El credo de los apóstoles – Los 12 artículos de la fe.

EL CREDO DE LOS APÓSTOLES – LOS 12 ARTICULOS DE LA FE

Alvar Carreño E.

INTRODUCCIÓN

A lo largo de la historia, la Iglesia Presbiteriana se ha caracterizado por tener una formación doctrinal sólida. Consideramos la Biblia como nuestra única regla de fe y conducta; aceptamos todo lo que ella nos dice, porque es la Palabra de Dios. Esto no significa que la entendamos completamente, pues resulta imposible para un ser limitado y finito, como somos, comprender a un ser infinito, como Dios, quien es su autor (“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” Deut. 29:29).

Para ayudar a una mejor comprensión y conocimiento de la Palabra de Dios existen varias Confesiones de Fe, que en sus artículos nos presentan doctrinas fundamentales. Las llamamos así, porque son vitales para nuestra redención y sin excepción todas las Iglesias fieles al Señor las aceptan.

¿Por qué estudiar Doctrina?

Permítanme darles la siguiente respuesta:

Tú puedes escoger qué camino tomar en la vida, pero no puedes escoger las consecuencias: una vez que eliges un camino las consecuencias son irrevocables

Alégrate, mancebo, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos: mas sabe, que sobre todas estas cosas te traerá Dios a juicio” Ecl. 11:9;

“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala” Ecl. 12:13,14;

Mirad, pues, cómo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios” Ef. 5:15).

La Biblia expresa esto al enseñarnos que todo lo que sembramos es lo que llegado el tiempo cosecharemos

No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” Gál. 6:7,8.

Cada decisión que tomas marca tu vida futura.

El conocimiento de la Doctrina nos muestra el camino que el Señor tiene para sus hijos, en particular para ti.

Conocer el camino de Dios te permitirá tomar decisiones conforme a su voluntad y por ende preparar una buena cosecha, la que Dios siempre ha querido para ti.

 

A continuación tengo el agrado de presentarles una breve exposición sobre el Credo de los Apóstoles. El objeto de esta exposición es ayudarles en este camino de formación cristiana que, si en el pasado caracterizó a nuestra amada iglesia, hoy no podemos desatender.

Al plantear los comentarios que hallarán luego, debo decirles que no he podido dejar de pensar en jóvenes con rostro y nombre bien definidos, como lo son cada uno de Uds. para mí, jóvenes sometidos a grandes luchas en el campo espiritual. Pero a la vez, creo que Uds. no son la excepción y sin duda sus luchas son una muestra de las que tiene cada joven cristiano que vive en días como los actuales, en que Satanás está empeñado con especial vigor en destruir a los hijos de Dios, pues sabe perfectamente que le queda poco tiempo

“Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devore” 1a Ped. 5:8.

Mi oración es que el Señor les dé su gracia para disfrutar meditando en las maravillas de la revelación divina y puedan exclamar como David: “¡Cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97) y les impulse a mantener una mayor comunión con el Padre Celestial.

 

EL CREDO DE LOS APÓSTOLES

Es una de las confesiones de fe más antiguas, data de los primeros siglos de la iglesia. En la actualidad es aceptado por casi todas las iglesias evangélicas. En los días de la Reforma del Siglo XVI, los reformadores recurrieron a él, en su lucha contra la enseñanza de la Iglesia Católica, la cual se había apartado de la Palabra de Dios.

Nos habla de la Trinidad, la obra de redención, de nuestra condición, de cómo Dios desea la comunión de sus hijos y de nuestra vida futura.

Para su análisis, lo dividiremos en doce artículos de fe:

1.- Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

2.- Creo en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro,

3.- Que fue concebido del Espíritu Santo, y nació de María Virgen;

4. -Padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado;
5.- Al tercer día resucitó de entre los muertos;

6.- Subió al cielo, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso,

7.- De ahí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

8.- Creo en el Espíritu Santo,

9.- La Santa Iglesia universal, la comunión de los creyentes,

10.- El perdón de los pecados,

11.- La resurrección de la carne,

12.- Y la vida perdurable.

Amén.

ARTÍCULO PRIMERO:

“Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”

Al comenzar la discusión de este Artículo, los invito a reflexionar en tres preguntas:

– ¿Quién es el único ser digno de toda nuestra confianza?

– ¿Qué ha hecho ese ser, para mostrarnos que podemos confiar en él?

– ¿De qué atributo suyo dan cuenta sus obras?

La respuesta a la primera interrogante es categórica: DIOS.

Dios existe. Ese es el fundamento de nuestra fe.

La Biblia comienza afirmando: “En el principio crió Dios los cielos y la tierra” Gén. 1:1. En ninguna parte de ella se pretende probar la existencia de Dios, simplemente él es.

1) Respecto de la existencia de Dios, nos enfrentamos a dos posibilidades:

– No creer en Dios (ateísmo) y,
– Creer en un Dios personal (teísmo).

A aquel que en conciencia determina no creer en Dios, no habrá evidencia que humanamente podamos presentarle, que lo haga cambiar de opinión. De alguna manera, podríamos decir que ese es problema de esa persona. Para el mundo lo atractivo de esta posición es: “Si no crees, puedes vivir como se te dé la gana; después de todo, no hay un ser superior a quien debas rendir cuentas”.

Lo que sí es asunto nuestro, para quienes hemos optado por aceptar la existencia de Dios, es tener una vida consecuente con dicha decisión. Pongamos esto de esta forma:

“Si crees, vive creyendo y no como si no creyeras”

“Alégrate, mancebo, en tu mocedad, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos: mas sabe, que sobre todas estas cosas te traerá Dios a juicio” Ecl. 11:9;

“Empero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” Heb. 11:6.

Este artículo nos enseña a creer que Dios existe y a reconocer que es nuestro Dios.

2) En relación con la segunda pregunta, hay dos acontecimientos que muestran la grandeza de Dios.

Para considerar el primero de ellos, es necesario revisar algunas citas bíblicas, tales como:

“Escucha esto, Job; repósate, y considera las maravillas de Dios. ¿Supiste tú cuándo Dios las ponía en concierto, y hacía levantar la luz de su nube? ¿Has tú conocido las diferencias de las nubes, las maravillas del Perfecto en sabiduría? ¿Por qué están calientes tus vestidos cuando se fija el viento del mediodía sobre la tierra? ¿Extendiste tú con él los cielos, firmes como un espejo sólido?” Job 37:14-18.

“¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus basas? ¿O quién puso su piedra angular, cuando las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios? ¿Quién encerró con puertas la mar, cuando se derramaba por fuera como saliendo de madre; cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad. Y establecí sobre ella mi decreto, y le puse puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante, y ahí parará la hinchazón de tus ondas?” Job 38:4-11.

“¿Quién midió las aguas con su puño, y aderezó los cielos con su palmo, y con tres dedos allegó el polvo de la tierra, y pesó los montes con balanza, y con peso los collados? ¿Quién enseñó al espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole? ¿A quién demandó consejo para ser avisado? ¿Quién le enseñó el camino del juicio, o le enseñó ciencia, o le mostró la senda de la prudencia? ¿A qué pues me haréis semejante, o seré asimilado? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas: él saca por cuenta su ejército: a todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud. ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino es escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios del siglo es Jehová, el cual crió los términos de la tierra? No se trabaja, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los mancebos se fatigan y se cansan, los mozos flaquean y caen: Mas los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas, correrán, y no se cansarán, caminarán, y no se fatigarán” Is. 40:12-14, 25-31.

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos. El un día emite palabra al otro día, y la una noche a la otra noche declara sabiduría. No hay dicho, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su hilo, y al cabo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol. Y él, como un novio que sale de su tálamo, alegrase cual gigante para correr el camino. Del un cabo de los cielos es su salida, y su giro hasta la extremidad de ellos: y no hay quien se esconda de su calor” Sal. 19:1-6.

“Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová, Dios mío, mucho te has engrandecido; hazte vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina; que establece sus aposentos entre las aguas; el que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del viento; el que hace a sus ángeles espíritus, sus ministros al fuego flameante. El fundó la tierra sobre sus basas; no será jamás removida. Con el abismo, como con vestido, la cubriste; sobre los montes estaban las aguas. A tu reprensión huyeron; al sonido de tu trueno se apresuraron; subieron los montes, descendieron los valles, al lugar que tú les fundaste” Sal. 104:1-8.

La obra de la creación: “En el principio crió Dios los cielos y la tierra…” Gén. 1) es uno de los acontecimientos que nos muestran el poder de Dios. Al leer el relato bíblico nos damos cuenta como Dios fue ordenadamente creándolo todo, fijando a cada cosa su objetivo y las leyes que las regirían.

Veamos algunos datos interesantes respecto del Universo:

Los astrónomos han llegado a determinar que la Vía Láctea, galaxia a la que pertenece la Tierra, contiene más de 30.000 millones de soles, muchos de ellos inmensamente más grandes que el nuestro, que es a su vez 1,5 millones de veces más grande que la Tierra. Entre un extremo de la Vía Láctea y otro la distancia es de 200.000 años luz (un año luz es la distancia que recorre la luz en un año; la velocidad de la luz es de 300.000 km/s, son cantidades tan gigantescas que no podemos siquiera imaginarlas (como ejemplo, la luz demora en llegar desde el Sol a la Tierra 8 minutos = 158 millones de Km.), pero no estamos solos, como la Vía Láctea; se calcula que al menos hay unas 100.000 galaxias como la nuestra y cada día se están descubriendo nuevas maravillas en el Universo creado por Dios.

Qué gran contraste existe entre este orden y la explicación humana que se ha pretendido dar para dejar fuera de la obra de creación a Dios y que hoy conocemos como “Teoría de la Evolución”.

Esta explicación pretende elevar al sitial de Dios al azar, quieren convencer a la humanidad que el azar puede generar orden, los “sabios del mundo” aunque conocen ramas de las ciencias, tales como, estadísticas y probabilidades (entre muchas otras que prueban lo imposible e irracional que resulta la evolución), pretenden explicar la existencia en primer lugar de la “naturaleza” como resultado del azar y luego le asignan a la “naturaleza”, ser amoral, la capacidad de generar un ser moral como el hombre, dándole leyes que le permitan perpetuarse en el tiempo.

Cada vez que nos topamos con algún objeto que cumple alguna finalidad, es decir, que tiene una razón de ser, lo asociamos con la mente que ideó dicho artículo para cumplir su propósito. Jamás se nos ocurriría que en forma espontánea se juntaron diversos elementos y dieron como resultado una herramienta útil, este razonamiento es común a todos los hombres, sin embargo, lo absurdo es que cuando se paran frente a la inmensidad de la obra de la Creación, su rebelión contra Dios los hace caer en el ridículo de intentar explicaciones que dejan fuera a la mente que fue capaz de idear tan compleja y hermosa maravilla: DIOS. Aceptar el relato de Génesis resuelve para el ser humano interrogantes que con su propia inteligencia jamás llegará a entender.

La Palabra de Dios nos enseña que el sustentador de todo cuanto existe es Dios

“No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer, o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿no es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas? Mas ¿quién de vosotros podrá, congojándose, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido ¿por qué os congojáis? Reparad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os congojéis pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” Mat. 6:25-33

NADA OCURRE POR CASUALIDAD = azar.

“¿Quién será aquel que diga, que vino algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no saldrá malo y bueno? ¿Por qué murmura el hombre viviente, el hombre en su pecado?” Lam. 3:37-39.

