. Con él, todo es nuevo, todo es mejor, no necesitamos de lo antiguo. El sello de su superioridad queda de manifiesto con su destino:

 

Hebreos 8:1

“Así que, la suma acerca de lo dicho es: Tenemos tal pontífice que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos”

 

En un versículo se resume aquí el contenido de este libro: Nuestro pontífice o sumo sacerdote es el Gran Sumo sacerdote, está sentado a la diestra de Dios Padre con su obra de redención perfecta terminada, en la cruz quedó consumada por la eternidad y a nuestro favor.

 

En los capítulos 7 al 10 se presenta la superioridad del sacerdocio de Cristo, en particular el capítulo que tenemos para meditar hoy nos habla del sacrificio superior.

 

Este capítulo está dividido en tres grandes secciones:

 

  1. 1–18: La superioridad del sacrificio de Cristo, que fue realizado sólo una vez y para siempre a diferencia de los sacrificios del Antiguo Testamento que debían repetirse día a día.
  2. 19–25: El escritor presenta un resumen de los argumentos a favor de la superioridad del ministerio sacerdotal de Cristo.
  3. 26–39: Trata de lo que ocurre con aquel que retrocede o deserta intencionalmente, esto es la apostasía. Los apostatas se acercan al evangelio, están como a punto de creer para salvación, pero después se rebelan y dan vuelta la espalda.

 

En la última meditación revisamos a grandes rasgos la primera parte de este capítulo, los vers. 1 al 18.

 

Vimos como todo el sistema de sacrificios que Dios proveyó al pueblo de Israel tenía por objeto mostrar distintos aspectos del sacrificio del Cordero de Dios, pero eran sacrificios incapaces de tener el efecto redentor del sacrificio de Cristo.

 

Lo que ocurre es que el sistema del Antiguo Testamento no fue diseñado por Dios para quitar o perdonar los pecados sino que fue una preparación para la venida del Mesías prometido, sólo el sacrificio de Cristo hace posible el perdón de los pecados.

 

La finalidad del Antiguo Testamento es mostrar la gravedad de la condición caída y pecaminosa del ser humano que requería la muerte de un animal. Esto ya quedó de manifiesto en Edén cuando Dios dio muerte a animales para proveer de túnicas en reemplazo de las vestiduras elaboradas con hojas.

 

El Apóstol expresa de manera sencilla pero categórica el resultado glorioso y de bendición sin igual que el nuevo pacto implica para nosotros, dice de Dios:

 

Vers. 16 – 18:

“Y este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré:

Añade: y nunca más me acordaré de sus pecados e iniquidades.

Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por pecado”.

 

Este nuevo pacto se manifiesta en:

  1. Perdón de Pecados: Justificación del creyente.
  2. Transformación interior: Santificación del creyente.

 

El evangelio plantea al hombre sólo dos alternativas, no hay más. Sólo dos posibilidades sobre las que debe el ser humano tomar una decisión:

 

  • lo cree y abraza con todo su ser, o
  • lo rechaza y asume las consecuencias que esta decisión tendrá, no sólo en esta vida, sino que también más allá, las consecuencias eternas.

 

Los versículos en que nos detendremos hoy están dirigidos a aquellos que oyendo el evangelio lo hacen propio.

 

19  Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesucristo,

20 Por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es, por su carne;

21  Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

22  Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.

23  Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió:

24 Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras;

25  No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

 

No nos apartemos de la idea central de estos versículos, aquí el escritor presenta un resumen de los argumentos a favor de la superioridad del ministerio sacerdotal de Cristo.

 

Este texto tiene su paralelo en Romanos 8:1–9

 

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;

Para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu.

Porque los que viven conforme a la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu.

Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz:

Por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.

Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios.

Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él.

 

Tanto en Hebreos como en Romanos se nos presenta a este Sacerdote que revestido de su poder divino provee de libertad al pecador que acude a él.

 

En Hebreos, la sección comienza con una invitación a dejar atrás el sistema establecido en la Ley reemplazándolo por los beneficios incalculablemente superiores del nuevo pacto en Cristo.

 

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesucristo, por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es, por su carne”. V. 19 y 20

 

Estas palabras provocaban un impacto tremendo en un judío, él sabía que al lugar Santísimo en el templo sólo accedía el Sumo Sacerdote una vez al año y sólo para la fecha específicamente señalada, cualquiera otro que osara entrar e incluso el mismo Sumo Sacerdote, si lo hacía en otra ocasión, caería fulminado. Dios lo estableció para representar su presencia en medio de su pueblo. La separación estaba materializada por el velo, una tela gruesa que marcaba la separación de Dios y los hombres.

 

Esta libertad para llegar al trono de Dios quedó abierta a todo creyente desde el momento en que Jesús exclamó “Consumado es” y el velo en el templo se partió en de arriba abajo, ya no necesitamos que otra persona interceda ante Dios por nosotros, por la sangre derramada por nuestro Salvador tenemos libertad de entrada al santuario celestial. Este es un gran privilegio que se nos ha concedido y que pareciera que muchos no apreciamos en su justa dimensión.

 

La sangre de los animales sacrificados en el antiguo pacto sólo permitía que el sumo sacerdote entrara a través del velo por un momento, la sangre de Cristo permite que todo el que cree en Él entre y goce de la presencia de Dios permanentemente.

 

Esta es la base sobre la cual podemos acercarnos a Dios. Al considerar esta realidad toman más fuerza, y podemos entender mejor, las palabras de Jesús:

 

Juan 14:6

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí”.

 

Vemos aquí en forma explícita LA CONDICIÓN que debemos aceptar para llegar a Dios, cualquier alternativa que esté fuera de estas palabras son un engaño y no llevarán a quien la sostenga donde, en su orgullo, cree que llegará.