Sin duda que la obra de la Creación es suficiente motivo para confiar en aquel que fue capaz de crearlo todo al simple deseo de su pensamiento.

Decir “creador del cielo y de la tierra”, significa que cuida, sostiene y vivifica perpetuamente todo lo que una vez creó.

El segundo acontecimiento que muestra la grandeza de Dios es la SALVACION.

Antes que tú siquiera pudieras imaginarte (“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor” Ef. 1:4), Dios, en su soberana voluntad, te escogió para hacerte su hijo.

Lo importante es que luego de tomar esta decisión, no se quedó en la intención, sino que dio todos los pasos necesarios para que eso fuera una realidad. Llegó el momento en que el Hijo se humanó (vino a la tierra en forma humana), vivió sin pecar, sin embargo, murió en una cruz, ocupando tu lugar.

Hoy, si le recibes en tu corazón, confiando que: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” 1a Jn. 1:7b, serás objeto del mayor milagro que pueda ocurrir en ti, pues yendo hacia el infierno, a condenación eterna, Dios te declara justo por la fe que has depositado en el sacrificio de Cristo en la cruz (“Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” Rom. 5:1), luego cambia tu destino de condenación a vida eterna (“Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu” Rom. 8:1), este acontecimiento es tan grandioso que la Biblia nos cuenta que cada vez que tiene lugar el arrepentimiento de un pecador y la aceptación de la salvación que Dios le ofrece, hay fiesta en el cielo (“Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” Luc. 15:10).

Si ya eres un hijo de Dios, hay algo en ti que silencia toda discusión sobre la existencia de Dios, es la misma evidencia del ciego a quien Jesús le devolvió la vista, que testificó: “Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo” Jn. 9:25, el día que le recibiste como Salvador personal, Dios hizo en ti su especial morada, hoy él vive en ti.

La tercera interrogante dice: ¿De qué atributo suyo dan cuenta sus obras?

Leemos: “Nuestro Dios está en los cielos: TODO lo que quiso ha hecho” Sal. 115:3. Sólo un Dios TODOPODEROSO puede manifestarse así: Creador y Sustentador.

La manera natural de expresar poder, en la naturaleza humana, es: imponer órdenes, sin importar que sean justas y razonables; obligar al cumplimiento de deseos arbitrarios; finalmente es actuar con tiranía (“¡Ay de los que establecen leyes injustas, y determinando prescriben tiranía, por apartar del juicio a los pobres, y por quitar el derecho a los afligidos de mi pueblo; por despojar las viudas, y robar los huérfanos!” Is. 10:1,2).

Sin embargo, Dios no cae en esa conducta, este maravilloso Ser Todopoderoso se presenta a nosotros como PADRE (“Porque los Gentiles buscan todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester” Mat. 6:32), un Padre amoroso, preocupado de sus hijos, como lo expresa Pablo:

Hijo mío, no menosprecies el castigo del Señor, ni desmayes cuando eres de él reprendido. Porque el Señor al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo. Si sufrís el castigo, Dios se os presenta como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no castiga? Mas si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos por castigadores a los padres de nuestra carne, y los reverenciábamos, ¿por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, a la verdad, por pocos días nos castigaban como a ellos les parecía, mas éste para lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación. Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia a los que en él son ejercitados” Heb. 12:5b-11.

No debes dudar que tu Creador, el Todopoderoso, quiere ser tu Padre eterno, dador generoso de su gracia

¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? ¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?” Mat. 7:9-11.

Puedes estar seguro de su bondad y misericordia.

«Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Jehová con todo me recogerá” Sal. 27:10;

“Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza es en Jehová su Dios: El cual hizo los cielos y la tierra, la mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda verdad para siempre” Sal. 146:5,6;

“Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos” Ef. 2:4,5;

“Porque prometiendo Dios a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré bendiciendo, y multiplicando te multiplicaré. Y así, esperando con largura de ánimo, alcanzó la promesa” Heb. 6:13-15.

Aún los momentos de tristeza y sufrimientos, él los convertirá en bien. No tengas la menor duda de que así será pues es benigno y fiel

“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará yacer: junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; guiaráme por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo: Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezarás mesa delante de mí, en presencia de mis angustiadores: Ungiste mi cabeza con aceite: mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida: Y en la casa de Jehová moraré por largos días” Sal. 23.

Nunca olvides: NO has ganado la misericordia del Señor por tus méritos.

“Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre; púsete sobrenombre, aunque no me conociste” Is. 45:4;

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” Jn. 6:44,65;

“Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: No por obras, para que nadie se gloríe” Ef. 2:8,9).

Formas parte de aquellos a quienes él promete que será su Dios y que ha recibido como pueblo suyo

“Porque tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios: Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la haz de la tierra” Deut. 7:6;

“Y Jehová te ha ensalzado hoy para que le seas su peculiar pueblo, como él te lo he dicho, y para que guardes todos sus mandamientos; y para ponerte alto sobre todas las gentes que hizo, para loor, y fama, y gloria; y para que seas pueblo santo a Jehová tu Dios, como él ha dicho” Deut. 26:18,19;

“Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas. De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado” 1a Ped. 1:9,10).

A Dios se le atribuye todo poder, porque:

Dirige todo con su providencia

“Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” Sal. 55:22;

“Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, recogen; abres tu mano, hártanse de bien. Escondes tu rostro, túrbanse: les quitas el espíritu, dejan de ser, y tórnanse en su polvo. Envías tu espíritu, críanse: y renuevas la haz de la tierra” Sal. 104:27-30).

Gobierna todo con su voluntad

“Y nuestro Dios está en los cielos: todo lo que quiso ha hecho”. Sal. 115:3; “Para que se sepa desde el nacimiento del sol, y desde donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo: que formo la luz y crío las tinieblas, que hago la paz y crío el mal. Yo Jehová que hago todo esto. Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salud y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo Jehová lo crié” Is. 45:6-8).

Conduce todo con su fuerza y con el poder de su mano

“Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos. Yo hice la tierra, y crié sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé” Is. 45:11,12;

“¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis: más valéis vosotros que muchos pajarillos” Mat. 10:29-31).

No olvides nunca: Lo que tú crees debe moldear tu vida.

Por todo lo expuesto podemos decir con alegría en nuestro corazón:

“Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”.

ARTÍCULO SEGUNDO:

“Creo en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro”.

La segunda persona de la Trinidad es el Hijo, Jesucristo.

El Padre testifica de su vínculo con el Hijo

“Y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y fue hecha una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido” Luc. 3:22;

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” Jn. 3:16-18;

“Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo: El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos. Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi hijo eres tú, hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” Heb. 1:1-6),

Esta relación que existe entre el Padre y el Hijo, no es como la que se establece entre Dios y nosotros, que somos hijos de Dios por adopción y por gracia, pues él es verdadero y legítimo Hijo, y único, a diferencia de nosotros.

Jesús testifica claramente de su dependencia del Padre

“Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya” Luc. 22:42;

“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí: de otra manera, creedme por las mismas obras. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” Jn. 14:11,13.

Jesús es Dios.

“Voz que clama en el desierto: Barred camino a Jehová: enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” Is. 40:3

Compárese con “Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta” Jn. 1:23;

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” Jn. 1:1;

“Entonces Tomás respondió, y díjole: ¡Señor mío, y Dios mío!” Jn. 20:28;

“Cuyos son los padres, y de los cuales es Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” Rom. 9:5;

“Pero sabemos que el Hijo de Dios es venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero: y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” 1a Jn. 5:20;

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado fe igualmente preciosa con nosotros en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo” 2a Ped. 1:1;

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios” Apoc. 3:14).

Al referirnos al Padre hablamos de la magnífica obra de la Creación.

Al hablar del Hijo no podemos dejar de mencionar que él tomó parte activa en ella y que, además, sigue participando al sustentarla día a día

“Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él; y el mundo no le conoció” Jn. 1:3,10;

“Nosotros empero no tenemos más de un Dios, el Padre, del cual son todas las cosas, y nosotros en él: y un Señor Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por él” 1a Cor. 8:6;

“Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo; en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados: El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura. Porque por él fueron criadas todas las cosas que están en los cielos, y que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten” Col. 1:13-17).

Por revelación divina lleva por nombre Jesús

“Y he aquí, concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús” Luc. 1:31;

“Y pasados los ocho días para circuncidar al niño, llamaron su nombre Jesús; el cual le fue puesto por el ángel antes que él fuese concebido en el vientre” Luc. 2:21),

Pues ha sido enviado a salvar a los suyos de sus pecados

“Y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” Mat. 1:21;

“Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Hech. 4:12;

“Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” Heb. 7:25),

Siendo el único en quien podemos hallar la salvación

“Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” Jn. 14:6;

“Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer” Jn. 15:4,5;

“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” 1ª Jn 5:11,12).

El título Cristo significa que ha recibido con plenitud la unción de todas las gracias del Espíritu Santo, consagrándolo como:

Profeta, nos revela, por su Palabra y Espíritu, la voluntad de Dios para nuestra salvación

“Escribíle las grandezas de mi ley, y fueron tenidas por cosas ajenas” Os. 8:12;

“A Dios nadie le vio jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” Jn. 1:18;

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” Jn. 14:26;

“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” Jn. 15:15;

“Estas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” Jn. 20:31

Y junto a él, nos hace profetas, al encomendarnos la predicación del evangelio a todo el mundo

“Por tanto, id, y doctrinad a todos los gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” Mat. 28:19;

“Y les dijo: Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura” Mar. 16:15;

“Porque no hay diferencia de judío y de griego: porque el mismo que es Señor de todos, rico es para con todos los que le invocan: porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues invocarán á aquel en el cual no han creído? ¿y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de la paz, de los que anuncian el evangelio de los bienes!” Rom. 10:12-15.

Sacerdote, pues por medio de su sacrificio nos da su paz y nos reconcilia con el Padre

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto es de Dios, el cual nos reconcilió a sí por Cristo; y nos dio el ministerio de la reconciliación. Porque ciertamente Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados, y puso en nosotros la palabra de la reconciliación” 2 Cor. 5:17-19;

“Por lo cual, debía ser en todo semejante a los hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo” Heb. 2:17;

“Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Que no tiene necesidad cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus pecados, y luego por los del pueblo: porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo” Heb. 7:25,27;

“De otra manera fuera necesario que hubiera padecido muchas veces desde el principio del mundo: mas ahora una vez en la consumación de los siglos, para deshacimiento del pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo. Y de la manera que está establecido a los hombres que mueran una vez, y después el juicio; así también Cristo fue ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin pecado, será visto de los que le esperan para salud” Heb. 9:26-28;

“Y él es la propiciación por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” 1a Jn. 2:2.

En esta función, como intercesor (“Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable: por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan á Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” Heb. 7:24,25) y mediador nuestro (“Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1a Tim 2:5), participa continuamente por nosotros ante al Padre, ofreciendo nuestras acciones de gracias, oraciones, a nosotros mismos y todo lo que nos pertenece.

Por él, ahora somos hechos sacerdotes

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio nuestro; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios” 2a Cor. 5:20;

“Porque también Cristo padeció una vez por los injustos, para a llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu 1 Ped. 3:18.

Así como Jesús cumplió su tarea, él espera que nosotros la cumplamos (“El que dice que está en él, debe andar como él anduvo” 1 Jn. 2:6).

Rey, en el nombre del Padre, de quien recibió todo poder en el cielo y en la tierra

“Y llegando Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” Mat. 28:18;

“Porque es menester que él reine, hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice: Todas las cosas son sujetadas a él, claro está exceptuado aquel que sujetó a él todas las cosas” 1a Cor. 15:25, 27;

“La cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole a su diestra en los cielos, sobre todo principado, y potestad, y potencia, y señorío, y todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, mas aun en el venidero: Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos” Ef. 1:20-23.

Este dominio es absoluto, por lo tanto, bajo él queda el diablo, el pecado, la muerte y el infierno. Además, comparte este oficio con nosotros, haciéndonos reyes junto a él (“Y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; a él sea gloria e imperio para siempre jamás. Amén” Apoc. 1:5,6), lo cual nos permite vivir victoriosos.

Estos oficios los ejecutó Cristo tanto en su estado de humillación, cuando vino a la tierra y tomó nuestra naturaleza humana, como en su estado de exaltación, sentado a la diestra de Dios Padre.

La exclusividad de Jesús.

La Trinidad está compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tres personas, sólo un Dios. Cuando Jesús oró en el huerto de Getsemaní (“Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya” Luc. 22:42) pidió al Padre que, si era posible que la redención de la humanidad fuera alcanzada de una manera distinta a la de su muerte en la cruz, tomara ese camino. Sin embargo, los hechos dan cuenta de que no existía otro medio.

Sólo la vida del Hijo de Dios, “el justo por los injustos” (“Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” Jn. 14:6; “Porque también Cristo padeció una vez por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” 1a Ped. 3:18).

Jesús el Verbo.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” Jn. 1:1-4,14.

En estos versículos, Juan nos presenta siete aspectos de Jesús, el Verbo (la Palabra):

“En el principio era el Verbo”: La eternidad de Jesús. No tiene principio en sí mismo, cuando las cosas comenzaron, él ya era.

“Y el Verbo era con Dios”: La personalidad de Jesús. El poder que lleva a efecto los propósitos de Dios es el poder de un ser personal concreto, que se encuentra en una relación eterna de comunión activa con Dios.

“Y el Verbo era Dios”: La deidad de Jesús. Si bien, distinto del Padre en persona, no es una criatura; es divino en sí mismo como lo es el Padre. Dios es un ser Trino, esta realidad escapa a la comprensión plena por parte del hombre.

– “Todas las cosas por él fueron hechas”: Jesús en su función creadora. Es él el agente del Padre en todo acto creador que el Padre realiza. Todo lo que ha sido hecho ha sido hecho por él.

“En él estaba la vida”: Jesús vivificando, dando vida. No hay vida física en el ámbito de las cosas creadas salvo en y a través de él. Esta es la respuesta bíblica al problema del origen y la continuidad de la vida, en todas sus formas: El la da y la mantiene. Nada tiene vida en sí mismo.

“Y la vida era la luz de los hombres”: Jesús en función “reveladora”. Da vida y también luz. Todo hombre recibe acciones de Dios por el solo hecho de estar vivo. Es por esto que rechazar la acción de Dios en nosotros reviste tanta gravedad como que resulta en condenación eterna.

“Y aquel Verbo fue hecho carne”: El Hijo de Dios encarnado. Jesús era nada menos que el Verbo eterno de Dios.

¿Por qué Señor nuestro?

La palabra Señor aquí denota posesión. El tiene todo el derecho de ser nuestro Señor pues, ocupando nuestro lugar, llevó a cabo todo lo que la perfecta justicia de Dios había sentenciado como castigo por el pecado, dando satisfacción a la perfecta justicia divina. Así hemos sido rescatados del pecado no con cosa corruptible como oro o plata, sino que con su preciosa sangre, librándonos del poder del Diablo y del pecado, haciéndonos suyos

“Entonces Tomás respondió, y díjole: ¡Señor mío, y Dios mío!” Jn. 20:28;

“Envió palabra Dios a los hijos de Israel, anunciando la paz por Jesucristo; éste es el Señor de todos”. Hech. 10:36;

“Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” 1 Cor. 6:20;

“Nosotros empero no tenemos más de un Dios, el Padre, del cual son todas las cosas, y nosotros en él: y un Señor Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por él” 1 Cor. 8:6;

“Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” 2a Cor. 5:21;

“El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos, para testimonio en sus tiempos” 1ª Tim. 2:6;

“Porque también Cristo padeció una vez por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados” 1 Ped. 3:18,19).

Como pensamiento final respecto de este Artículo, te invito a responder la siguiente interrogante:

¿Qué ocurrió cuando creíste en Jesús como Salvador personal?

La Biblia afirma que hemos sido comprados por precio

“Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” 1a Cor. 6:20;

“Por precio sois comprados; no os hagáis siervos de los hombres” 1a Cor. 7:23;

“Sabiendo que habéis sido rescatados de vuestra vana conversación, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata; sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” 1 Ped. 1:18,19,

Esto significa que alguien pagó por nuestra vida, luego, si alguien hizo eso y nosotros, voluntariamente, decidimos recibir para nosotros ese acto: nos debemos a quien así actuó.

Le pertenecemos por creación (como toda la humanidad somos criaturas de Dios) y por redención (somos hijos de Dios desde que creímos en Jesús como Salvador personal), es nuestro Señor y dueño, sin embargo, se nos presenta como nuestro amigo fiel,

“Nadie tiene mayor amor que éste, que ponga alguno su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” Jn. 15:13-15.

A causa de tus pecados eras un destituido de la gloria de Dios (“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” Rom. 3:23), mas ahora, has sido puesto en paz con Dios al ser declarado justo por los méritos de la sangre de Cristo derramada en la cruz (“Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” Rom. 5:1).

Todo esto nos hace exclamar con alegría y gratitud:

“Creo en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro”.

ARTÍCULO TERCERO:

“Que fue concebido del Espíritu Santo, y nació de María Virgen”.

Se nos recuerda aquí la forma cómo el Hijo de Dios se hizo para nosotros:

Jesús (Salvador), Mat. 1:21 “Y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Cristo (Ungido), como Profeta, para revelarnos la voluntad de Dios respecto de nuestra salvación; como Sacerdote, para reconciliarnos con el Padre; y Rey, para guardarnos. Hech. 2:36 “Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo”.

 

En esta acción de venir al mundo, Jesús:

Tomó nuestra carne para, una vez hecho Hijo del hombre, conseguir hacernos, con él, hijos de Dios

“Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” Jn. 1:14;

“Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Hech. 4:12;

“Porque Cristo, cuando aún éramos flacos, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente apenas muere alguno por un justo: con todo podrá ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliado con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” Rom. 5:6-10;

“Porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu”. Rom. 8:3,4;

“Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, hecho de mujer, hecho súbdito a la ley, para que redimiese a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Gál. 4:4,5;

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo”. Heb. 2:14).

Se revistió de nuestra pobreza para colmarnos de su riqueza

“Porque ya sabéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” 2 Cor. 8:9.

Tomó nuestra debilidad para fortalecernos con su fuerza

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí” Gál. 2:20.

Se revistió de nuestra condición mortal para darnos su inmortalidad

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Jn. 3:16.

Descendió a la tierra para elevarnos al cielo

“Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los críe, los formé y los hice” Is. 43:7;

“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo; para que vean mi gloria que me has dado: por cuanto me has amado desde antes de la constitución del mundo”. Jn. 17:24.

Mateo 1:18-23: “El nacimiento de Jesucristo fue así: que siendo María su madre desposada con José, antes que se juntasen, se halló haber concebido del Espíritu Santo. Y José su marido, como era justo, y no quisiese infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí el ángel del Señor le aparece en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas de recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y parirá un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fué dicho por el Señor, por el profeta que dijo: He aquí la virgen concebirá y parirá un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios”.

Nació de la Virgen María para ser reconocido como

– el verdadero hijo de Abraham

“Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” Gén. 12:3; “Después de estas cosas fue la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: no temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová ¿qué me has de dar, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese Damasceno Eliezer? Dijo más Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que es mi heredero uno nacido en mi casa. Y luego la palabra de Jehová fue a él diciendo: No te heredará éste, sino el que saldrá de tus entrañas será el que te herede. Y sacóle fuera, y dijo: Mira ahora a los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu simiente. Y creyó a Jehová, y contóselo por justicia. Y díjole: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los Caldeos, para darte a heredar esta tierra. Y él respondió: Señor Jehová ¿en qué conoceré que la tengo de heredar? Y le dijo: Apártame una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino. Y tomó él todas estas cosas, y partiólas por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de otra; mas no partió las aves. Y descendían aves sobre los cuerpos muertos, y ojeábalas Abram. Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el pavor de una grande obscuridad cayó sobre él. Entonces dijo a Abram: Ten por cierto que tu simiente será peregrina en tierra no suya, y servirá a los de allí, y serán por ellos afligidos cuatrocientos años. Mas también a la gente a quien servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con grande riqueza. Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez. Y en la cuarta generación volverán acá: porque aun no está cumplida la maldad del amorrheo hasta aquí. Y sucedió que puesto el sol, y ya obscurecido, dejóse ver un horno humeando, y una antorcha de fuego que pasó por entre los animales divididos. En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram diciendo: A tu simiente daré esta tierra desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”. Gén. 15:1-18)

– y de David

“Ahora pues, dirás así a mi siervo David: así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé de la majada, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel; y he sido contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he talado todos tus enemigos, y te he hecho nombre grande, como el nombre de los grandes que son en la tierra. Además yo fijaré lugar a mi pueblo Israel; yo lo plantaré, para que habite en su lugar, y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como antes, desde el día que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y yo te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber, que él te quiere hacer casa. Y cuando tus días fueren cumplidos, y durmieres con tus padres, yo estableceré tu simiente después de ti, la cual procederá de tus entrañas, y aseguraré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será á mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; empero mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro; y tu trono será estable eternalmente”. 2°Sam. 7:8-16;

“Por tanto, ahora dirás a mi siervo David: Así dijo Jehová de los ejércitos: Yo te tomé de la majada, de detrás del ganado, para que fueses príncipe sobre mi pueblo Israel; y he sido contigo en todo cuanto has andado, y he talado a todos tus enemigos de delante de ti, y hete hecho grande nombre, como el nombre de los grandes que son en la tiera. Asimismo he dispuesto lugar a mi pueblo Israel, y lo he plantado para que habite por sí, y que no sea más conmovido: ni los hijos de iniquidad lo consumirán más, como antes, y desde el tiempo que puse los jueces sobre mi pueblo Israel; mas humilllaré a todos tus enemigos. Hágote además saber que Jehová te ha de edificar casa. Y será que, cuando tus días fueren cumplidos para irte con tus padres, levantaré tu simiente después de ti, la cual será de tus hijos, y afirmaré su reino. El me edificará casa, y yo confirmaré su trono eternalmente. Yo le seré por padre, y él me será por hijo: y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que fué antes de ti; mas yo lo confirmaré en mi casa y en mi reino eternalmente; y su trono será firme para siempre” 1°Crón. 17:714; “Hice alianza con mi escogido; juré a David mi siervo: diciendo. Para siempre confirmaré tu simiente, y edificaré tu trono por todas las generaciones”. Sal. 89:3,4;

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro: y llamaráse su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán término, sobre el trono de David, y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”. Is. 9:6,7;

“Y saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y harále entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oyeren sus oídos; sino que juzgará con justicia á los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra: y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de sus riñones”. Is. 11:1-5;

“He aquí que vienen los días, dice Jehová, y despertaré a David renuevo justo, y reinará Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra”. Jer. 23:5

– siendo así el cumplimiento pleno de ambas promesas.