 

Jesús es el camino “nuevo y vivo” (v.20), una muestra más de su superioridad, el camino antiguo, marcado por la Ley era incapaz de llevar al hombre a la presencia de Dios, en contraste Jesús nos ha abierto la puerta de acceso permanente.

 

Hemos dicho que estos versículos están dirigidos a los creyentes, entonces, ¿qué efecto tiene todo esto en la vida del creyente?

 

21  Y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios,

22  Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.

23  Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió:

24 Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras;

25  No dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

 

Dado que tenemos a este gran Sumo Sacerdote, hay tres acciones que debemos considerar en nuestra vida diaria:

 

Vers. 22: Lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia.

 

La idea de fondo aquí es acojámonos, acerquémonos, pongámonos a resguardo o bajo protección. Una de las primeras cosas que ocurre en la vida del creyente es la certidumbre de la fe. Lamentablemente el viejo hombre que aun vive en nosotros es muy perseverante en tratar de destruir al nuevo hombre y muchos creyentes que en su primer amor mostraron un gran celo por ejercitar una estrecha comunión con su Señor, bajan la guardia y se dejan arrastrar a las insinuaciones que el diablo pone en sus corazones y comienzan a tomar distancia de su Señor. Consideremos frente al Señor cuál es nuestra condición hoy.

 

Pero esta primera acción demanda de nosotros algunas condiciones que debemos cumplir, mencionemos tres acciones:

 

  1. Un corazón verdadero, sincero, sin hipocresía ni motivos ocultos. No hay una posibilidad distinta.

 

Muchos han tratado y tratan de allegarse a Dios pero con un corazón torcido, pretenden engañar a Dios. Jeremías ilustra esto al hablar de Israel y Judá:

Jeremías 3:10 “…la rebelde su hermana Judá no se tornó a mí de todo su corazón, sino mentirosamente, dice Jehová”.

 

Aquí lo que el hombre piense o imagine no tiene ningún valor. Proverbios 21:2 “Todo camino del hombre es recto en su opinión: Mas Jehová pesa los corazones”.

 

  1. “En plena certidumbre de fe” he aquí la expresión de un compromiso auténtico.

 

En Hechos 8 se nos relata el caso de Simón el mago, quien hizo una profesión de fe en Cristo pero su corazón estaba corrompido, su fe era vana y Pedro lo tiene que increpar duramente: Hechos 8:21 “No tienes tú parte ni suerte en este negocio; porque tu corazón no es recto delante de Dios”.

 

Este “lleguémonos” es el primer paso del cristiano. La primera fe que ejercita es la fe salvadora. Podemos confiar de nuestra propia voluntad en muchas cosas, realmente es imposible vivir sin esta fe inherente al ser humano (nos subimos a un bus y confiamos que nos llevará a nuestro destino, compramos alimentos en el supermercado y los consumimos sin cuestionarnos si eso nos hará mal, etc.). Pero la fe a la que se refiriere Hebreos, la fe en Jesús debe incluir nuestra propia decisión, pero la precede la decisión de Dios: Efesios 2:8 “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”.

 

La salvación es un regalo de Dios y la fe salvadora es parte de ese regalo. Dios, por medio de la obra del Espíritu Santo pone en el corazón el deseo y la capacidad de creer y la capacidad de recibir el regalo de la salvación.

 

  1. “Purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia”. No podemos olvidar que Pablo está escribiendo a creyentes que son parte del pueblo judío. Esta expresión hace clara alusión al rito del antiguo pacto donde la purificación se ilustraba con sangre y agua. Los sacerdotes estaban permanentemente lavando los utensilios y a sí mismos y esparciendo según el ritual establecido la sangre como símbolo de limpieza. Pero todo eso era externo. Sólo Jesús puede limpiar el corazón del hombre. Él y sólo Él tiene el poder. Él limpia los pensamientos y deseos más íntimos de los creyentes.

 

En Cristo, nuestros pecados quedan cubiertos por su sangre y nuestra vida se transforma.

 

Recordando que este texto nos habla de la superioridad del ministerio sacerdotal de Cristo, la expresión “Purificados los corazones de mala conciencia” es para el creyente una imagen de libertad preciosa. La conciencia nos acusa y condena, nos recuerda nuestro pecado y culpa y la culpa no se puede eliminar si no se quita el pecado. Ahora bien, “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”. 1ª Juan 1:7, al creer por fe en Jesús nuestra conciencia quedó libre de culpa, quedamos limpios de “mala conciencia”. Ya no nos condenamos más a nosotros mismos.

 

La purificación de nuestros corazones hace referencia a la satisfacción de la justicia de Dios por la expiación por nuestros pecados, necesaria antes de que seamos aceptables para Él.

 

Un segundo aspecto de esta purificación está vinculado con la obra del Espíritu Santo en el corazón del creyente, la idea en este texto es la misma que encontramos en Tito 3:5 “No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo”. El Espíritu Santo ejerce una obra silenciosa en nuestro corazón, primero lo regenera y así quedamos en condiciones de recibir el mensaje del evangelio y creerlo, luego inicia un trabajo de transformación, su purificación en nosotros se expresa en que comienza un profundo cambio interno en el creyente, un cambio en el que cada día deseamos vivir en una comunión más estrecha con nuestro Padre Celestial, que se expresa en nuestra disposición a someternos a Él, y como consecuencia natural nuestro espíritu se fortalece y se dispone a resistir al Diablo.

 

Como pueden ver la maravilla de este libro de Hebreos es que podemos tomar conciencia de quien es nuestro Salvador.

 

Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Smirna, 08.05.2016.

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