¿Cómo no reconocer que en la simiente de Abraham han sido benditas todas las familias de la tierra, si de su descendencia nos vino Jesús, nuestro Salvador?

Por otra parte, los judíos esperaban a un Mesías que se presentaría como un rey guerrero, una autoridad política, que les permitiría vencer al Imperio Romano, pero era necesario primero su humillación, pues por ella compartió con nosotros el misterio de la salvación y la vida eterna.

Ahora se apresta a volver, ya no como la primera vez, sino que en su condición sublime, como Rey y Señor de todo cuanto existe, y de su reinado no habrá fin

“Y uno de los ancianos me dice: no llores: he aquí el león de la tribu de Judá, la raíz de David, que ha vencido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos. Y miré; y he aquí en medio del trono y de los cuatro animales, y en medio de los ancianos, estaba un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados en toda la tierra. Y él vino, y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono. Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro animales y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, teniendo cada uno arpas, y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos: Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”. Apoc. 5:5-10).

¡Gloria a Dios por estas promesas cumplidas en nuestro Salvador!

Te invito a meditar en las siguientes realidades:

– Fue prometido ya en el primer encuentro de Dios con el hombre después de la caída (“Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” Gén. 3:15) , por la Ley y los Profetas, y como verdadero hombre, semejante en todo a nosotros (“Porque hay un Dios, asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” 1a Tim. 2:5), pero sin pecado.

Llegado el momento la promesa se cumplió. Así es Dios: FIEL, jamás su Palabra dejará de cumplirse y siempre será en el momento preciso, nunca tarde.

– Fue concebido en el seno de la Virgen (“Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, hecho de mujer, hecho súbdito a la ley”. Gál. 4:4), de quien toma su naturaleza humana (condición necesaria para que pudiera representarnos y ocupar nuestro lugar en el cumplimiento de la sentencia de muerte por el pecado) por el poder maravilloso e inefable del Espíritu Santo (“Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; por lo cual también lo Santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Luc. 1:35); pero nace sin ser manchado por ninguna corrupción carnal, antes al contrario, santificado con una excelsa pureza. Esta concepción era absolutamente necesaria.

Si hubiera nacido de la unión de dos seres humanos, el germen del pecado lo hubiera inhabilitado para dar su vida en rescate por nosotros.

– Fue tentado según todas nuestras debilidades, aprendiendo así a tener compasión de nosotros (“Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. Heb. 2:18; “Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro”. Heb. 4:15,16).

El tiene la experiencia triunfante y jamás ha pretendido que sea algo exclusivamente para él, sino que espera compartir contigo esa victoria. Es su máximo deseo verte a ti victorioso tal como él es.

El diablo y su forma de atacar.

A propósito de las tentaciones a las que Satanás sometió a Jesús, consideremos algo sobre el modo de operar que tiene el diablo cuando nos tienta.

El tiene un conocimiento amplio, pero no total, de nosotros y especialmente se agrada cuando ubica nuestras debilidades (si hay algún área de tu vida en la cual eres fuerte, con toda seguridad, esa no será el primer blanco de Satanás, él comenzará su obra por aquellas en que eres débil).

Veamos cómo procedió cuando pretendió tentar a Jesús

“Y Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado del diablo. Y no comió cosa en aquellos días: los cuales pasados, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se haga pan. Y Jesús respondiéndole, dijo: Escrito está: Que no con pan solo vivirá el hombre, mas con toda palabra de Dios. Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí es entregada, y a quien quiero la doy: Pues si tú adorares delante de mí, serán todos tuyos. Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: A tu Señor Dios adorarás, y a él solo servirás. Y le llevó a Jerusalem, y púsole sobre las almenas del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo: Porque escrito está: Que a sus ángeles mandará de ti, que te guarden; Y en las manos te llevarán, porque no dañes tu pie en piedra. Y respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios. Y acabada toda tentación, el diablo se fue de él por un tiempo”. Luc. 4:1-13:

Comienza tentándolo con la comida, Jesús había pasado cuarenta días de oración en el desierto. Por su naturaleza humana, en ese momento sin duda tenía hambre (y no poca).

Aparentemente ahí tenía un punto débil y ese fue el primer objetivo del diablo, para tentarlo. De esta manera tentó al Señor en tres áreas que él estimaba eran debilidades de Jesús.

Si la desfachatez de Satanás llegó al extremo de tentar al mismísimo Hijo de Dios, ten la seguridad que no tendrá consideraciones especiales contigo, más bien, sabiendo que caes, tiene todo el interés de hacerte caer.

A lo largo de la historia, ha tratado con muchas personas parecidas a ti, tiene mucha experiencia en tratar con las personas, es un enemigo que no podemos mirar en menos, es insistente (“Y acabada toda tentación, el diablo se fue de él por un tiempo”. Luc. 4:13), con tal de hacerte caer se tomará todo el tiempo para ir minando tu resistencia, por eso el consejo de Dios es: sométete a MI, resiste al diablo y de ti huirá (“Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros de doblado ánimo, purificad los corazones”. Stgo. 4:7,8).

Dios también conoce tus debilidades, mientras el diablo tiene de ti un conocimiento parcial, Dios lo tiene total.

Cuando te sometes a Dios, él sabe que no está tratando con una persona perfecta, sino con alguien propenso a caer, por eso te invita con cariño al expresarte: Allégate a mí, conozco tus debilidades y a pesar de ellas quiero que vivas victorioso.

Por esto proclamamos:

“Que fue concebido del Espíritu Santo, y nació de María Virgen”.

ARTÍCULO CUARTO:

“Padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado”.

Estas palabras nos enseñan cómo realizó nuestra redención, que fue el motivo por el cual había nacido como hombre mortal, el centro del evangelio

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo fue muerto por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” 1a Cor. 15:3,4.

El borró la desobediencia del hombre, que provocaba la ira de Dios, por medio de su obediencia, haciéndose obediente al Padre hasta la muerte.

 

Se ofreció en sacrificio al Padre, para, por medio de su muerte:

– aplacar la justicia del Padre de una vez y para siempre

“Porque, si por un delito reinó la muerte por uno, mucho más reinarán en vida por un Jesucristo los que reciben la abundancia de gracia, y del don de la justicia. Así que, de la manera que por un delito vino la culpa a todos los hombres para condenación, así por una justicia vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida” Rom. 5:17,18;

– que todos los fieles fuesen santificados eternamente

“Pues que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también estad armados del mismo pensamiento: que el que ha padecido en la carne, cesó de pecado; para que ya el tiempo que queda en carne, viva, no a las concupiscencias de los hombres, sino a la voluntad de Dios” 1a Ped. 4:1,2; “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es. Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio. Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” 1 Jn. 3:2,3,9;

– que se cumpliese la eterna satisfacción

“Y consumado, vino a ser causa de eterna salud a todos los que le obedecen”. Heb. 5:9;

“De otra manera fuera necesario que hubiera padecido muchas veces desde el principio del mundo: mas ahora una vez en la consumación de los siglos, para deshacimiento del pecado se presentó por el sacrificio de sí mismo”. Heb. 9:26.

El plan de la salvación fue preparado por Dios en la eternidad. Desde ese momento quedó establecido que Jesús se ofrecería en lugar nuestro, el hecho histórico que hoy conocemos sólo fue la ejecución de un plan determinado en la eternidad.

En el Antiguo Testamento se ofrecían sacrificios de animales como expiación del pecado, pero eran sacrificios imperfectos, era necesario una continua repetición de los mismos.

Hoy el Cordero de Dios se ha ofrecido en sacrificio perfecto, único y capaz de limpiarnos definitivamente.

Su muerte fue sustitutiva.

La sentencia de Dios era: “El alma que pecare morirá” Ez. 18:4. Pablo afirma que todos hemos pecado (“Por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios”. Rom. 3:23), luego, todos debemos morir a causa de nuestro pecado. Sin embargo, la pena de muerte que pesaba sobre nosotros fue llevada por nuestro Salvador, él cargó sobre sí el castigo, tomó tu lugar, el mío y el de toda la humanidad (“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados”. Is. 53:5; “Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 6:23).

Su muerte fue expiatoria.

Derramó su preciosa sangre como precio de nuestra redención, para apagar la ira de Dios, encendida contra nosotros, y para purificarnos de nuestros pecados (“Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y la ceniza de la becerra, rociada a los inmundos, santifica para la purificación de la carne, ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de las obras de muerte para que sirváis al Dios vivo? Así que, por eso es mediador del nuevo testamento, para que interviniendo muerte para la remisión de las rebeliones que había bajo del primer testamento, los que son llamados reciban la promesa de la herencia eterna”. Heb. 9:13-15).

Nada existe en esta redención sin misterio, pues, Jesús, siendo Dios Todopoderoso, estuvo dispuesto como parte de su humillación a:

Padecer bajo el poder de Poncio Pilato, cuya sentencia lo condenó como criminal y malhechor, para ser nosotros librados con esta condena y absueltos ante el tribunal del gran Juez

“Entonces Pilato salió otra vez fuera, y díjoles: He aquí, os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él. Mas ellos dieron voces: Quita, quita, crucifícale. Díceles Pilato: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los pontífices: No tenemos rey sino a César. Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús, y le llevaron”. Jn. 19:4,15,16.

El eterno juez enfrentaba jueces que eran sus criaturas, aceptaba someterse a un juicio injusto y padeció en silencio

“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Is. 53:7;

“Pilato entonces le dice: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra tí? Y no le respondió ni una palabra; de tal manera que el presidente se maravillaba mucho”. Mat. 27:13,14

Y, aún más, fue canjeado por un delincuente

“Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta. Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: Quita a éste, y suéltanos a Barrabás: (el cual había sido echado en la cárcel por una sedición hecha en la ciudad, y una muerte.) Y les soltó a aquél que había sido echado en la cárcel por sedición y una muerte, al cual habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos”. Luc. 23:17-19,25;

“Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un homicida”. Hech. 3:14).

Ser crucificado, para soportar en la cruz – maldita según la Ley de Dios (“No estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad”. Deut. 21:23) – la maldición que merecían nuestros pecados (“Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. 2 Cor. 5:21; “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición; (porque está escrito: Maldito cualquiera que es colgado en madero)”. Gál. 3:13). Pilato expresó del Señor: “Ninguna culpa hallo en este hombre” Luc. 23:4, sin embargo, la multitud gritó: “Crucifícale, crucifícale” Luc. 23:21, y lo canjearon por un criminal, y eso lo soportó por ti.

Morir para vencer con su muerte la muerte que nos amenazaba, y para devorarla, sin lo cual ella misma nos hubiera devorado y tragado a todos

“Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” Mat. 12:40;

“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliado con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, mas aun nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por el cual hemos ahora recibido la reconciliación. De consiguiente, vino la reconciliación por uno, así como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron. Porque hasta la ley, el pecado estaba en el mundo; pero no se imputa pecado no habiendo ley. No obstante, reinó la muerte desde Adam hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la rebelión de Adam; el cual es figura del que había de venir. Mas no como el delito, tal fue el don: porque si por el delito de aquel uno murieron los muchos, mucho más abundó la gracia de Dios a los muchos, y el don por la gracia de un hombre, Jesucristo. Ni tampoco de la manera que por un pecado, así también el don: porque el juicio a la verdad vino de un pecado para condenación, mas la gracia vino de muchos delitos para justificación. Porque, si por un delito reinó la muerte por uno, mucho más reinarán en vida por un Jesucristo los que reciben la abundancia de gracia, y del don de la justicia”. Rom. 5:10-17; “Y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Fil. 2:8;

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo, y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre”. Heb. 2:14,15).

Así destruyó a Satanás y lo sentenció a la derrota final.

– Ser sepultado para testificar que estaba verdaderamente muerto (“Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro”. Hech. 13:29). Así, somos unidos a él por la eficacia de su muerte, sepultados con nuestros pecados y librados del poder del diablo y de la muerte (“Y como fue la tarde del día, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual también había sido discípulo de Jesús. Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús: entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña: y revuelta una grande piedra a la puerta del sepulcro, se fue”. Mat. 27:57-60).

Luego no podemos desconocer que:

“Padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado”.

ARTÍCULO QUINTO:

“Al tercer día resucitó de entre los muertos”.

El Señor Jesús resucitó al tercer día de su muerte

“Varones Israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis; a éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella” Hech. 2:22-24; “Y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” 1 Cor. 15:4;

“La cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos, y colocándole a su diestra en los cielos” Ef. 1:20.

Fue una cosa muy grande para sus discípulos y para todos aquellos que creían en él. Ahora, ya no tenían un Señor muerto, sino vivo, que los había redimido. Este es el mismo Señor vencedor en el cual tú has puesto tu fe y en quien puedes poner tu confianza.

Todo lo que el Padre le dio, él lo daría a los suyos, pues eran herederos de Dios y coherederos con Cristo, como lo dice Pablo (“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios, y coherederos de Cristo; si empero padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” Rom. 8:17).

¡Qué alegría! Pedro, entusiasmado escribe: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos ha regenerado en esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse, reservada en los cielos” 1a Ped. 1:3,4.

Así por su resurrección, ellos volvían a tener al Señor consigo y de esta manera Dios lo daba a la Iglesia por cabeza sobre todas las cosas

“Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. Ef. 1:22).

¿Dónde encontramos a los discípulos después que Jesús fue puesto en la tumba?

Encerrados, llenos de temor de lo que los judíos podían hacerles

“Y como fue tarde aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por miedo de los judíos, vino Jesús, y púsose en medio, y díjoles: Paz a vosotros” Jn. 20:19.

En esa circunstancia, Jesús se presenta a ellos y les dice: “Paz a vosotros”.

¿Qué pasó entonces con los discípulos?

A los pocos días los hallamos frente al pueblo predicando con todo el poder del Espíritu Santo, centrando el mensaje en la resurrección del Señor

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y hablóles diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalem, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis, siendo la hora tercia del día; mas esto es lo que fue dicho por el profeta Joel: Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños: y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo: el sol se volverá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; y será que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Varones Israelitas, oíd estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis; a éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí: Porque está á mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y gozóse mi lengua; y aun mi carne descansará en esperanza; que no dejarás mi alma en el infierno, ni darás a tu Santo que vea corrupción. Hicísteme notorios los caminos de la vida; me henchirás de gozo con tu presencia. Varones hermanos, se os puede libremente decir del patriarca David, que murió, y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Empero siendo profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de su lomo, cuanto a la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono; viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, levantado por la diestra de Dios, y recibiendo del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; empero él dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo” Hech. 2:14-36.

Es más, pasado el tiempo varios apóstoles e incontables discípulos de Jesús estuvieron dispuestos a dar su vida por defender y mantener la fe recibida por gracia. ¿Es razonable pensar que alguien esté dispuesto a morir por algo que sabe que es mentira? Tal vez un enajenado mental podría hacerlo, pero este no es el caso y las multitudes de mártires de la Iglesia se explica únicamente porque creemos en un Salvador resucitado, que ha cambiado nuestra vida y que hoy vive en nosotros.

Por su muerte, Jesús restauró las relaciones de los suyos con Dios

“Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí” Jn 14:6.

Por su resurrección tenemos la firme convicción de que venceremos la muerte

“Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida” Rom. 6:4;6;

“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dió vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos; y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús” Ef. 2:5,6;

“SI habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Porque muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” Col. 3:1,3,

Ahora le recibimos para que nos conduzca a la gloria eterna

“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” 1ª Cor. 15:20-23.

No pudo ser retenido por las cadenas de la muerte, sino que se libró de ellas con todo su poder, destruyó así las armas de la muerte, para que nunca jamás pudiesen alcanzarnos mortalmente, pues al reconciliarnos con Dios nos ha dado vida eterna

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, es a saber, al diablo, y librar a los que por el temor de la muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre” Heb. 2:14,15.

La resurrección del Señor es el sello vital que valida nuestra fe

“Y si Cristo es predicado que resucitó de los muertos ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, Cristo tampoco resucitó: y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y aun somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él haya levantado a Cristo; al cual no levantó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo son perdidos. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más miserables somos de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” 1 Cor. 15:12-23.

Génesis 3:15 “Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”

Mientras la muerte de Jesús en la cruz fue la herida que Satanás le causó en el talón, su resurrección fue el golpe mortal, en la cabeza, que el diablo recibió de Jesús.

Muchos que crearon religiones, hoy yacen en una tumba, donde absurdamente son venerados. Pero hay una tumba que desde hace casi dos mil años, está vacía, donde resuenan las palabras de los ángeles:

“No está aquí, pues ha resucitado” Mat. 28:6.

Creo oportuno recordarte que no hay hecho histórico mejor probado que la resurrección de Jesús.

¡Qué maravillosa realidad!:

“Al tercer día resucitó de entre los muertos”.

 

ARTÍCULO SEXTO:

“Subió al cielo, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso”.

Su ascensión al cielo.

Cristo, a la vista de sus discípulos, fue elevado de la tierra al cielo

“Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y sentóse a la diestra de Dios”. Mar. 16:19;

“Y aconteció que bendiciéndolos, se fue de ellos; y era llevado arriba al cielo”. Luc. 24:51;

“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos”. Hech. 1:9.

Su ascensión nos abre las puertas del reino celestial, es el sello de que el quiebre que produjo la caída en la comunión entre Dios y sus criaturas está restaurado, pues al morir dio plena satisfacción a la justicia de Dios (“Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese” Jn. 17:4), por eso exclamó: “Consumado es” Jn.19:30.

Por nuestro bien entró en el santuario de Dios, para ser perpetuamente nuestro intercesor ante el Padre, abogando y mediando en nuestro favor

“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Rom. 8:34;

“Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. 1ª Jn. 2:1.

Con su ascensión nos señala el camino que un día también nosotros seguiremos

“Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús. Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras”. 1 Tes. 4:13-18.

El volverá por su pueblo, entonces seremos transformados en cuerpos glorificados (“Mas nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria, por la operación con la cual puede también sujetar a sí todas las cosas”. Fil. 3:20,21), como el del Señor Jesús después de resucitar e iremos al encuentro de nuestro Salvador (“He aquí, os digo un misterio: todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados. En un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y la potencia del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”. 1ª Cor. 15:51-57).

Sentado a la diestra de Dios Padre.

Ese fue siempre su lugar, sólo lo abandonó por nosotros. Que esté allí, lo confirma Rey y Señor de todas las cosas, lo que se manifiesta en que sus hijos disfrutamos de su protección y amparo. De este modo, su reino y gloria son nuestra fuerza, nuestro poder y gloria contra el diablo, sus demonios y el infierno.

Sentado a la diestra de Dios Padre, recibe todo el honor y gloria de las criaturas celestiales, una alabanza perfecta, diseñada desde la eternidad para que los ángeles le glorificaran (“Después de estas cosas miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo: y la primera voz que oí, era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de ser después de éstas. Y luego yo fuí en Espíritu: y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado. Y el que estaba sentado, era al parecer semejante a una piedra de jaspe y de sardio: y un arco celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro sillas: y vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas; y tenían sobre sus cabezas coronas de oro. Y del trono salían relámpagos y truenos y voces: y siete lámparas de fuego estaban ardiendo delante del trono, las cuales son los siete Espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás. Y el primer animal era semejante a un león; y el segundo animal, semejante a un becerro; y el tercer animal tenía la cara como de hombre; y el cuarto animal, semejante a un águila volando. Y los cuatro animales tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo día ni noche, diciendo: Santo, santo, santo el Señor Dios Todopoderoso, que era, y que es, y que ha de venir. Y cuando aquellos animales daban gloria y honra y alabanza al que estaba sentado en el trono, al que vive para siempre jamás, los veinticuatro ancianos se postraban delante del que estaba sentado en el trono, y adoraban al que vive para siempre jamás, y echaban sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud: porque tú criaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y fueron criadas”. Apoc. 4), sin embargo, eso no ocupa su atención al punto de no considerar nuestra alabanza.

¡Qué gran Salvador tenemos! Está dispuesto a recibir nuestro servicio de adoración y lo perfecciona para hacerlo agradable al Padre

“Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dice: Sí: ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” Mat. 21:16.

Aunque su cuerpo no está visible a nuestros ojos, no cesa de ayudarnos con su socorro y el poder manifiesto de su presencia, según su promesa de compañía permanente

“Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. Mat. 28:20.

Demos gracias a Dios que tenemos nuestro representante ante él, y que cada vez que nuestro acusador, Satanás, llega a hacer notar nuestras caídas (“Y un día vinieron los hijos de Dios a presentarse delante de Jehová, entre los cuales vino también Satán. Y dijo Jehová a Satán: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satán a Jehová, dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satán: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado de mal? Y respondiendo Satán a Jehová, dijo: ¿Teme Job a Dios de balde? ¿No le has tú cercado a él, y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto su hacienda ha crecido sobre la tierra. Mas extiende ahora tu mano, y toca a todo lo que tiene, y verás si no te blasfema en tu rostro”. Job 1:6-11), él responde al Padre, mostrando sus heridas y expresa: “Yo di mi vida por él”.

Con la esperanza de que un día volverá, nuestros ojos deben estar puestos arriba.

“Subió al cielo, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso”.

ARTÍCULO SÉPTIMO:

“De ahí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”.

El Señor regresará. Así lo afirmó él, así sucederá.

“Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis. No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros. Habéis oído cómo yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre: porque el Padre mayor es que yo” Jn. 14:3,18,28; “Los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” Hech. 1:11.

El juicio de Dios es perfecto. El sabe dar a cada cual lo que merece, luego no somos nosotros los llamados a juzgar a nuestros prójimos

“Porque para esto sois llamados; pues que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que vosotros sigáis sus pisadas: El cual no hizo pecado; ni fue hallado engaño en su boca: Quien cuando le maldecían no retornaba maldición: cuando padecía, no amenazaba, sino remitía la causa al que juzga justamente: El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos a los pecados, vivamos a la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados” 1ª Ped. 2:21-24).

Este artículo nos enseña a tener paciencia, porque nada pasa desapercibido para Dios, sólo que él tiene su tiempo para actuar y normalmente ese tiempo es muy distinto al nuestro.

El juicio de Dios alcanzará a toda la humanidad (a los que el acontecimiento los sorprenda vivos y a los que ya estén muertos).

No existe el ser humano que esté exento del juicio de Dios. Cada uno recibirá según sus obras

“Porque es menester que todos nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo” 2 Cor. 5:10;

“Y de la manera que está establecido a los hombres que mueran una vez, y después el juicio; así también Cristo fue ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin pecado, será visto de los que le esperan para salud” Heb. 9:27,28;

“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conversad en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” 1a Ped. 1:17).

Este juicio a la humanidad se efectuará al término del Milenio

(“Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo, y una grande cadena en su mano. Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y le ató por mil años; y arrojólo al abismo, y le encerró, y selló sobre él, porque no engañe más a las naciones, hasta que mil años sean cumplidos: y después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo. Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio; y vi las almas de los degollados por el testimonio de Jesús, y por la palabra de Dios, y que no habían adorado la bestia, ni a su imagen, y que no recibieron la señal en sus frentes, ni en sus manos, y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil años. Esta es la primera resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” Apoc. 20:1–6).

Entonces Dios llamará a su presencia, uno a uno, a todos los que rechazaron el sacrificio de Cristo. Sin un sustituto eficaz tendrán que enfrentar el juicio de Dios, la sentencia será pronunciada por los mismos sentenciados: “Me condeno por mí mismo, por haber rechazado el amor que Dios expresó por mí al enviar a su Hijo a morir en mi lugar”

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fue hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar dió los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fue hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado en el lago de fuego” Apoc. 20:11–15.

El juicio de Dios por el pecado fue hecho realidad en la muerte de Cristo en la cruz, ahora él lo ofrece a todo aquel que desea ponerse bajo su protección (“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” Apoc. 3:20), para los que actúan así, el pago por el pecado es cosa saldada, no hay más culpa que someter a juicio (“Porque, si por un delito reinó la muerte por uno, mucho más reinarán en vida por un Jesucristo los que reciben la abundancia de gracia, y del don de la justicia”. Rom. 5:17; “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad”. 1ª Jn. 1:9).

¿Qué ocurrirá contigo en ese momento?

Si has recibido a Cristo como Salvador personal, nunca dejes de dar gracias a Dios, porque él se puso delante del juicio de Dios, alejando de ti toda maldición y la condenación misma. Para nosotros, la venida del Señor tendrá por única finalidad ser trasladados por la eternidad a su Reino, será la consumación de la obra de redención, pues viviremos por la eternidad en la presencia de Dios libres definitivamente del pecado (“Dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la suerte de los santos en luz: que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” Col. 1:12,13), para esto Dios te está preparando (“Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los críe, los formé y los hice” Is. 43:7).

No será así con aquellos que han despreciado el sacrificio de Cristo, rechazándolo, ellos tendrán que enfrentar el juicio de Dios sin un mediador eficaz, sino que con sus propias obras

“Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles” Mat. 25:41;

“Porque es justo para con Dios pagar con tribulación a los que os atribulan” 2ª Tes. 1:6.

Gracias a Dios, para nosotros la venida de Jesús es la esperanza de ir a aquel lugar que él declaró que iba a preparar para nosotros

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” Jn. 14:2,3.

¿Cuando será el regreso del Señor?

Distingamos en este acontecimiento dos sucesos históricos que ocurrirán en momentos distintos:

El arrebatamiento de la Iglesia.

Este evento marcará el fin de la era de la Iglesia. No es la Segunda Venida. El Señor vendrá hasta las nubes desde donde llamará a sus hijos, será el momento de la primera resurrección

“Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” 1a Tes. 4:16,17.

En ese momento los creyentes seremos sometidos al “juicio de las obras de los creyentes”, éste no es un juicio de condenación sino que de recompensa, cada uno recibirá las bendiciones eternas que Dios le tiene preparadas según fue su servicio en vida y luego participaremos en “las bodas del Cordero”.

Entre tanto, en la tierra se vivirá la Gran Tribulación.

La Segunda Venida.

Siete años después del arrebatamiento, se producirá la Segunda Venida. El Señor regresará a la tierra a reinar por mil años. Este período se iniciará con dos hechos, el primero es que Satanás y sus demonios serán relegados al Infierno y el otro es el “Juicio de las Naciones”

“Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de él todas las gentes: y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos huésped, y te recogimos? ¿o desnudo, y te cubrimos? ¿o cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos á ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles: Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui huésped, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, ni a mí lo hicisteis. E irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna” Mat. 25:31-46),

Se juzgará a las personas según haya sido su comportamiento hacia Israel, durante la Tribulación

“Porque la gente o el reino que no te sirviere, perecerá; y del todo serán asoladas” Is. 60:12.

Aquellas que fueron hostiles serán condenadas a muerte; con las otras se dará inicio al Milenio, reinando Cristo con los santos durante mil años

“Alegrarse han el desierto y la soledad: el yermo se gozará, y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo: la gloria del Líbano le será dada, la hermosura de Carmel y de Sarón. Ellos verán la gloria de Jehová, la hermosura del Dios nuestro. Confortad a las manos cansadas, roborad las vacilantes rodillas. Decid a los de corazón apocado: Confortaos, no temáis: he aquí que vuestro Dios viene con venganza, con pago: el mismo Dios vendrá, y os salvará. Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco será tornado en estanque, y el secadal en manaderos de aguas; en la habitación de chacales, en su cama, será lugar de cañas y de juncos. Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará por él inmundo; y habrá para ellos en él quien los acompañe, de tal manera que los insensatos no yerren. No habrá allí león, ni bestia fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas: y retendrán el gozo y alegría, y huirá la tristeza y el gemido” Is. 35.

Al término de estos años, el diablo será soltado por un breve tiempo para probar a la humanidad, muchos de los cuales se rebelarán contra Dios y entonces será el fin

“Y cuando los mil años fueren cumplidos, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá para engañar las naciones que están sobre los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y circundaron el campo de los santos, y la ciudad amada: y de Dios descendió fuego del cielo, y los devoró. Y el diablo que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde está la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás” Apoc. 20:7-10.

Dios resucitará a todos los que murieron sin recibir a Jesús como Salvador personal (segunda resurrección) y deberán enfrentar el “Juicio Final” o “Gran Juicio del Trono Blanco”.

¿Cuando será esto?

“Empero del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo. Velad pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Esto empero sabed, que si el padre de la familia supiese a cuál vela el ladrón había de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis” Mat. 24:36, 42-44;

“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir” Mat. 25:13;

Y les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre puso en su sola potestad” Hech. 1:7.

Sólo Dios sabe la fecha y la hora de estos sucesos.

Simplemente nosotros debemos estar preparados y vivir como si fuera a volver hoy

¿Habrá motivos para que tú vivas así? Claro que sí, existen numerosas profecías que nos indican el tiempo del regreso de Cristo por su Iglesia, muchas fueron pronunciadas por el propio Señor Jesús, ellas señalan que el tiempo está pronto

“El entonces dijo: Mirad, no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy; y, el tiempo está cerca: por tanto, no vayáis en pos de ellos. Empero cuando oyereis guerras y sediciones, no os espantéis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero: mas no luego será el fin. Entonces les dijo: Se levantará gente contra gente, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en varios lugares hambres y pestilencias: y habrá espantos y grandes señales del cielo. Mas antes de todas estas cosas os echarán mano, y perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, siendo llevados a los reyes y a los gobernadores por causa de mi nombre. Y os será para testimonio. Poned pues en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder: porque yo os daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se os opondrán. Mas seréis entregados aun de vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre. Mas un pelo de vuestra cabeza no perecerá. En vuestra paciencia poseeréis vuestras almas. Y cuando viereis a Jerusalén cercada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estuvieren en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. Porque estos son días de venganza: para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las preñadas, y de las que crían en aquellos días! porque habrá apuro grande sobre la tierra e ira en este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones: y Jerusalén será hollada de las gentes, hasta que los tiempos de las gentes sean cumplidos. Entonces habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y en la tierra angustia de gentes por la confusión del sonido de la mar y de las ondas: Secándose los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que sobrevendrán a la redondez de la tierra: porque las virtudes de los cielos serán conmovidas. Y entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en una nube con potestad y majestad grande. Y cuando estas cosas comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca. Y díjoles una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles: Cuando ya brotan, viéndolo, de vosotros mismos entendéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, entended que está cerca el reino de Dios” Luc. 21:8-31.

Llama la atención la manera como los apóstoles se referían al regreso del Señor, si notan en “Por lo cual, os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros a los que durmieron” 1 Tes. 4:15, Pablo escribe: “nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no seremos delanteros a los que durmieron…” El vivió esperando el regreso de Cristo.

Señor, cuando tú vengas, con gozo te recibiré, a tu juicio no temeré, pues me he protegido tras tu preciosa sangre.

“De ahí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”.

ARTÍCULO OCTAVO:

“Creo en el Espíritu Santo”.

Junto al Padre y al Hijo, el Espíritu Santo forma la Santísima Trinidad. Es Dios

“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno” 1ª Jn. 5:7.

Su poder es igual al del Padre y el Hijo, en las personas de la Trinidad no distinguimos diferencias en los atributos.

Al interior de la Trinidad encontramos la siguiente relación:

– El Hijo está sujeto al Padre, por cuanto el Hijo es enviado por el Padre en su nombre (el del Padre);

– El Espíritu está sujeto al Padre, por cuanto el Espíritu es enviado por el Padre en el nombre del Hijo;

– El Espíritu está sujeto al Hijo tanto como al Padre, por cuanto el Espíritu es enviado por el Hijo tanto como por el Padre. El participó en la obra de la creación y en la de redención en forma tan activa como el Padre y el Hijo.

Todo lo que existe de bueno, sea de donde sea, lo hace Jesucristo por el poder de su Espíritu. Por él:

– Crea, sostiene, conserva y da la vida a todas las cosas

“Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas” Gén. 1:2;

“Su espíritu adornó los cielos; Su mano crió la serpiente tortuosa” Job:26:13; “El espíritu de Dios me hizo, y la inspiración del Omnipotente me dio vida” Job 33:4;

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el espíritu de su boca” Sal. 33:6.

– Nos justifica, santifica, purifica, llama y atrae hacia sí, para que obtengamos la salvación

“Para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo” Rom. 15:16;

“¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No erréis, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos: mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” 1ª Cor. 6:9-11;

“Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sea multiplicada. Habiendo purificado vuestra almas en la obediencia de la verdad, por el Espíritu, en caridad hermanable sin fingimiento, amaos unos a otros entrañablemente de corazón puro” 1ª Ped. 1:2,22.

El Espíritu Santo y la Biblia.

Fue el responsable de la acción de inspiración en los escritores de la Biblia y hoy es quien nos ilumina para comprender el evangelio.

El Espíritu Santo:

– Nos ilumina para que aprendamos y comprendamos las infinitas riquezas que, por la divina bondad, poseemos en Cristo. Sin él, sólo habría tinieblas en nuestra inteligencia y perversidad en nuestro corazón

“Empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu: porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado” 1ª Cor. 2:10-12.

– Pone en nuestro corazón el amor a Dios y a nuestro prójimo (“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado” Rom. 5:5).

– Día a día nos trata para ir destruyendo el vicio de nuestra codicia, de manera tal que si hay en nosotros alguna obra buena es solamente fruto y efecto de su gracia

No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó, por el lavacro de la regeneración, y de la renovación del Espíritu Santo” Tito 3:5.

Creer en el Espíritu Santo es esperar de él todos los bienes que nos han sido prometidos en la Palabra de Dios.

La acción del Espíritu Santo, en la era de la Iglesia, fue definida por el propio Señor Jesús. Antes de su pasión y muerte, prometió al Consolador

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” Jn. 14:16.

Jesús mismo regresaría al cielo, pero entonces vendría otro guía para acompañar, ayudar y guardarnos en la fe.

El pecado sin perdón – La blasfemia contra el Espíritu Santo.

Es tan especial la tarea que la Trinidad ha encomendado al Espíritu Santo que el único pecado que no tiene perdón, según lo enseña la Biblia, es la blasfemia contra el Espíritu Santo

“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres: mas la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada a los hombres. Y cualquiera que hablare contra el Hijo del hombre, le será perdonado: mas cualquiera que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero” Mat. 12:31,32;

“Mas cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas está expuesto a eterno juicio. Porque decían: Tiene espíritu inmundo”. Mar. 3:29,30;

“Y todo aquel que dice palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; mas al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado. Y cuando os trajeren a las sinagogas, y a los magistrados y potestades, no estéis solícitos cómo o qué hayáis de responder, o qué hayáis de decir” Luc. 12:10,11;

“Si alguno viere cometer a su hermano pecado no de muerte, demandará y se le dará vida; digo a los que pecan no de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que ruegue” 1ª Jn. 5:16.

¿En qué consiste esta blasfemia?

El Espíritu Santo es el responsable de sensibilizar nuestro espíritu para llevarlo a Dios, no reconocer esto en nuestra vida y más aún, atribuir la acción del Espíritu Santo al diablo, es algo que hiere a tal punto la sensibilidad de él, que Dios ha dispuesto que aquellos que actúen así no tengan perdón. Siendo que él es quien obra la fe salvadora en nuestro corazón, aquel que no está dispuesto a prestar atención a esa voz, simplemente es imposible que pueda poner su confianza en que Jesús desea y puede ser su salvador de la condenación.

¿Puede un cristiano caer en este pecado?

La respuesta es categórica: NO.

Es imposible que un hijo de Dios caiga en esta situación, pues sus pecados ya han sido perdonados y hemos citado las propias palabras de Jesús, afirmando que este pecado jamás tendrá perdón.

“Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis mandamientos, y guardéis mis derechos, y los pongáis por obra” Ez. 36:26,27).

Es la obra de Dios actuando en nosotros, por intermedio del Espíritu Santo, quien nos libra de caer en este pecado.

¿Qué tan importante es la obra del Espíritu Santo?

Es vital. De no ser por su obra, no hubiese habido ni evangelio, ni fe, ni cristianismo en el mundo. Y, hoy, todos, estaríamos condenados al infierno.

¿Dónde lo encuentras? EN TI.

– Cuando recibiste a Jesús como Salvador personal, el Espíritu Santo vino para hacer de ti su especial morada

“En el cual esperasteis también vosotros en oyendo la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salud: en el cual también desde que creísteis, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” Ef. 1:13;

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención” Ef. 4:30.

– El vive en tu corazón, te acompaña a todo lugar

“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” 1ª Cor. 3:16;

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” 1ª Cor. 6:19;

“¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo” 2ª Cor. 6:16.

– El es quien habla a tu conciencia cada vez que estás siendo tentado por el Diablo y te advierte del peligro para que huyas de él y no caigas en pecado

“Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne. Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne: y estas cosas se oponen la una a la otra, para que no hagáis lo que quisiereis. Mas si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley” Gál. 5:16-18.

– El es quien dirige tu oración para llevarla al trono del Padre, enseñándote cómo hacerlo

“Y asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza: porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles” Rom. 8:26.

Gracias a Dios por su Espíritu Santo, quien ha puesto en mi corazón la fe de salvación

“Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios” Rom. 8:16;

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre” Gál. 4:6.

Con la fuerza de esta evidencia irrefutable digo de todo corazón:

“Creo en el Espíritu Santo”

ARTÍCULO NOVENO:

“La santa Iglesia universal, la comunión de los creyentes”.

La Iglesia es el pueblo que Dios levanta para sí en el Nuevo Testamento

“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre” Jn. 1:11,12.

En el Antiguo Testamento, Dios formó su pueblo por nacimiento en el pueblo de Israel, único, especial y centro de las promesas de Dios. Esta condición se podía perder según diversas transgresiones a la ley dada por Dios al pueblo por medio de Moisés.

Hoy, está llamando a formar parte de este pueblo a todos los que voluntariamente deseen integrarse a él. La condición es sólo una: Recibir a Jesús como Salvador personal. Los que proceden así pasan a formar parte del pueblo de Dios: la Iglesia, y jamás dejarán de pertenecer a ella. Notemos la superioridad de nuestra situación respecto del pueblo de Dios del Antiguo Testamento.

Al afirmar que es universal, reconocemos que Jesús la ha establecido, que es y será una sola en todos los siglos (alcanza toda la historia de la humanidad), para reunión y perfección de los santos

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado” Jn. 17:20–23;

“Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y diólo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos” Ef. 1:22,23;

“Solícitos a guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Un cuerpo, y un Espíritu; como sois también llamados a una misma esperanza de vuestra vocación: un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas, y por todas las cosas, y en todos vosotros. Empero a cada uno de nosotros es dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. (Y que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, él mismo es el que también subió sobre todos los cielos para cumplir todas las cosas.) Y él mismo dio unos, ciertamente apóstoles; y otros, profetas; y otros, evangelistas; y otros, pastores y doctores; para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo: Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error: Antes siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, a saber, Cristo; del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación, cada miembro conforme a su medida toma aumento de cuerpo edificándose en amor” Ef. 4:3-16).

La Iglesia existe en la providencia de Dios, en diversas organizaciones llamadas denominaciones, iglesias o misiones.

Estas, si sostienen un credo conforme a la fe cristiana histórica, que es la fe bíblica, la cual requiere que la admisión a su comunión sea lo mismo que Cristo requiere para la salvación, y si proceden en conformidad con dicho credo y subordinan su autoridad a la de la Palabra de Dios, que es la Biblia, son verdaderas Iglesias de Cristo, a pesar de las diferencias de forma de gobierno o en asuntos no esenciales a la fe, que hayan motivado su existencia en organizaciones diferentes

“Y si no fuere tan presto, para que sepas cómo te conviene conversar en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad” 1ª Tim. 3:15.

Existen dos clasificaciones de la Iglesia:

La Iglesia visible.

Compuesta por todas las personas que han hecho profesión pública de su fe en Cristo, declarando someterse a sus leyes y por los hijos de los creyentes, hasta que lleguen a la edad del discernimiento

(«Y Pedro les dice: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” Hech. 2:38,39;

“Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” Apoc. 5:9.

En esta Iglesia visible es posible hallar a personas que no han recibido al Señor aún, incluso hay quienes están en ella sólo con el propósito de destruirla, instrumentos de Satanás enquistados en las congregaciones. Es importante advertir que la Biblia nos dice que en los últimos tiempos habrá muchos que con apariencia de piedad entrarán a las iglesias, mas de dentro son lobos rapaces

“No os engañe nadie en ninguna manera; porque no vendrá sin que venga antes la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, a aquel inicuo, cuyo advenimiento es según operación de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos” 2ª Tes. 2:3,9;

“Empero el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos alguno apostatarán de la fe escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios; que con hipocresía hablarán mentira, teniendo cauterizada la conciencia. Que prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de las viandas que Dios crió para que con hacimiento de gracias participasen de ellas los fieles, y los que han conocido la verdad” 1ª Tim. 4:1–3;

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo es venido en carne es de Dios: Y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo es venido en carne, no es de Dios: y éste es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque el que en vosotros está, es mayor que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye” 1ª Jn. 4:1-5.

La Iglesia invisible.

Compuesta por todos los creyentes en Jesús, de todas las edades. Aquella que cuando el Señor venga por su Iglesia, como un alma será levantada a los cielos y llevada a la Patria Celestial para alabar y glorificar a Dios por toda la eternidad.

¿Formas parte de la Iglesia invisible?

Un privilegio inmerecido: Ser parte del cuerpo de Cristo. No somos allegados, sino parte misma del Señor. El es la cabeza, nosotros el cuerpo. El quien determina el camino, nosotros quienes lo seguimos. El la vid, nosotros sólo los pámpanos.

¿Por qué congregarnos?

Esto es conforme al ejemplo que encontramos en la Biblia y la razón más simple lo corrobora. Los miembros del cuerpo de Cristo se congregan para tener comunión y adorar a Dios

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesucristo, por el camino que él nos consagró nuevo y vivo, por el velo, esto es, por su carne; y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, lleguémonos con corazón verdadero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe sin fluctuar; que fiel es el que prometió: Y considerémonos los unos a los otros para provocarnos al amor y a las buenas obras; no dejando nuestra congregación, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” Heb. 10:19-25.

Hay una razón lógica: Debemos buscar la compañía de aquellos que nos son afines, con los que:

– Tenemos comunidad de intereses

“Y finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” 1 Ped. 3:8,

– Compartimos las mismas luchas

“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero: mas ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; y cordón de tres dobleces no presto se rompe” Ecl. 4:9-12,

– Pertenecemos a la misma familia, la celestial.

Cuando en una fogata un carbón encendido queda apartado del resto, rápidamente se enfría y apaga, eso es lo que le pasa a los cristianos que dejan de congregarse. Muchos tienen la excusa de que igual están cerca del Señor, sin embargo, no están dispuestos a oír y obedecer el consejo de Heb. 10:25.

El tiempo pasa y no lo hace en vano, pues lo común es que encontremos a estas personas con vidas vacías, muy distinta a la realidad que Dios les tenía reservada si hubieran atendido su consejo de buscar la comunión de la congregación.

Usando tus dones.

Al congregarte, tienes la oportunidad de poner en acción, para beneficio de la iglesia, los dones que has recibido de Dios. Estos dones te dan la oportunidad de servir a los otros fieles. Al ser ésta una de las finalidades de los dones, ellos dejan de pertenecerte sólo a ti. Tu deber es emplearlos en la edificación del cuerpo de Cristo.

Somos muchos miembros, pero un cuerpo. Cada miembro tiene un propósito, ninguno sobra ni es inútil. Los hijos de Dios, al conformar un cuerpo, somos complementarios unos con otros.

Esta comunión o compañía es uno de los medios de gracia que Dios nos ha dejado para poder edificar y ser edificados en el Señor.

“La Santa Iglesia universal, la comunión de los creyentes”

ARTÍCULO DÉCIMO:

“El perdón de los pecados”.

¿Por qué es necesario el perdón de los pecados?

El pecado causa división entre Dios y nosotros (“Mas vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros, para no oír” Is. 59:2), ellos impiden que Dios escuche nuestra oración.

Muchas personas se escudan en que Dios es amor y, engañándose a sí mismas, piensan que de alguna manera Dios al final los justificará.

Sin embargo, la Biblia dice lo contrario (“Jehová es tardo para la ira, y grande en poder, y no tendrá al culpado por inocente” Nah. 1:3a). Dios no desea la condenación de sus criaturas (“Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice el Señor Jehová. Convertíos, y volveos de todas vuestras iniquidades; y no os será la iniquidad causa de ruina. Que no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Jehová, convertíos pues, y viviréis”. Ez. 18:30,32), esto no significa que pase por alto su justicia, sino que conociendo nuestra incapacidad para lograr la reconciliación, él hizo todo lo necesario para restablecer la comunión rota: ofreció a su Hijo por nosotros (“Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Luego mucho más ahora, justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliado con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Rom. 5:8b–10).

La sentencia por el pecado está cumplida, la culpa está saldada, la decisión de aceptar o rechazar lo obrado por Dios para ti depende sólo de ti.

Nuestra salvación descansa sobre el fundamento del perdón de los pecados.

Este perdón es:

– La puerta que nos permite acercarnos a Dios, y

– El medio que nos asegura ser partícipes de su Reino.

Toda la justicia de los fieles se resume en el perdón de los pecados. Pues esta justicia no se obtiene por algún mérito, sino por la sola misericordia del Señor. Esto es gracia

“Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” Ef. 2:8.

Al recibir a Jesús como Salvador personal, lo que Dios hace es imputar el sacrificio de su Hijo a la persona que toma esta determinación.

Para que nosotros pudiéramos tener gratuitamente el perdón de los pecados, Cristo estuvo dispuesto a pagar el precio, comprándolo al precio de su sangre.

El alcance del perdón.

Ser objeto del perdón de Dios, sólo por su gracia y misericordia, nos debe llevar a meditar en las consecuencias que dicho acto de amor inmerecido tiene en nosotros mismos, o planteado de otra forma, nos debe llevar a pensar en qué compromisos y responsabilidades asumimos al recibir tan magnífico regalo.

El perdón que Dios obró en tu vida cuando recibiste a Jesús como Salvador personal fue completo, absoluto, suficiente para ser recibido en la presencia de Dios. ¡Gloria a Dios! “la salvación pertenece a Jehová” Jonás 2 :9.

La pregunta que surge es: ¿Ese es todo el alcance que tiene el perdón? Obviamente, no nos preguntamos esto minimizando la gran bendición de haber sido perdonados, sino que con el afán de comprender qué espera Dios de cada uno de nosotros.

El perdón de los pecados debe tener un efecto multiplicador: Así como Dios está dispuesto a perdonarnos y hacernos sus hijos, él espera que tú estés dispuesto a perdonar de la misma forma.

El apóstol Pedro le preguntó a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mi? ¿hasta siete?” (Mat. 18:21). La respuesta fue categórica: “Jesús le dice: no te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete” (Mat. 18:22). Entre los judíos existía la costumbre de perdonar hasta tres veces, más era considerado una acción imperdonable. Sin embargo, aquí está el Hijo de Dios dando su respuesta: ya siete era más que el doble de lo considerado suficiente, sin embargo, Jesús va más allá, al fijar la cantidad de setenta veces siete, es decir, siempre. Así como Dios está siempre llano a perdonarnos, nosotros debemos estar siempre dispuestos a perdonar a aquellos que nos ofenden.

Este es el real alcance del perdón de nuestros pecados: Que habiendo recibido el perdón total de parte de Dios, nosotros estemos dispuestos a perdonar totalmente a aquellos que actúan o han actuado mal con nosotros.

Tres engaños de Satanás y la respuesta de Dios a ellos.

Es necesario referirnos a tres engaños de Satanás, que muy frecuentemente hacen presa de los jóvenes:

– Quiere que estés seguro que has llevado una vida “tan mala” que Dios no tiene interés, ni puede perdonarte por lo que has hecho;

– Desea mantenerte como esclavo en tus pecados y se empeñará en convencerte de que ya caíste tan profundo que no tienes solución, o bien, que no es para tanto;

– Desea mantener frescos en tus recuerdos los pecados cometidos, para hacerte sentir culpable e imperdonable (“Bienaventurado aquel cuyas iniquidades son perdonadas, y borrados sus pecados” Sal. 32:1).

Ninguna de estas ideas son verdad.

Veamos la respuesta de Dios a estos tres engaños:

– Dios sabe que no hay justo ni siquiera uno, nosotros somos dados a clasificar a las personas y a justificar nuestros hechos, sin embargo, ante la santidad de Dios el más mínimo pecado es lo suficientemente grave para hacernos acreedores de la condenación; basta infringir uno de los términos de la ley para ser culpables de todos.

Ante esa realidad, Dios estuvo dispuesto a ofrecernos el perdón de nuestros pecados por medio de la sangre preciosa de su Hijo derramada en la cruz.

“El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” 2ª Ped. 3:9.

– Si has caído muy profundo, considera la experiencia del rey David, quien, al analizar su vida escribe:

“Bendice, alma mía a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias” Sal. 103:1–4.

– Cuando arrepentido de tus pecados, acudes a Dios y los confiesas, él instantáneamente los perdona y borra.

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad” 1ª Jn. 1:9.

No seas más exigente que lo que Dios es contigo, si él ya te perdonó, no vivas en constantes recriminaciones hacia ti por lo que fue tu vida pasada.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” 2ª Cor. 5:17.

El perdón y lo que nos debe llevar a hacer.

Considera que si Dios no te hubiera querido perdonar, hoy estarías, irremediablemente, condenado al infierno.

Sólo la gracia de Dios te permite ser un pecador perdonado, esto es razón suficiente para considerar que el perdón de los pecados te debe motivar a:

– Amar a Dios.

“Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama”. Luc. 7:47

No olvides que amamos a Dios, porque él nos amó primero y por el perdón que Dios ha obrado somos librados de ir a condenación.

– Alabar a Dios.

“Bendice, alma mía a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” Sal. 103:1-4.

¿Cómo no alabar a Dios por el perdón que hemos recibido de él?

Hemos sido declarados justos. Su perdón es TOTAL, ningún rincón de tu vida queda fuera del alcance del perdón.

– Temer a Dios.

“JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Empero hay perdón cerca de ti, para que seas temido”. Sal. 130:3,4

Reverencia, reconocimiento y sumisión a Dios.

Una vez que Dios te ha perdonado no vuelve atrás, Su Palabra vale.

Hoy, tenemos la certeza de que hemos sido reconciliados con nuestro Creador, pues, en su soberana voluntad, hemos sido declarados justos por:

“El perdón de los pecados”

ARTÍCULO UNDÉCIMO:

“La resurrección de la carne”.

Este artículo nos invita a esperar la resurrección futura.

Con el mismo poder con que Dios resucitó a su Hijo de entre los muertos, el Señor llamará a una nueva vida, fuera del polvo (de donde fuimos tomados y al que nuestro cuerpo volverá al morir) y de la corrupción (que sigue a la muerte, aunque realmente hace presa del ser humano desde el mismo momento de ser concebido [en maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre]), a los que murieron antes del día del Juicio.

A los que ese acontecimiento los encuentre con vida, no tendrán que pasar por la muerte, sino que una repentina transformación se obrará en sus cuerpos.

Esta resurrección alcanza a toda la humanidad. Y ocurrirá en dos momentos distintos para:

– Los hijos de Dios (primera resurrección) y

– Aquellos que lo hayan rechazado (segunda resurrección).

En el caso de los hijos de Dios, éste será un hecho glorioso. Tendrá lugar el día en que nuestro Señor Jesús vuelva por su Iglesia, el día del arrebatamiento.

Para aquellos que rechazaron la salvación ofrecida por Dios, será al final del período que conocemos como Milenio.

Mientras los que participen en el primer suceso resucitarán para vida eterna junto a Dios, los del segundo evento lo harán para ser sometidos al juicio final o “Gran Juicio del Trono Blanco”.

Este juicio es de condenación; los que comparezcan a este juicio sólo tendrán una sentencia: pasar la eternidad en el infierno (ver comentario al Artículo Séptimo).

“La resurrección de la carne”

ARTÍCULO DUODÉCIMO:

“La vida perdurable”.

¿Hay vida después de la vida?

Esta pregunta ha inquietado a muchos.

Puede sorprenderte, pero los científicos han llegado a la conclusión que el cuerpo humano no está hecho para morir, sin embargo hay una evidencia irrefutable: la muerte existe.

La falsedad de las respuestas que da el hombre.

Los esfuerzos que los hombres, a nombre de la ciencia, hacen para prolongar la vida, tienen sólo una razón: rebelión contra Dios, nuestro hacedor.

Para comprender esto debemos remontarnos a la misma creación: somos hechura de Dios (“imagen y semejanza del Creador”).

Por muy lejos que vivamos de Dios, nuestro ser interior nos revela que hay algo más allá. Sin embargo, la rebelión contra Dios y el orgullo ciegan al ser humano y le impiden buscar la respuestas donde ellas están, con un testimonio de primera fuente: la Biblia, cuyo autor es Dios, quien, además, afirma categóricamente que sí hay vida más allá de la muerte física y cuya duración no es de comparar con esta vida presente, pues la venidera es eterna, no tiene fin.

El testimonio de la Biblia.

La vida no se acaba al momento de morir.

La enseñanza de la Biblia es clara a este respecto: después de esta vida hay otra vida (Historia del Rico y Lázaro, “Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual estaba echado a la puerta de él, lleno de llagas, y deseando hartarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Y aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham: y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el infierno alzó sus ojos, estando en los tormentos, y vio a Abraham de lejos, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque soy atormentado en esta llama. Y díjole Abraham: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; mas ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Y además de todo esto, una grande sima está constituída entre nosotros y vosotros, que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Y dijo: Ruégote pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre; porque tengo cinco hermanos; para que les testifique, porque no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dice: A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham: mas si alguno fuere a ellos de los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos”. Luc. 16:20-31).

Nuestra alma y espíritu son eternos.

Setenta a ochenta años no son de comparar con la eternidad. Esta vida es simplemente el tiempo que Dios nos ha concedido para buscarle. En ese tiempo se sella nuestro destino eterno.

Al igual que en la resurrección y en el juicio, debemos indicar que ante ti, hay dos alternativas: Cielo e infierno.

Este artículo tiene por objeto destacar la diferencia que espera, en el destino final, a los que, humillándose, reconocieron que eran pecadores y que por ese motivo su fin era la condenación y aceptaron el sacrificio de Cristo y a quienes se mantuvieron obstinadamente en sus pecados.

Ante ti se alza esta realidad, ¿puedes enfrentar con seguridad

“la vida perdurable”?

LA APROBACIÓN FINAL DE NUESTRO CREDO: Amén = sea así.

Amén. Sea así.

Es la señal de aprobación que el pueblo de Dios expresa a este conjunto de Artículos de fe.

Como hijos de Dios, debemos aprender a responder siempre a su Palabra con la confianza que él es fiel y que jamás seremos defraudados en lo que él nos revela en ella.

Este credo concluye con la misma expresión de júbilo y seguridad con que Juan responde a la promesa final: “Ciertamente, vengo en breve” Apoc. 22:20, ante la cual sólo exclama:

“Amén, sea así. Ven: Señor Jesús.”

BIBLIOGRAFÍA:

– La BIBLIA. VRV Antigua, 1909 – Biblegateway.com.

– “Los doce artículos de la fe”. A. J. Moggré – FELiRE, 1996.

– “Breve Instrucción”. J. Calvino (1537) – FELiRE, 1996.

– “Concordancia Completa de la Santa Biblia”. W. H. Sloan – CLIE, 1989.

– “Conociendo a Dios”. J. I. Packer – CLIE, OASIS, 1989.

– “Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado”. Vila y Escuaín – CLIE, 1985.

– “Enciclopedia de Tópicos, Concordancias y Bosquejos Bíblicos”. Samuel Vila CLIE, 1976.

– “El Catecismo Menor”. Asamblea de Westminster (1643) – I.P.F.B., 1998.

– “Institución de la Religión Cristiana”. J. Calvino – FELiRE, 1999.

– “El Catecismo de Heidelberg”. Zacarías Ursino y Gaspar Oleviano (1563) – FELiRE, 1993.

– “Constitución de la Iglesia Presbiteriana Fundamentalista Bíblica”.

 

 

El credo de los apóstoles – Los doce artículos de la fe – Iglesia Smirna.